No pude resistir el sumarme a la marcha que se organizó contra los libros de texto, la enorme convocatoria que generó el obispo y los gobiernos derechistas que dieron instrucción –perdón, invitación- a sus empleados para acudir a esta lucha dialéctica en contra del terrible marxismo-comunismo; la idea de que retornara el fantasma y se posara sobre México prendió mis focos de alerta, no podría jamás permitirlo, después de todo fue gracias al macartismo a la mexicana impulsado por Díaz Ordaz y Echeverría, y a su valiente decisión de no tolerar hasta excesos criticados, que se erradicaron a los rojillos de aquella época y lograron afianzar en este tan noble país el también noble capitalismo que tanto bienestar generó a los mexicanos, después de todo hoy solo hay 9.1 millones de extremadamente pobres.
Por supuesto que me encontré a la diputada Sutanita (todos los nombres se ocultan para protegerlos de los camaradas que no dudarían en atacarlos con algún picahielos) con quien, mientras el sol hacía de las suyas y aprovechando el tiempo muerto en lo que arrancábamos desde el sindicato ferrocarrilero, pudimos tener una discusión en torno a todos los errores historiográficos y de interpretación filosófica de El capital de Marx, ambos coincidimos que, si en su momento, hubieran quemado el Manifiesto comunista, otra historia nos cantaría. “Si se hace una quema de libros de primaria, habría que aprovechar para echar todos los ejemplares de las obras de Marx en el estado” sentenció seria la representante popular.
Luego, me tocó espacio, tomado de la mano, con alguno de los dirigentes del Frente Nacional por la Familia, hicimos un recuento de los libros de texto pasados, de cómo no tenían ideología, y como a ambos nos gustaba la historia, coincidimos en hechos históricos fundamentales de la identidad mexicana: la revolución mexicana o el águila que encontraron en aquellos pantanos los aztecas, ciencia pura, nada de mitos como sostuvieron algunos herejes de la historia mexicana como Adolfo Gilly, quien recientemente murió y dada su falange comunista, deberá estar ardiendo en alguno de los infiernos de Dante.
“Con los niños no” fue el grito que coreábamos al unísono; después replicábamos “ciencia sí, ideología no”; “la ciencia es fundamental” me dijo la monjita que me emparejó cerca de Las Antorchas y continuó “la ciencia debe ser para todos, por ello, lo que sigue es que exigiremos que también se enseñe la teoría creacionista a la par de la evolucionista, para que los alumnos tengan la opción de elegir, se debe ser tolerante con otras formas de pensamiento, como la del origen divino” Su argumento fue tan convincente, que les sugerí que además añadiéramos la idea de un gran físico norteamericano sobre la posibilidad de un espagueti volador como deidad (creo que el hambre comenzaba a atacarme) pero ya no alcanzaron a escucharme, la marea de buenas conciencias nos separó.
Llegamos al templete y la expectativa fue mayor, hablaron solo científicos, en especial miembros del Sistema Nacional de Investigadores, todos con amplios papers en revistas no solo arbitradas sino indexadas, haciendo un largo recorrido en la historia y la historiografía de la ciencia, refutaron las patrañas de estos terribles libros de texto, por cierto nadie de los compañeros pudo acceder a una copia, pero todos vimos en las noticias las frases del marxismo-leninismo que buscan ideologizar a nuestros hijos. “Con los niños no”, volvimos a gritar y recordé que los míos estaban a salvo, viendo youtube y tic-toc. Por cierto, vi a muchísimos papás del colegio de mis hijos, y justo les preguntaba qué les hacen a los libros de texto que nos entregan totalmente nuevos al finalizar el año escolar, casi todos me dijeron que los leían y llenaban junto con sus hijos en vacaciones, como un ejercicio de reafirmación de conocimiento.
Me encontré a mi amigo el whitexican: “!Qué onda goe! que bueno que andas por aquí papirri, para evitar que se deforme el castellano… hay que protestar, que los chairos sepan que México is the shit”. Una vez que el último orador terminó de decirnos por qué la familia natural es lo mejor (aunque él ni casado ni con hijos, violando el sacrosanto sacramento) me organicé con algunos de los conocidos para irnos a Gandhi (muchas librerías del centro han cerrado, supongo que es por la gran cantidad de lectores que vienen a las marchas) a comprar algunos libros de ciencia para nuestros hijos, pero haciendo caso a nuestras autoridades católicas les recordé que el de Aura, de Carlos Fuentes, no lo compraran.
Bendito Dios, todos acabamos contentos de evitar que el demonio de la izquierda haga de las suyas en las pequeñas mentes de nuestros hijos; que la moral y la sexualidad se enseñan en casa, total no tenemos problemas de embarazo y cosas por el estilo en adolescentes.