Los que me conocen saben que desde niño mi deporte favorito es el tenis, lo empecé a jugar desde los 11 años y continué con esa práctica hasta más o menos 2018 o 2019, aunque ya con menos frecuencia e intensidad que en mis años de universitario, fue entonces que me lastimé el hombro derecho con un problema serio de los tendones y que poco faltó para visitar el quirófano. Pues bien, todo esto lo comento porque aunque ya no practico el deporte de mis amores, lo veo con devoción casi religiosa todos los torneos, los masters y los cuatro Grand Slams, partidos de exhibición y todo lo que pueda ver de tenis, y la verdad me da mucho coraje que cuando juega un tenista ruso, se omite su bandera y su nacionalidad, pretendiendo castigar de esta manera al gobierno de Vladimir Putin. Yo no sé si el presidente Putin esté muy mortificado por esta medida, pero de lo que sí estoy seguro es que el más afectado es el pueblo ruso. Me parece que es un error castigar al país por los errores de sus mandatarios.
Y atención, no estoy defendiendo la invasión del ejército ruso a Ucrania, no estoy de acuerdo con esta situación, la guerra, en cualquiera de sus formas no podrá ser nunca la solución, decía Lennon: “Love is the answer” en su canción Mind Games y de eso estoy convencido. Me queda claro que en una guerra dos ejércitos, y lo peor, muchas veces la población civil, se enfrentan a sus similares de otro país para defender intereses que muy posiblemente ellos, el ejército y menos la población civil, desconocen, no son sus intereses, son los intereses de un grupo minoritario de poderosos que necesitan que otros vayan al campo de batalla a ser parte de una carnicería. Decía Jimi Hendrix que “El día que el poder del amor supere al amor por el poder, el mundo conocerá la paz”, estoy convencido de que la guerra nunca será la solución, es, al contrario, uno de los mayores símbolos de la decadencia humana.
En este texto que generosamente ahora estás leyendo, sólo pretendo que nos reivindiquemos con la riqueza cultural de este antiguo y generoso país. No es cosa de genios entender que todas las artes han tenido un impresionante desarrollo en la vieja y legendaria Rusia. La historia de éste que es el país territorialmente más extenso del mundo está impregnada de literatura, de música, de artes plásticas, por supuesto de ballet, posiblemente la escuela rusa de ballet es la más importante de todo el mundo, es la sede de instituciones tan sólidas y solventes como el Ballet Bolshoi, sin duda, el más importante del mundo, o el antiguo Ballet Kirov, llamado así en los tiempos del ya lejano comunismo soviético, hoy Ballet Marinsky, ya que lleva con orgullo el nombre del teatro que es su sede, también hogar de una de las mejores orquestas del mundo, la Orquesta del Teatro Marinsky, y que no se queda rezagado del Bolshoi en prestigio e importancia.
Si echamos una ojeada al mágico mundo de las letras rusas seguramente nos impresionaremos de la cantidad de escritores que han surgido de las frías tierras rusas a lo largo de la historia, escritores que han cultivado todas las formas posibles de hacer literatura: el ensayo, poesía, novela, cuento, periodismo, en fin, Rusia ha encontrado la forma de tener representantes de todos los lenguajes literarios y ser reconocidos, con toda justicia y merecimiento, como algunos de los mejores del mundo.
Yo recuerdo en mi infancia a mi papá leyéndome al pie de mi cama las maravillas escritas por Alxander Pushkin, crecí amando las letras del buen Pushkin, tristemente sólo vivió 38 años y dejó un legado literario que desborda con fuerza los límites territoriales de la enorme Rusia y es uno de los referentes de la literatura universal, creo que es el primer nombre que se me viene a la mente cuando pienso en letras rusas. Pero en mi acervo personal también están los infaltables nombres de Dostoievski y Tolstoi, estamos hablando de los dos más dignos representantes del realismo ruso y con evidente peso internacional, y todos, todos esos nombres que llenaron mi infancia y juventud y ahora son parte de mi vida, los nombres de Gorky, Chéjov, Andréiev. Kuprín, por supuesto Gógol, Lérmontov, Korolenko, Turguéniev y una cantidad de nombres que harían una lista interminable, faltan muchos actuales que omito por falta de espacio.
Y si hablamos de música el tema resulta igualmente impresionante y rico, los compositores rusos han definido con trazos firmes la riqueza cultural de su país, y es que no es sólo Tchaikovsky, la obvia referencia al romanticismo ruso con sus seis sinfonías y sus impresionantes conciertos, el de violín y el primero de piano, su ópera Eugenio Oneguin, inspirada por cierto, en la novela homónima de Pushkin, los compositores rusos son muchos, por ejemplo, imposible omitir al llamado Grupo de los Cinco, que con celo irrefrenable, intentaban mantener intacta la pureza de la música rusa, ellos son: Balakirev, Cui, Borodin, Rmsky-Korsakov y Mussorgsky, y ya en el siglo XX hay que recordar nombres como el de Stravinsky, gran compositor y director de orquesta, Prokofiev y Rachmaninov, un romántico tardío y verdadero genio y virtuoso del piano, por supuesto, el atormentado e incomprendido Shostakovich, en fin, el tema de para mucho más y definitivamente resulta inagotable. La invitación está hecha para disfrutar desinhibidamente y sin complejos de la riqueza del arte ruso, tenemos el arte para liberarnos del caos, basta ya de la rusofobia.