Tengo un serio problema con la palabra esperanza, no con la descripción que es de un estado de ánimo vital en que se confía sucederá el cumplimiento de un deseo, sino con el uso que se hace del sustantivo para obtener la confianza del otro, un abuso constante en el discurso político, una fórmula que se emplea para apelar a la fe, casi siempre ciega, en un proyecto que no se ha revelado, creer que basta nombrar un lugar para, sin mapa, mágicamente llegar a él; por esa razón no me emociona el futuro al que asegura Andrés Manuel López Obrador nos está llevando la Cuarta Transformación; por lo mismo, no me deslumbra la candidatura a la presidencia de Xóchitl Gálvez.
En el ámbito político actual, quienes dicen personificar la esperanza de un México mejor, invariablemente apelan a las emociones, sin que sus palabras estén respaldadas en datos duros y apelan a los sentimientos para evadir la evaluación de su trabajo.
A pesar de estar en contra de la personalísima forma de ejercer el poder de López Obrador, es una vileza negar ciertos avances y logros en estos cinco años de gobierno, sobre todo cuando se piensa que podríamos estar peor, que es el modelo comparativo que se emplea en la Cuarta Transformación, no importa cuantificar, basta con la idea de que los regímenes anteriores eran corruptos y conservadores para magnificar cualquier hecho, para restarle credibilidad a cualquier percepción basada en información estadística; señalar que el bienestar de la población es una obligación de todo gobierno se convierte en una crítica a la figura presidencial, al igual que demandar el respeto a los derechos humanos y las leyes, cualquier matiz que intente colocar en su lugar la situación de México en la actualidad es desestimada porque, dicen, representa la visión de quienes no estamos de acuerdo con el supuesto cambio de paradigma que representa el autoritarismo de López Obrador, las políticas asistencialistas y ocurrencias en que basa su gobierno, más preocupado por la popularidad del presidente que en el desarrollo del país. A lo que hay que agregar que esta búsqueda de matices, de una evaluación seria, se le descalifica de antemano colocando cualquier crítica del lado de los malos que no creen en los beneficios de la demagógica frase de Primero los pobres.
A los aplaudidores de los resultados de cinco años de gobierno de López Obrador les debería bastar un dato para reconocer que han sido engañados, en 2018 el porcentaje de personas en situación de pobreza extrema era de 7% (8.7 millones de personas) y en 2022 fue de 7.1 (9.1 millones de personas), el mismo indicador que el gobierno emplea para presumir que se ha reducido la pobreza en México, no es una percepción, no se trata de tener otros datos, el hambre y la desigualdad se han mantenido inamovibles para millones de personas, esas que son empleadas como ariete en el discurso presidencial, en nombre de quienes se busca justificar toda ocurrencia.
No tengo ninguna esperanza en que esto cambie en el último año de gobierno de López Obrador, mucho menos en que la continuación de la Cuarta Transformación consiga modificar las condiciones de vida de esos millones de personas; no importa que me refiera a una realidad cuantificable, seré denostado por no creer en la palabra del habitante de Palacio Nacional.
Lo mismo ocurre con las dirigencias nacionales del PAN, PRD y PRI, las cuales en nombre de la democracia y los derechos violan la ley imitando al partido en el poder para adelantarse a los tiempos electorales y vender a Xóchitl Gálvez como la única esperanza de cambiar el rumbo del país, cuando la senadora no ha presentado un proyecto de gobierno que se distinga del actual.
Como persona puedo confiar en una figura pública, es posible admirar a alguien por el simple hecho de que su imagen me sea afín, como ciudadano necesito de otras razones para otorgar mi voto. Como persona, a mi edad, no tengo espacio ni tiempo para el odio, como ciudadano rechazo cualquier intento por imponerme las razones de la guerra antes que las de la política; no creo que López Obrador es el héroe que nos está librando de todo mal, tampoco creo que la oposición sin imaginación y sin proyecto sea la salvación que México requiere. Como persona y como ciudadano me ofende todo intento por minimizar mi inteligencia, que es lo que han hecho PAN, PRI y PRD durante todo este tiempo para vender su alianza como la única vía para sacar a México del atolladero.
No tengo una mala imagen de Xóchitl Gálvez, ninguna razón para desconfiar de su buena voluntad, le creo su difícil historia de vida, puedo confiar en que tiene las mejores intenciones… y, hasta ahora, nada de eso me mueve para votar por ella.
Después de que le entregaran la “coordinación” del Frente Amplio Opositor, Xóchitl Gálvez publicó en X el siguiente post:
“Si en dos meses movilizamos tantos corazones, es porque podemos ganar.
Si en dos meses recuperamos la esperanza, es porque podemos ganar.
Si en dos meses estamos por alcanzar a Morena, es porque podemos ganar.”
Como el Llanero Solitario me pregunto ¿vamos kimosabi?, ¿quiénes podemos ganar, sobre todo, con qué?
Coda. Un aforismo de Lichtenberg me representa, sobre todo cuando intento enseñar a mi hijo la diferencia entre ser mayor de edad y ejercer la ciudadanía: “Jamás hay que creerle a quien asegure algo con una mano en el corazón”.
@aldan