- El aspirante a rector sostiene que deben desaparecer los “privilegios y prebendas” de los altos funcionarios de la universidad y revisarse el modelo vertical de toma de decisiones. Expone una paradoja: la comunidad universitaria es de izquierda, la élite que la dirige es autoritaria y conservadora
En opinión de Imanol Ordorika Sacristán, la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) vive en una paradoja: desde hace ocho décadas su comunidad universitaria se ha inclinado hacia la izquierda y ha abrazado las luchas por la democracia, los derechos humanos y la justicia social; sin embargo, durante el mismo tiempo la institución ha sido dirigida por una élite “conservadora, básicamente de derecha”, que se ha perpetuado en el poder de manera “autoritaria” y “antidemocrática”.
Según el académico, quien aspira a ser rector de la UNAM después de Enrique Graue Wiechers, “dentro de la universidad y fuera de ella hay la idea de que las cosas tienen que cambiar en la UNAM, lo puedo percibir”: sostiene que deben desaparecer los “privilegios y prebendas” a los altos funcionarios, y revisarse todo el modelo de toma de decisión vertical al interior de la universidad más importante del país.
“Desde hace muchos años, la universidad está en deuda consigo mismo y con la comunidad”, dice, y subraya que el “ánimo en favor del cambio” que existe en el país -producto de la llegada de Andrés Manuel López Obrador al poder- permea en la universidad, y hace factible una candidatura como la suya en la instancia de decisión de la universidad.
Ordorika descarta de tajo que su postulación esté vinculada con la Cuarta Transformación. Reconoce que es amigo de Claudia Sheinbaum Pardo desde sus tiempos en el Consejo Estudiantil Universitario (CUE) y que existe una relación de “cariño” entre la candidata de Morena a las elecciones presidenciales de 2024, pero recalca que no es militante de ningún partido, y tiene ciertas críticas con la administración de López Obrador. “Yo nunca he sido una persona que se subordina por motivos, sean ideológicos o políticos”, dice.
En una larga entrevista con Proceso, el académico reflexiona sobre el concepto de autonomía, consubstancial a la existencia de la UNAM. Asevera que no entiende la autonomía “de manera defensiva, en el sentido de proteger a los grupos que tradicionalmente detentan el poder en la universidad”, sino como la “posibilidad de que la Universidad decida los temas a investigar, las formas de organizarse, los planes de estudio, su orientación, el proceso de cambio y que éste no venga desde afuera”.
“A contracorriente”
Ordorika asevera con cierto orgullo que tiene el perfil más “a contracorriente” entre los 17 universitarios seleccionados por la Junta de Gobierno para competir a la rectoría de la UNAM. En lugar de defender el estatus quo, el académico de 64 años promete cambiar el modelo “restrictivo, autoritario y vertical” que han ejercido la Junta de Gobierno y la Rectoría desde el año 1945.
“Desde entonces las autoridades unipersonales, el rector y las directoras o directores de escuelas y facultades son autoridades absolutas, mientras que los órganos colegiados tienen una fuerza muy reducida y están subordinados”, reflexiona.
Agrega: “Resulta inconcebible que hoy se argumente que la existencia de la Junta de Gobierno es un modelo de democracia indirecta”.
Ordorika recalca que, en los 78 años de la promulgación de la Ley Orgánica de la UNAM, un rector nunca ha perdido una votación en un Consejo Universitario, y nunca ha llegado a la Junta de Gobierno una persona que no sea la propuesta del rector. “Es un círculo vicioso donde el rector forma las ternas de directores, la Junta de Gobierno elige a los directores, los directores son la mayoría del Consejo Universitario, que a su vez elige a la Junta de Gobierno, cuyos integrantes nombran al rector, y así se ha reproducido a lo largo de casi 80 años, con breves episodios que se salen de la norma”, señala el universitario.
Reforma universitaria
En su carrera para la rectoría, Ordorika es consciente que sus críticas hacia la Junta de Gobierno no lo benefician, pues los integrantes de ese grupo designarán a la persona que sucederá a Enrique Graue en la rectoría, y lo harán de manera secreta, como si fuera un cónclave en el Vaticano. “No veo la manera que justifique que lo que ocurre en la UNAM tiene que ser opaco y cerrado porque es muy peligroso abrirlo”, dice.
“Hay una reacción de molestia e incomodidad con una candidatura como la mía que les incomoda, todavía más porque tiene apoyo desde abajo, pero la Junta de Gobierno está ante una disyuntiva: probablemente desearían que mi candidatura desapareciera, pero si me eliminan en el primer filtro, el 12 de octubre, van a erosionar su propia legitimidad y su argumento de que es una junta plural, capaz de entretener la posibilidad de distintas opciones ideológicas o de formulaciones políticas diferentes”.
Ordorika indica que su programa de “reforma universitaria” se construyó con ideas recogidas durante asambleas con la comunidad estudiantil y el cuerpo docente, en una campaña “desde abajo”. “La forma de construir la candidatura es totalmente distinta”, dice, y abunda: “Quienes tienen aspiraciones a la rectoría siempre han buscado apoyos entre directores de escuelas y facultades y entre los grupos de poder tradicionales: los grupos profesionales de la medicina, la ingeniería, los abogados, exrectores, etcétera”.
En las pugnas por la rectoría, agrega, se suelen observar “prácticas corporativas y autoritarias más tradicionales, con las autoridades obligando a personas a firmar apoyos, estos bloques de directores moviéndose, yendo a forzar a sus académicos a que firmen en favor de una candidatura”.
Asevera que, en el caso de llegar al poder, no buscará “destruir todo para cambiar sino construir desde lo que tenemos”: esto pasaría por una mayor transparencia en el presupuesto y en la toma de decisión en la UNAM, incluyendo la difusión de algunas sesiones de la Junta de Gobierno, y por la organización de foros con toda la comunidad para discutir de los temas importantes de la universidad, como el combate a la violencia de género, el estatus de los profesores de asignatura, la seguridad o el acceso a la comida.
De entrada, asevera que regularía los “privilegios y las prebendas” que la UNAM otorga a algunos de sus altos funcionarios, como las “compensaciones salariales” de la alta burocracia, o las prestaciones como “teléfonos celulares, automóviles, gasolina, choferes o gastos de representación, que significan una erogación muy grande”. Sostiene que los 450 a 700 millones de pesos al año que se gastan en ello podría servir para mejorar la infraestructura, especialmente en los Colegios de Ciencias y Humanidades (CCH).
Problema estructural
Además de su cargo como director de Evaluación Institucional, Ordorika es un especialista del funcionamiento de la UNAM. Militante activo en el movimiento estudiantil, ha dedicado sus tesis de maestría y de doctorado al análisis de los engranajes burocráticos que mueven la universidad.
Según el académico, en los últimos 40 años la Universidad ha tenido un “problema estructural”: ha privilegiado la investigación científica en detrimento de la docencia, lo que relegó la formación de estudiante a un “papel completamente secundario”, lo que se ve reflejado por aulas sobrecargadas, instalaciones vetustas y con clases asumidas por profesores de asignatura que a menudo laboran en condiciones precarias.
“Presumimos una planta académica con una enorme capacitación, que puede hacer investigaciones formidables y que eso impacta a la docencia, y no es real porque todo ese personal está dedicado a la investigación, y la docencia la está cargando el personal académico de asignatura”, observa, y precisa:
“Hemos construido una cultura académica donde lo único verdaderamente valioso es la investigación, cuando la buena docencia es una tarea intelectual tan importante como la investigación y requiere tantas capacidades y requiere formación, entonces tenemos que poner un enorme interés en esa dirección”.
De acuerdo con Ordorika, la UNAM debe retomar su lugar como centro de conocimiento y de reflexión en una sociedad polarizada y “ávida de interpretaciones bien fundadas” sobre lo que sucede en el mundo. “En algunas épocas eran los partidos políticos los que tenían esos grandes programas, esos debates muy importantes que impactaban en la sociedad, pero esto ha desaparecido por completo. Los medios tampoco son un espacio para la reflexión de largo plazo sobre los problemas del país”, comenta.
La UNAM, en su entender, “no es un partido, no es un sindicato, es una institución del conocimiento y la cultura, la formación, la investigación: tiene que enriquecer la discusión de la sociedad mexicana sobre problemas diversos de México y del entorno que hay en el mundo desde las distintas disciplinas”.
“Reacción histérica”
Del mandato de Juan Ramón de la Fuente al frente de la UNAM, Ordorika resalta su “pecado original” de permitir la entrada de la policía en las instalaciones de la UNAM para reprimir la huelga del 1999, que creó una “polarización brutal dentro de la institución” y marcó “por completo” su administración, ocultando incluso el hecho de que el hombre “supo jugar en un escenario político completamente nuevo en México”, con la llegada de Vicente Fox Quesada en la Presidencia.
Ordorika afirma que el rector siguiente, José Narro Robles, quien llegó a ser secretario de Salud de Enrique Peña Nieto después de ser rector, colocó a la UNAM en la oposición a los gobiernos panistas de Fox y Felipe Calderón Hinojosa, mientras fortalecía al interior de la universidad los “mecanismos más autoritarios”.
Respecto al mandato de Enrique Graue, quien al igual que De la Fuente y Narro fue director de la Facultad de Medicina, el académico estima que el rector saliente empezó con una relación de “gran cercanía” con el presidente Andrés Manuel López Obrador, pero observa dos momentos de distanciamiento en el diálogo, que terminó con una ruptura de hecho.
El primer momento ocurrió durante la pandemia de covid-19, en el que -según Ordorika- la UNAM se “recluyó en sí misma” en lugar de participar en la lucha contra la pandemia. Y el segundo sucedió en septiembre de 2021, cuando la Junta de Gobierno incorporó en su seno a Enrique Cabrero Mendoza, quien fuera director del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (CONACYT) durante el sexenio de Enrique Peña Nieto, y contra quien el gobierno de López Obrador lanzó procesos penales.
En este contexto, Ordorika sostiene que los ataques de López Obrador hacia la UNAM, a la que tachó de institución “de derecha” y controlada por “conservadores”, generó una “reacción histérica” al interior de la UNAM, que los defensores del estatus quo utilizaron en el proceso de sucesión de la rectoría para argumentar que “es un momento peligroso para el cambio y hay que mantener las cosas como están, tenemos que defender lo que tenemos tal y como está en este momento”.