De música ligera o la disposición para escuchar música/ El banquete de los pordioseros  - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Durante esta semana me topé de frente con una publicación en redes sociales, de esas que mencionan una frase atribuida a la imagen de la persona que acompaña la publicación, yo no sé realmente si ese texto pertenece al guitarrista Steve Howe, pero definitivamente la frase en cuestión me hizo pensar y surgió el deseo irreprimible de escribir algo sobre el tema, y claro, compartirlo contigo amigo melómano.

Está la imagen del virtuoso guitarrista de Yes y como pie de foto dice lo siguiente: “Hacer música creativa hoy para un público de corto tiempo de atención es un gran desafío”, y como te digo, surgió el impulso de escribir sobre esto, especialmente porque es algo en lo que he estado pensando con mucha frecuencia, es un pensamiento recurrente, vas caminando en la calle o cuando la madrugada te sorprende despierto con la mente vagando en la inmensidad del éter.

Y es que pienso que vivimos en una cultura de facilismo extremo, las cosas deben ser fáciles para ser digeridas, y no hablo solo de la experiencia auditiva, sea música o un conversación, sino de todo en general. Las nuevas generaciones evitan la lectura, incluso de los memes en redes sociales, no se diga de un libro de Nietzsche o de Kierkegaard, si lo que vamos a leer tiene más de un par de frases se pasa por alto sin el menor remordimiento. Pero hablando específicamente de la música, que es el tema que originó la redacción de las presentes líneas, me queda claro que el problema no es reciente, tiene antecedentes muy puntuales que de ninguna manera podríamos eludir.

En alguna ocasión, antes incluso de la invasión de las redes sociales, leí una amarga queja de Eric Clapton que se resistía a seguir las reglas de las radio comercial que dicen que las canciones, para ser programadas en sus frecuencias, no deberían durar más de tres minutos, tal vez tres minutos y medio, pero no más, y decía Clapton que le molestaba verse condicionado a condensar su propuesta musical a un límite de tiempo, cuando la expresión del arte, per se, tiene otras prioridades. ¿Te imaginas si Mahler o Bruckner, o el mismo Beethoven antes de componer su gloriosa Heroica hubieran considerado esta situación de la duración de una obra musical? Esto por naturaleza le es, o debería serle, ajeno al arte.

Pero es verdad, en la actualidad, -prefiero manejarlo así que hablar de las nuevas generaciones-, se busca lo fácil, lo que exige menos esfuerzo, aquello que sea de fácil digestión, lo que haga pensar menos, o incluso que no haga pensar, lo que represente menor exigencia de atención y concentración, lo que no comprometa las ideas, y claro, el resultado es obvio, el evidente deterioro de la música, si es que se le puede llamar música a “eso”, que va de la mano con la carencia de valores, la decadencia en la que vivimos, todo esto es el alarmante resultado de esta barbarie a la que se ha arrastrado a la sociedad, obedeciendo, claro, a un perverso plan maestro, sería ingenuo pensar que este deterioro musical, entre muchas otras cosas que se han deteriorado, es consecuencia de una moda o de una tendencia, claro que no, esto así está planeado, es un diseño estructurado con esmero de principio a fin, si es que esto tiene acaso un fin.

Si el público actualmente se distrae después de tres minutos de escuchar una canción, o si se aburre si lo que está escuchando supera la barrera de los tres minutos, es parte de un condicionamiento al que ha sido sometido sin piedad, y lo peor, ni siquiera tiene conciencia de ello, y yo creo que la radio comercial, en su vacío absoluto y en su carencia de contenidos, es responsable, entre otros factores, de esto. A la radio comercial le interesa vender y el comprador siempre es más dócil y manipulable si carece de un criterio propio, es decir, la idea es crear necesidades que no tenemos, hacernos creer que si no tienes un Iphone 13, o no sé en qué numeración se encuentren ahora, careces de valor como persona, de esta manera no es complicado darnos cuenta que es más fácil crear necesidades en alguien que escucha reguetón que en alguien que escucha a Chick Corea, Miles Davis, Gustav Mahler o King Crimson.

Decía Lennon que “todos somos el reflejo de la música que escuchamos”, es decir, dime qué escuchas y te diré quién eres, y esto incluye no sólo la duración de los temas musicales, sino el contenido de lo que se escucha, yo agregaría: dime qué escuchas y te diré qué tan manipulable eres, presa fácil de la diosa mercadotecnia. No es entonces complicado entender que todo comentario crítico, todo proceso analítico en lo que ha música se refiere, resulta incómodo principalmente a los medios de comunicación encargados de transmitir canciones de tres minutos con presentadores de canciones que hablan mucho y pero sin propuesta, sin contenido. A mí me han dicho muchas veces que soy un irrespetuoso por ofrecer un punto de vista crítico, pero en mi carrera como comunicador siempre me he mantenido lejos de la corrupta retórica halagadora, no soy porrista de nadie.

Reivindiquémonos con la música, y si la obra musical dura 90 minutos o más como la Sinfonía No. 3 de Mahler, mejor, hay demasiada música qué escuchar para perder el tiempo con nimiedades. ¡Que así sea!



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