El odio hacia Andrés Manuel López Obrador ha desatado una polémica estéril y peligrosa, la discusión sobre los nuevos libros de texto gratuitos. Estéril porque en la conversación pública no se está abordando el tema de la educación y la urgencia de abatir el rezago educativo, que se elevó por la pandemia de covid-19, hasta el momento el único propósito de quienes se oponen a estos libros es detener su distribución; peligrosa porque tanto el oficialismo como la oposición basan sus posturas en mentiras y exageraciones.
La discusión sobre los libros de texto gratuitos es cíclica, cada vez que se generan nuevos libros se desata, invariablemente aparece un grupo que se queja por no sentir que en los contenidos se presenta la información necesaria para que sus hijos reciban la educación que requieren, grupos que olvidan que los libros solo son una herramienta que los maestros emplean en el aula y que no se puede dejar la responsabilidad total de la educación a la escuela, Mark Twain ironizaba así: “Nunca he permitido que la escuela entorpeciese mi educación”; de lo que no se está hablando es del modelo educativo y de la necesidad de generar vías para una mayor participación de todos en la forma en que se educa a nuestros hijos.
Los argumentos que se oponen a la distribución de los libros se concentran en los contenidos , en muchas ocasiones sin haberlos revisado, como si la educación únicamente consistiera en la lectura de los textos, pasando por alto la experiencia en el aula, la socialización del conocimiento con los compañeros, la labor de guía de los maestros y, sobre todo, cómo el aprendizaje se debe ampliar y confirmar en casa.
La discusión es peligrosa porque se aprovecha el desconocimiento de los libros para inventar teorías de la conspiración, es cierto que hay muchos errores, muchos de ellos ya han sido difundidos a través de las redes sociales, sí hay una infografía sobre el sistema solar incompleta, Benito Juárez no nació el 18 de marzo de 1806, una recta numérica en que se marca que tres cuartos son menores que cinco octavos, y otros tantos, pero no hay libro perfecto, para eso existen las fe de erratas; sin embargo, las acusaciones de que son instrumento para ideologizar y que “México está en peligro por un virus que se creía erradicado, el virus comunista” como dijo Javier Alatorre criticando el material que será distribuido entre los estudiantes, son un exceso, aunado a otras mentiras que se difunden como si fueran parte de los contenidos.
Peligrosa porque la ignorancia provoca comentarios como el de Marko Cortés, dirigente nacional de Acción Nacional, quien con el pretexto de que los libros presentan errores de todo tipo, tienen “grandes mentiras públicas” y un “peligroso contenido ideológico”, llamó a los padres padres y madres de familia a que desechen el material escolar o que “al menos “les quiten las hojas que ustedes consideren que no son convenientes para la educación de sus hijos”, a partir de esa declaración, no han faltado los imbéciles que convocan a la quema de esos libros.
A las acusaciones en contra de los libros, el gobierno de López Obrador ya propuso que se revisarán los libros y que para asegurar que sean comprendidos por todos se realizarán programas de televisión donde la secretaria de Educación y especialistas expliquen de qué van los libros; justo por esa simpleza es que esta discusión es estéril, el gobierno federal distribuirá los libros aunque haya amparo o no, los maestros recibirán una presión extra por parte de los padres de familia y en casa se seguirá sin discutir cómo las familias deben participar en el proceso de educación de los hijos.
La discusión se olvidará cuando la oposición encuentre un tema más atractivo para atacar al gobierno de López Obrador, el ciclo escolar iniciará cuando está señalado en el calendario sin que se resuelva nada del modelo educativo y, con el paso del tiempo, quedarán en la basura las mentiras con que hoy se hace escándalo, sin realizar ninguna acción concreta para abatir el rezago educativo.
Coda. En una conferencia, Jorge Luis Borges señaló que de los diversos instrumentos inventados por el hombre, el más asombroso es el libro, por ser una extensión de la memoria y de la imaginación; el autor de Ficciones finalizó esa charla así: “Si leemos un libro antiguo es como si leyéramos todo el tiempo que ha transcurrido desde el día en que fue escrito y nosotros. Por eso conviene mantener el culto del libro. El libro puede estar lleno de erratas, podemos no estar de acuerdo con las opiniones del autor, pero todavía conserva algo sagrado, algo divino, no con respeto supersticioso, pero sí con el deseo de encontrar felicidad, de encontrar sabiduría”.
@aldan