Vivimos una época inmejorable para para el cuento: Carlos Castán - LJA Aguascalientes
25/11/2024

  • La editorial española Páginas de Espuma, publicó Cuentos de Carlos Castán, libro que reúne tres libros: Frío de vivir, Museo de la soledad y Solo de lo perdido

La editorial Páginas de Espuma, publicó Cuentos del escritor español Carlos Castán (Barcelona, 1960), libro que reúne los tres libros de cuentos publicados (Frío de vivir (1997), Museo de la soledad (2000 y 2007) y Solo de lo perdido (2008) por el autor en un sólo volumen. Castán es considerado un autor que pinta atmósferas y autor de una estética personal, en la que la ciudad de Madrid, sus calles sus bares, sus salas de concierto, sus salas de cine, sus recovecos, sus tentaciones, sus caídas, brillan en medio de unas imágenes literarias en las que brilla con luz propia la soledad, la fragilidad de lo que nos rodea, las heridas del amor, las huellas de las pérdidas.

Una estética personal, en donde el autor realiza una búsqueda por la memoria, para encontrar una ciudad perdida, que se reconstruye a través de diferentes cuentos, que son como un caleidoscopio de la vida del autor. El libro Cuentos es una reunión de los diferentes momentos creativos del autor, que, aunque nació en Barcelona, llegó a vivir muy joven a Madrid, y salió de su casa a los diecinueve años para vivir la efervescencia, la creatividad de una ciudad que se parecía despertar para sacudirse los años enmohecidos de la dictadura franquista. El libro Cuentos de Castán es un recorrido por los 20 años de carrera literaria. Un recorrido en donde el autor ha construido una sólida búsqueda narrativa. Conversamos con el autor, quién es además profesor de filosofía.

Javier Moro Hernández (JMH): Me imagino que debe ser interesante, pero al mismo tiempo difícil releerte para publicar una antología de tus tres libros, me imagino que fue un proceso interesante, pero tal vez aterrador también.

Carlos Castán (CC): Más aterrador que interesante, pero bueno, las dos de las dos cosas tienen, yo creo que releerse, sobre todo con libros que tienen ya un cierto tiempo es una experiencia siniestra y de alguna manera no, porque estás en contacto con un yo pero que ya no eres tú claro, si lo eres y no lo eres claro, entonces todo eso como que descolocado bastante.

JMH: Una antología personal debe ser la posibilidad de reencontrarte contigo mismo, pero también reencontrarse con las motivaciones, con las obsesiones que todo escritor tiene. De alguna manera es cómo reencontrarse con el escritor que alguna vez fuiste y ver esa evolución en cuanto al proceso de escritura.

CC: En principio yo diría que no trae nada bueno, porque si lo que lees es un párrafo que no te gusta o que hoy en día no lo hubieras expresado, dices madre mía, qué horror, pero yo escribí eso. Cambiarías muchas cosas y hay como una sensación de sonrojo. Pero si te sucede lo contrario y tienes la suerte de encontrar, o como diría Onetti, cuando encuentras un pasaje que verdaderamente te gusta, puede tener el mismo sentido negativo porque puedes decirte que entonces si sabías escribir, etc. Pero es muy interesante lo que comentas, porque te recuerdas a ti mismo cuando escribías eso, algunos determinados pasajes en lo que tú te recuerdas en qué habitación lo escribiste, o en qué pasillo lo escribiste y con qué estado de ánimo, recuerdas en algunos casos. Pero la verdad es que he intentado siempre leerme lo menos que he podido, a veces asistes a lecturas o eventos que te acelera algo, entonces cogía siempre lo mismo, pero no era porque me gustará especialmente sino para no leer lo demás. Ahora con las galeradas, en teoría, he tenido que leerlo todo claro y lo he pasado un poco mal, pero al final lo he hecho, me había comprometido y sí que te mentirías si no te dijera que también hay una sensación como de logro, creo que en conjunto he conseguido a lo largo del tiempo, porque he escrito poco, porque los textos abarcan muchos años, he escrito poco, pero creo que sí que he conseguido decir lo que quería decir o crear un lenguaje personal.

JMH: Eres considerado un autor con muchos años de silencio; tu primer libro de cuento se publica en el 1997, aunque esta antología ya va en la segunda edición.

CC: Ya sabes lo que pasa con libros que ya han sido editados, hay mucha gente que dice es que estos cuentos ya los tengo, en libro sueltos, y yo soy un escritor que tampoco soy excesivamente mediático, ni muy conocido, pero sí tengo un grupo de lectores fieles, pero el reto al publicar es tener nuevos lectores y la suerte ha sido pues encontrar que no solamente son los viejos fans que me hace ilusión tenerlos también, sino que estoy consiguiendo tener nuevos lectores de otras generaciones, porque a mí se me consideraba un escritor bastante generacional, porque como hago muchas referencias al Madrid de una determinada época, a salas de cine que ya no existen, a bares que ya no existen, a películas que íbamos a ver que estaban de moda, los estudios el arte y ensayo a grupos musicales, es verdad que la gente de mi generación se identifica pues ahora tengo un público lector más joven y me gusta mucho.

JMH: Te quería preguntar sobre las referencias a tu infancia y a tu juventud y que eso hace una relación con el Madrid que ya no existe, el de los cineclubs, por ejemplo, las salas de lectura, a los conciertos.


CC: Cuando Franco muere yo tengo 15 años y a mí lo que me toca es asistir al despertar primero de la transición, que inicialmente fue muy conflictiva, las huelgas, los asesinatos de la ultraderecha, el intento de golpe estado, pero luego todo eso digamos que se va asentando, y lo que surge es lo que se dio en llamar la movida madrileña, que es lo que me toca a mí vivir, pues con 20 años, todo justo en el 80, yo cumplo 20 años y es un momento muy interesante, de mucha efervescencia, de muchas ganas de cobrarnos todo lo que nos habían negado, de querer vivir, de querer escuchar música, de descubrir el sexo, el rock and roll, la noche, y todo eso confluye en una ciudad, aunque hubo más ciudades, pero sobre todo se concentra mucho en Madrid, con la aparición de muchísimos grupos musicales, artistas gráficos, gente que tiene ganas de hacer cosas, que todo todos los días hay cosas, hay conciertos. Toda esa generación que es más pop, pero confluye con los viejos cantautores antifranquistas, que todavía permanecen ahí, con los grupos también del heavy metal. Se crea un ambiente que hace que la ciudad sea muy viva, y para mí fue muy interesante y a la vez muy peligroso, porque sí que en esa época me voy de casa con 19 años. Pero ahí una cosa que hay que entender, porque gente se cree que el franquismo era Franco, pero el franquismo era además y sobre todo una realidad sociológica, todo el mundo era autoritario, o sea el portero del cine te daba órdenes en el colegio el maestro te daba órdenes, cualquier señor tenía bigote y te decía lo que tenías que hacer, era muy jerarquizado, y también los padres eran muy autoritarios. Yo tuve una relación conflictiva, porque tenía por un lado todo el contraste de querer vivir, de querer salir, porque venía de un internado de curas, donde más bien donde me habían llevado como castigo, en el segundo cuento del libro que se llama la tía Aurora es el ambiente de ese internado, y luego desembocó en un instituto público de Madrid, con chicos y chicas y en un ambiente en el que todos queremos vivir y queremos ir a un concierto, y mi padre dice en esta casa se cena a las 10 , me tuve que ir, porque yo quería vivir con mi chica, pues pase tiempos un poco de penuria económica, pero también de mucho vivir la noche, también con su con su peligro sobre en el sentido de los excesos más que otra cosa.

JMH: Fue una época de exceso de mucha música, de mucho arte y también de mucho de mucho alcohol, de mucha música.

CC: En el Madrid de esa época la heroína también pegó muy fuerte, aunque ese no fue mi caso, yo tuve la suerte de librarme de eso, pero si piensas en músicos españoles importantes de la época, como Antonio Vega, son de mi generación, y no son los únicos. También entre los que no son conocidos, porque no son músicos, son gente de tu barrio gente, son gente con la que has crecido, fue ahí su cosa de muy vertiginosa, por un lado, una cosa como muy alegre, como explosión de vida que paradójicamente tuvo que ver con la muerte por las ganas de vivir.

JMH: La crítica de tu país te considera un autor de atmósferas, y eso me parece muy interesante. Lo que mencionas del segundo cuento del libro, esta atmósfera opresiva, represiva. El primer libro, por ejemplo, si tiene esta atmósfera como de transición, todavía hablas de los trenes, por ejemplo, de los pequeños bares. Ese libro en particular es un libro de atmósferas, que nos traslada a ese momento histórico. La atmósfera también nos cuenta historias, también nos traslada.

CC: Para mí es de lo más difícil y lo que más me interesa también cuando leo, que me sumerjan en una atmósfera y en realidad eso es difícil de hacer, hay que trabajar un poco con el lenguaje, porque una palabra es una imagen mental, escuchas una palabra y se te dibuja algo, es jugar con las combinaciones de las palabras, un poco en la esperanza o en la confianza de que en el lector las imágenes mentales que se combinen le den una muestra de esa atmósfera, es una especie de apuesta, y si yo hablo de determinada luz o de unos medicamentos en la mesilla de noche, hay que confiar en que al lector le va a conducir al mismo espacio desde el que yo lo escribo.

JMH: En eso tiene mucha relación en la memoria también. Como dices también estas imágenes mentales también que nos puedan trasladar a una memoria colectiva, de cierta manera, a una memoria compartida.

CC: Pienso que eso sucede mucho, todo lo que tiene que ver con la evocación, en mis textos hay mucho también de evocación, más que de narración, más que de peripecia, a veces he cometido pecados contra lo que sería el género del cuento tal y como se establece canónicamente, porque tengo tendencia también a la digresión, a salirme un poco del camino, pero yo reivindico también estas estructuras más rotas, que creo que no le estaban beneficiando tampoco al género, me refiero a esos decálogos tan estrictos de que a un cuento no debe faltarle ni sobrarle nada, tiene que tener estas partes, el final debe ser la redondez. Evidentemente creo que he escrito algún cuento que obedecería estas características, pero no creo que tenga que ser una condición. Porque con eso no hacemos más que contribuir al progresivo constreñimiento de un género que llegará un momento que no da más de sí.

JMH: Hay narraciones que se rompen en cierta manera, no cumplen a cabalidad las reglas del cuento, o son fragmentos de un monólogo mental…

CC: O de un diario imaginario o, en fin, no se corresponde con la idea del cuento tradicional en donde hay una historia con planteamiento, nudo y desenlace de un personaje bien definido. Hace ya como un par de décadas pues ya había por España una serie de cuentistas, de escritores que a mí me interesaban mucho, como Juan Bonilla, Eloy Tizón, Hipólito G. Navarro, que escribían unos cuentos que en este sentido a mí me interesaba mucho, porque veía una prosa con mucho vuelo muy libre, muy libre, no tan pendientes de hacer la obra de orfebrería, el artefacto perfecto. Eso a mí siempre me ha interesado un poco menos eso me parece.

JMH: Es interesante esto tomando en cuenta la vitalidad del género cuentístico tanto España como en América Latina no, pero como dices también hay un intento de encorsetar esa vitalidad en esas fórmulas. Finalmente, el cuento es muy libre, tal vez uno de los géneros literarios más con más posibilidades de libertad.

CC: Yo creo que sí, yo creo que vivimos además en una época que teóricamente debería ser inmejorable para para el cuento, me refiero por la pelea que hay por nuestra atención, ahora todo es corto, todo es breve recibimos estímulos constantes, digamos que sería un formato, muy apropiado para que tú puedas en un trayecto de metro leer una obra completa, que a lo mejor tiene cuatro páginas, pero es una obra. Creo que está viviendo un momento interesante el cuento, y que lo vivirá más en la medida en que sea también más libre, creo que hay cosas que contar, historias que contar, y cada una de estas cosas está pidiendo también una extensión. Entonces claro, evidentemente hay cosas que necesitan la extensión de una novela, el desarrollo de varios hilos, de diferentes personajes y hay otras cosas que requieren la brevedad, que no tienen por qué ajustarse a lo que es el relato del siglo XIX, sino que sencillamente se agotan, tienen un menor aliento y lo que estás haciendo es no hinchar artificialmente algo que a veces ocurre cuando se quiere también estirar un estirar un cuento como un chicle.


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