El Seminario Permanente de Ética Ambiental y Animal celebró su décima sesión el pasado viernes 17 de noviembre, contando con la participación de Fernando Sánchez Sánchez, profesor investigador en la Universidad de Ciencias Aplicadas y Ambientales (U.D.C.A.) en Bogotá, Colombia, quien abordó el tema “El doble discurso ético del ambientalismo en el capitalismo contemporáneo”. Debido a que el contenido de la presentación es muy amplio lo dividiremos en dos partes, hoy ponemos en sus manos la primera de ellas.
Fernando Sánchez comenzó su intervención haciendo referencia a los convenios que diversos países han desarrollado en torno a sus políticas públicas ambientales, mismas que están cimentadas en el concepto de sostenibilidad ambiental, que se ha explicado como la forma de darle a las comunidades futuras un mejor medio ambiente; sin embargo, implica más que ello. De acuerdo con Sánchez, la sostenibilidad ambiental no es otra cosa que la cuantificación y cualificación de los recursos naturales, los cuales son entendidos de dos maneras: desde la perspectiva de la biodiversidad biológica, se refieren a la cantidad de especies por unidad de área; mientras que desde la biodiversidad económica, se refieren a las especies por unidad de volumen o biomasa, es decir, todo aquello que es transado en un mercado y que, por lo tanto, es susceptible de consumo. En este sentido, la sostenibilidad es la forma de administrar eficientemente los recursos naturales, dado que su intervención no planificada genera cambios graves en los ecosistemas.
Para que la sostenibilidad funcione de manera óptima se requiere una serie de elementos pertenecientes a diferentes ámbitos como el económico (equidad y calidad de vida), el institucional (gobernanza y gestión participativa), el cultural (saberes ancestrales, diversidad, patrimonio, continuidad y cambio), el social (democracia y participación social), y el ambiental (conservación del medio ambiente, disminución de materiales de consumo y eficiencia energética). Entre estos elementos, el profesor Sánchez destacó el de calidad de vida, que involucra el tema de la salud física y mental, la independencia, las relaciones sociales y con el entorno. Dado que la armonía de estos elementos es cuantificable, tendremos indicadores de calidad de vida: valores que establecen un estándar para lo que se considera una excelente, buena, regular, mala o muy mala calidad de vida. Sánchez señaló que es necesario dejar atrás la idea de que la calidad de vida sólo se determina por el capital económico o los bienes poseídos, y utilizó lo que ocurre en Colombia como ejemplo para apoyar su argumento. En la opinión del profesor, Colombia es un país rico-pobre, ya que no genera valor agregado a su riqueza, y es que, aunque posee una gran biodiversidad, la mayoría de sus territorios se encuentran en peligro debido a la explotación desmedida, sumado al hecho de que los recursos son vendidos a empresas extranjeras para la elaboración de productos que luego son importados y traídos de regreso al país.
Del mismo modo, la calidad de vida tampoco depende únicamente de lo ambiental, pues de nada sirve tener los recursos si se desconoce su función. Es aquí donde se introdujo el concepto de conservación, que se enfoca en los ecosistemas que podemos intervenir “a partir de hacer un balance de energía y saber qué es lo explotable o lo aprovechable”, y el concepto de preservación, que se basa en el hecho de que “los ecosistemas tienen flujos de energía cerrados, por lo que requieren una intervención más planeada asociada a poder tener o desarrollar actividades turísticas”. En el caso de Colombia, estos conceptos se vienen abajo ante la falta de atención y de conocimiento acerca de su territorio productivo, pues este país tiene aproximadamente 115 000 000 de hectáreas productivas, pero ni siquiera el 10% se aprovecha para la generación de valor agregado. Por otro lado, Sánchez también apuntó que no existe conciencia acerca de las áreas que son aprovechables y las que no, lo que implica el desconocimiento de sus recursos y su funcionamiento, lo que a su vez lleva al profesor a cuestionar si realmente “Colombia tiene riqueza ambiental o simplemente es un país bonito”.
En esta línea, aparecen las dicotomías que maneja el lenguaje ambiental en el mundo, como el tema del reciclaje. El doble discurso de las grandes empresas de productos envasados en plástico está en sus recomendaciones sobre reciclar los residuos para disminuir el impacto ambiental; sin embargo, Sánchez reflexionó si esa es realmente la solución al manejo de los residuos sólidos y plantea la pregunta: “¿no hay un negocio aún mayor de lo que significa utilizar materias primas vírgenes?”. De acuerdo con el investigador, reciclar plástico es más costoso desde el punto de vista ambiental que utilizar materia prima virgen, así que el tema no está en reciclar, sino en el concepto de reutilizar, volver a la lógica de envasar en vidrio que conserva mejor y es perdurable.
Hasta aquí termina la primera parte. La segunda entrega se publicará la siguiente semana.