Durante mi vida de editorialista en esta prestigiosa casa editorial LJA.MX, he tenido plena libertad para escribir, jamás se me ha dado línea o indicaciones en torno a qué sí o qué no. A diferencia de varios amigos que escriben en otros diarios, me han contado que si bien no se les indica cómo escribir, si hay una revisión y si alguna columna choca con las líneas editoriales, se les llama para buscar alguna especie de solución, en especial un par de diarios de amplía circulación estatal. En fin, lo más que me han dicho a mí, cuando alguna columna no le gusta o no se ajusta a sus criterios, es: “te la mamaste”, siempre a posteriori de la publicación.
La libertad tiene costos, sin lugar a dudas; cuando uno se enfrenta al papel en blanco, cuando el tema asoma a lo lejos, también muestra la sombra de sus problemas, es decir, se comienza a escribir a sabiendas de que, a veces, se puede generar molestia, muchas veces decidimos dejar para nueva ocasión, evitar el conflicto; en otras, se apuesta por la conciencia y se escribe a sabiendas de que habrá reclamos. El próximo 20 de septiembre cumplo trece años escribiendo en esta mi casa editorial LJA.MX, y derivado de esa actividad, he sido blanco de muchas críticas (las cuales agradezco y aplaudo, de eso se trata escribir) y de algunas amenazas, estas las menos, pero al final de cuentas ahí están.
Por ejemplo, alguna vez que sostuve la necesidad de que el PRI ganara en el 2012, recibí un rudo correo donde se me ofendía de forma soez, llamándome tinterillo (¡qué honor!) lambiscón y arrastrado. En otra ocasión, fue muy tierno que una persona me mandó un correo electrónico sumamente indignada, porque mis comentarios en torno a la película de los Pingüinos de Madagascar le habría parecido fuera de todo lugar, en especial, porque a mi juicio era una pésima película, contrario al criterio del lector que la tildaba de una gran y divertida obra. Alguien tuvo la indecencia de llamarme feminicida, solo porque mi postura teórica era que no debería tipificarse específicamente este tipo de crimen; esto me causó gran enojo, pues desvirtúa el uso del español ¿Cómo tildar de asesino a quien no coincide en un criterio jurídico?
Recientemente, insinuaron que podría demandarme por daño moral, derivado de diferentes manifestaciones y opiniones de mi columna. Mi formación jurídica me tiene claro en el sentido de que las palabras que escribo están encuadradas estrictamente en el estado de derecho, pero además, mi vocación personal, me ha llevado siempre a escribir dentro de un marco ético. Esto me lleva a la convicción de que no podría ser demandado, o de que semejante ocurso no tendría ninguna clase de fin lesivo a mi persona. Sin embargo, esto genera cierta incomodidad, después de todo a nadie le gusta andar enredado en temas de abogados y jueces, no hay cosa peor que ellos decía Jean Valjean: “Es cosa que oprime el corazón ver esos grupos de hombres vestidos de negro, que hablan en voz baja a la puerta de la sala del tribunal. Es muy raro encontrar caridad y compasión en sus palabras; en cambio se encuentran condenas anticipadas. Tales grupos se presentan al que los observa como sombrías colmenas, o como espíritus zumbantes que construyen en común toda clase de edificios tenebrosos”.
Una de los retos al que se enfrenta un tinterillo como yo, es si escribir a contentillo o emitir ciertas críticas de vez en cuando; a veces nos atrevemos a ir más allá creyendo que tenemos pocos lectores, cuando nos descubrimos leídos, criticados o hasta amenazados nos planteamos si vale la pena gastar dos horas del domingo para seguir rellenando futuros envoltorios de papayas (Edilberto Aldán dixit) después de una breve reflexión, plagiando a Catón, creo que nuestros cuatro lectores lo valen, la libertad de expresión lo vale. Así que, vengan más críticas y menos amenazas.