Como muchas personas considero, al lado de comer y beber, el viajar como uno de esos placeres que considero fundamentales y tal vez los únicos por los que se puede y debe aventurar la vida, parafraseando al caballero de la triste figura. El punto es que me enfrasqué en unas cortas vacaciones rumbo a Mazatlán y aproveché para llegar a un pueblo mágico que hace mucho quería volver a visitar: Mexcaltitán.
Digamos que, contar un viaje familiar no sería digno de una columna pues implica todo lo que sabemos pasa en los viajes familiares: peleas de los hijos, mareos, largos trayectos, casetas carísimas y lo peor de todo, baños sucios en las autopistas que pagamos a precio de oro y que deberían de garantizarnos un servicio decente ¿Qué hace la SCT con todos los concesionarios que les vale madres un baño limpio pero que cobran y aumentan sus tarifas puntualmente? ¿Por qué en el caso de las autopistas que opera la propia SCT no lo hace con eficiencia? En fin, traigo la idea de poner una denuncia administrativa en contra de los funcionarios que permiten este tipo de cuestiones. Algún día lo haré.
Como sea, el tema es que este escrito no sería relevante, sino que se dedicaría a hablar de las delicias del océano pacífico, ese hermoso mar que baña todo el poniente mexicano y que da abundante producción, entre ella, el camarón que tan maravillosamente saben preparar en las costas de Nayarit y Sinaloa. En Mexcaltitán además es una hermosura para la vista: en cualquier parte del pueblito que algunos dicen fue Aztlán, se tienen expuestos al sol cientos de miles de estos pequeños crustáceos que luego, terminarán secos con sal, limón y una cheve; o en un caldito cantinero. Además los probé a la cucaracha, una delicia, dorados casi al punto de chicharrón con ajo y otras especias. Sobra decir que los precios muy económicos. Fui además en Mazatlán a los famosos mariscos el Cuchupetas, donde no pude dejar de probar sus famosos camarones que si fueron de verdad un must.
En fin, decía que este escrito no dejaría de ser una mini guía de turistas, si no fuera por algo que nunca me había pasado: saliendo de la autopista que cruza la sierra madre occidental desde Durango (una increíble vista de la naturaleza y de la ingeniería) nos tocó un retén en plena carretera prácticamente conurbada, de lejos no distinguí ninguna irregularidad hasta acercarnos y ver que se trataba de personas jóvenes, con un uniforme simulado, pantalones caqui estilo militar y camisas negras; a los lados camionetas, de las cuales solo una parecía tener una de esas torretas que van como por dentro del vehículo. Cualquiera diría que no eran policías; por el lugar y la hora, plena luz del día, cualquier hubiera dicho que se trataba de un retén común de alguna fuerza de seguridad pública. No supe de qué tipo era, pues pasé, al igual que decenas de vehículos, como si nada, el jovencito nos dio el paso sin siquiera preguntarnos algo.
En fin, fuera o no de policías, muchas cosas circulan por la cabeza, no me sentí inseguro de principio, porque insisto, era plena luz del día y era la gran carretera federal que es el ingreso al puerto; más adelante topamos con otros retenes, estos sí de la Guardia Nacional.
El resto del viaje una maravilla, Mazatlán es una ciudad benigna con el turista, lo mismo hoteles de bajo costo, que de gran lujo; igual con los restaurantes y hay tal variedad de mariscos y pescados, que te cansas de voltear y tratar de decidir dónde comer; algo que sigue impresionándome, es que en cualquier playa, las bandas no dejan de sonar todo el día, realmente todo el día, con los narcocorridos belicones, JGL, el ratón, Ch y la Pizza y así. Me topé incluso al pinche manguero. En fin, regresé con mi cachucha de los Venados, el equipo de beis y con buen sabor de boca. Viva Mazatlán pues como dice José Alfredo Jiménez: “Ay qué bonito paseo del Centenario/ Ay qué bonita también su catedral/ Aquí hasta un pobre se siente millonario/ Aquí la vida se pasa sin llorar./ Yo soy fuereño/ Nací de aquí muy lejos/ Y sin embargo les digo en mi cantar/ Que tienen todos ustedes un orgullo/ El gran orgullo de ser de Mazatlán.”