- “Gozo y galanura” son adjetivos que se resumen en esta crónica para enmarcar una festividad en la que la población oaxaqueña se involucra -vivos y muertos-, en calles, casas, panteones, iglesias… en cada rincón posible para honrar la memoria de los antepasados
Aquí en la “Tierra de guajes”, Oaxaca, en el Día de Muertos los adjetivos estallan como fuegos artificiales: profundidad, misterio, alegría, misticismo, hermosura, memoria, contento.
La celebración destroza hasta los refranes, como el de “el muerto al pozo y el vivo al gozo”. Pues aquí, como se debe, muertos y vivos se empapan de gozo y galanuras: infinitos puestos de maquillaje, de listones y diademas de cempazuchitl, de huipiles milenarios.
Esta celebración milenaria inundó calles, panteones y bares con una gran fuerza cultural, y con calacas y diablitos de todas las razas del mundo, pues las calaveras tienen ojos, piel y rizos de todos los colores.
Presente el “responso”, las “muerteadas”, los altares de las 8 regiones en el Zócalo con la presencia notoria de la cultura afro, y deslumbrantes performances de culturas originarias en la plaza de Santo Domingo
En los pasillos del Palacio de Gobierno, el gran tapete “Camino al Mictlán”. De arena blanca, flores de cempazuchitl y veladoras que iluminan el paso de los muertos y vivos. Este tapete habla del tiempo cíclico y se nutre de las 17 culturas originarias, incluyendo la mestiza. Aquí, elementos de la memoria, de la comida, de la naturaleza, la danza y del lenguaje: el mixteco, por ejemplo, que es la lengua de la lluvia, o el zapoteco, que es la lengua de la nube.
Es el 2 de noviembre, día obligado de comer mole, pero está también la feria del pan y el chocolate. La fiesta se desborda en los panteones de Atzompa y Xoxocotlán, con banda en vivo hasta el amanecer. Los familiares encienden 4 enormes cirios en las esquinas de las tumbas esperando que se apaguen como la señal de que su muerto está con ellos para llevarlo a casa, donde lo atienden con sus guisos y recuerdos hasta el día 2 de noviembre, cuando la iglesia da las campanadas de las 12, y la familia vuelve al cementerio acompañando al difunto de regreso.
Las fachadas se convierten en obras de arte. Los panteones en veladas brillan con luces naranjas, deudos entregados y verbenas hasta el amanecer. Las procesiones son oleadas sin respiro, pues “las muerteadas”, como su nombre lo indica, son hasta morir. El 1 de noviembre el gobernador Salomón Jara Cruz encabezó con hermosas catrinas y “catrinos” la Comparsa más Viva de Todas.
Y al final, siempre presente, el himno simbólico de Oaxaca, compuesto por Macedonio Alcalá, resonando en todos sitios y tocado por todos los medios e instrumentos: Hay una tierra donde “Dios nunca muere”.