La pregunta con la que inicio el Banquete de esta semana es ¿qué está sucediendo con la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes?, aunque el cuestionamiento es válido para todo el Instituto Cultural, que desde mi punto de vista está padeciendo una terrible crisis, tal vez la peor en toda su historia. Con el paso del tiempo hemos sido testigos de momentos muy complicados de éste que es el organismo rector más importante en la cultura en Aguascalientes, y también hemos sido testigos de terribles pifias cometidas al amparo, no sé si de la ignorancia de los funcionarios, o con el fin de obedecer intereses que no sólo no tienen nada qué ver con la cultura, sino que incluso son incompatibles con ella, recuerdo en este momento la construcción de un armatoste en la fachada del Museo Aguascalientes en la administración de Dulce María Rivas Godoy como directora General del Instituto Cultural de Aguascalientes, presuntamente sería un mausoleo para el artista plástico de Aguascalientes Jesús Fructuoso Contreras, pero en realidad arruinó la hermosa fachada de esta histórica finca de nuestra ciudad cubriendo por lo menos dos altorrelieves de este mismo escultor. Semejante construcción, que seguramente le costó mucho al presupuesto local, no tuvo ninguna utilidad y tengo entendido que ahora resulta más caro quitarlo que lo que costó su construcción. Enorme pifia, sin la menor duda. Posteriormente la arquitecta Claudia Santana, al frente del Instituto Cultural de Aguascalientes, dio un lugar digno a los restos de Contreras en un jardín al costado norte del Museo Aguascalientes el 13 de abril de 2019, y esto a petición de la familia del artista nativo de esta tierra, pero ahí quedó esa cosa como testimonio de una de las más grandes tonterías cometidas en el ámbito de la cultura local. Más tarde, Carlos Reyes Sahagún, que sustituyó a Claudia Santana al frente de ICA, en su breve paso como director general del Instituto, nombró, -incomprensiblemente, por cierto-, a Jesús Andrés García Santín como director titular de la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, lo cierto es que pasó desapercibido y sólo duró tres conciertos, por fortuna, pero queda ahí como otra enorme pifia que en su memento lesionó la dignidad de la OSA, aunque hoy en día lo entendemos ya como peccata minuta ante los recientes acontecimientos.
En efecto, ¿qué está pasando con la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes? La semana pasada fue convocada, por no decir obligada, a participar en una corrida de toros. A ver si me doy a entender, yo no comparto el gusto por la fiesta brava y bajo ninguna circunstancia me atrevería a aceptar este tipo de eventos como arte, de ser así, el concepto de arte estaría peligrosamente devaluado, recomiendo la lectura del libro ¿Qué es el arte? Del escritor ruso León Tolstoi en donde el maestro hace una muy puntual definición de qué sí y qué no es arte en función de argumentos sólidos y dignos del profundo pensamiento y la pluma de Tolstoi. Pero más allá de lo que a mí me guste o no, o de qué me parece arte y qué no, simplemente una corrida de toros no es, bajo ninguna circunstancia, el lugar natural para una orquesta sinfónica. El público taurino no es exactamente el público que suele acudir a una sala de conciertos, y aclaro que no intento menospreciar a la afición taurina, pero, vamos, me tocó verlo en aquel terrible montaje de eso que algunos insisten en llamar Ópera Carmen en la Plaza de Toros San Marcos, fue por ahí del año 2011 o tal vez 2012 siendo director general del ICA el arquitecto Martín Andrade, yo fui a la primera de las dos funciones que incluían la lidia a muerte de un toro, algo por demás desafortunado, entre otras cosas porque había cubeteros que pasaban durante la ópera ofreciendo cervezas y refrescos gritando sin la mayor inhibición. Me di cuenta de los rasgos que tiene el público taurino, y entiendo, ahí se va a gritar, a desahogarse, no me atrevería a criticar eso, yo no soy aficionado a la fiesta brava, pero me queda perfectamente claro que a lo que sea que se vaya a una corrida de toros, no es exactamente a sentarse con la disposición de escuchar música, que es para lo que existe una orquesta.
Evidentemente yo no estuve ahí, pero conocidos míos que asistieron me platican que la OSA no recibió un trato digno por parte de un importante sector del público, les gritaban cualquier grosería e irreverencia, ¿y qué esperábamos de esto?, una orquesta está acostumbrada a tocar para una audiencia que derrama lágrimas de emoción durante el cuarto movimiento, Adagio. Sehr langsam und noch zurükhaltend (muy lento y todavía reservado) de la Sinfonía No. 9 de Gustav Mahler, o a hacer sentir vivo al auditorio con el Scherzo molto vivace, segundo movimiento de la gloriosa novena de Beethoven, no a amenizar una corrida de toros, para eso está la Banda Sinfónica Municipal que, entre otras funciones, tiene este encargo.
Están sucediendo muchas cosas cuestionables en la forma de administrar la Orquesta Sinfónica de Aguascalientes, porque como se lo dije a Jorge Galván, asistente de la dirección general durante la entrevista que tuve con él el pasado miércoles en la sala de juntas de la Casa de la Cultura, los problemas de la OSA son estrictamente administrativos, en la cuestión artística la Sinfónica, a pesar de todo, funciona perfectamente, nada que reprocharles.
Hay muchas cosas que quiero compartir contigo, amigo lector, solicité una entrevista con Alejandro Vázquez Zúñiga, director general del Instituto Cultural de Aguascalientes y estoy en espera de la respuesta, así que seguiremos con el tema en el próximo Banquete. Hasta entonces.