Porfirio/ Esencias Viajeras  - LJA Aguascalientes
21/11/2024

En pasados días el jardín del Barrio de Guadalupe cumplió un aniversario más de ser establecido, al menos de eso da certeza una placa de piedra cincelada hace 136 años colocada en uno de sus extremos. Esa placa, esa piedra, continúa al día de hoy inmutable, sólida, tal cual concebía la historia el filósofo alemán Schopenhauer refiriendo en su pensamiento que el mundo es una especie de realidad casi inamovible semejante a una roca, a una piedra, tal vez sin suponerlo los encargados del Ayuntamiento de aquellos años quisieron lanzar con una honda una metáfora que viajará por el tiempo.

Este lugar era un sector para el cultivo de huertas en la época del Virreinato, con hacendados españoles y criollos, labradores mestizos e indígenas, que pasó después a ser parte de la Iglesia aun en la época colonial y ha convertirse en el Panteón de Guadalupe siendo el principal de la ciudad durante el siglo XIX, ahí se sepultaron mujeres y hombres que vivieron esos tiempos; ya fueran adeptos a la corona española o encendidos patriotas antiimperialistas que estuvieron en la independencia del país guiados en el vecino estado por un tal Hidalgo, un tal Allende, un Morelos, fue camposanto de alfareros que leyeron en los diarios sobre la primera constitución del país, de soldados de la guerra contra Estados Unidos y espectadores en la pérdida de la mitad del territorio, de curtidores y campesinos que votaron a Benito Juárez como presidente viendo por primera vez a uno de los suyos llegar al poder, lugar de descanso de dueños de adoberas persignados ante las Leyes de Reforma, de idealistas en algún bando de la intervención francesa, de señoras de buenas costumbres que escucharían con gusto la llegada de Maximiliano de Habsburgo, osario de ciudadanos liberales que participaron en la restauración de la República. Tras una epidemia de tifo y por cuestiones de sanidad para los habitantes del barrio, el lugar dejaría de usarse como cementerio, debido a la Reforma la pertenencia del lugar pasó al Estado, sería clausurado en 1875 y se convertiría oficialmente en el “Jardín Porfirio Díaz” diez años después de que este asumiera la presidencia.

Quizá la placa de piedra que da fe del día de la inauguración del jardín el 20 de julio de 1887 no sea casual y fuera un alegórico regalo al dictador pensado por una avispada mente burocrática de la ciudad de Aguascalientes, ya que 14 días antes (6 de julio) Díaz por medio del Congreso de la Unión decretó una de las leyes más trascendentales en su años de poder; -Que quedaban libres de toda contribución federal, local y municipal, las minas de carbón, de piedra en todas sus variedades, las de petróleo, y las de hierro y azogue. Posiblemente la piedra que conmemora esta fecha en realidad sea el símbolo de un nacimiento prematuro del neoliberalismo en nuestro país, de la exfoliación de los recursos naturales y de la entrega de los bienes del pueblo a manos privadas, preferentemente extranjeras, tal vez se mas que una simple piedra en un jardín, tal vez con su áspera dureza sea una lección de historia.

A partir de entonces en este jardín de álamos y fresnos, en su quiosco octogonal, en su piso de adoquines y en sus bancas de hierro forjado se habrán paseado y reunido los conservadores para mantener en el poder a Díaz a consta de la opresión y la sangre de los mas pobres, de un México bárbaro, se habrán arremolinado los peones de las huertas y los obreros de la fabricas para asistir a la Convención Revolucionaria, arengando a un tal Villa, a un tal Zapata, uniéndose a la División del Norte, los fieles católicos se agruparían en secreto en el templo a unos pasos del jardín para organizarse en apoyo a los cristeros del Bajío y de los Altos contra la “Ley Calles”, se celebro con verbena popular el anuncio en radio de la expropiación petrolera en voz de Lázaro Cárdenas, las mujeres rebeldes del barrio pasearon orgullosas después de haber votado por primera vez, un par de bachilleres escucharían el rumor de una matanza estudiantil en Tlatelolco, un nutrido grupo de ferrocarrileros se habrá alistado con banderas rojinegras para la huelga, después para huir de la feroz represión, comerciantes de textiles se asombrarían ante el terremoto que cimbro la capital, aspirantes a lideres charros vitorearon fraudes electorales, negocios al cobijo del poder y compadrazgos, el jardín ha arropado indigentes que padecieron crisis y devaluaciones, madres han pegado carteles en los postes de las luminarias de luz ámbar buscando a sus hijos desaparecidos, jóvenes decididos se involucran en el camino de la transformación, niños y niñas se columpian antes de asistir a la primaria de educación publica mientras en sol despunta detrás de la torres barrocas de filigrana en piedra del Templo de Guadalupe y el tiempo se traduce en campanadas.

Por el jardín se han paseado sueños patrios de independencia y libertad, de poder, de vanidades, de fanatismo religioso, tragedias, simulaciones, han corrido niños con sus primeros juguetes y caminado ancianas para su última liturgia, en sus bancas se esconden conversaciones sediciosas y atrevidas, ideas de sumisión y costumbre, de hastío, se han confabulado planes, aventuras, se han leído libros y declamado poemas, se ha instalado el ocio, el olor a tierra mojada, se han paseado unos hermosos ojos iridiscentes, un aroma, una nube, un gato, una paloma, las jacarandas han dejado caer sus flores en la tranquilidad de pertenecer al margen de los hechos. Y la placa de piedra continúa ahí, cincelada, solitaria, indiferente, asistente inalterable, esperando el desgaste del tiempo hasta borrar el surco de sus letras y olvidarse de sí misma cuando su arena se una a la polvareda de otra historia. 


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LJA 07/05/2019

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