Los murales del Palacio de Gobierno no son los únicos que realizó en Aguascalientes el pintor chileno Oswaldo Barra Cunningham. Antes, y conjuntamente con Roberto Ramírez García y Enrique Valderrama, plasmó el de menores proporciones que se encuentra en la actual sede del Instituto Estatal del Deporte, en sus orígenes Casa de la Juventud, y al que corresponde la imagen.
De hecho es posible afirmar que este mural fuera el punto de partida de la relación que el pintor mantuvo con Aguascalientes prácticamente hasta su muerte, acaecida en 1999.
Este mural fue pintado en el transcurso de 1960, en la flamante instalación deportiva, que el presidente López Mateos inauguró en su visita de febrero de 1961, y que lleva por título “Las cárceles y el impulso revolucionario”.
Vale la pena acercarse al artículo “Proyección hacia un futuro promisorio”, del historiador Luciano Ramírez Hurtado, publicado en la revista del Instituto Cultural de Aguascalientes Parteaguas, que ofrece una amplia explicación sobre esta obra, incluidos los nombres de los otros colaboradores de Barra.
Por cierto que no sabemos quién hizo qué, pero tengo la impresión de que quien dibujó fue Barra. Lo digo porque ese brazo extendido es una constante en su pintura. A reserva de una revisión detallada, el mismo trazo se encuentra en el mural pintado en la pared de las oficinas del Ejecutivo estatal, justo en el medio, a un lado del escudo nacional.
Tanto el pintor como el gobernador Luis Ortega fueron ampliamente criticados por aparecer en el primer mural que Barra realizó en el Palacio de Gobierno, en el espacio correspondiente a la cultura, acusados de pretender perpetuarse a expensas del erario público, con el que se había pagado la pintura, pero a nadie se le ocurrió decir nada cuando se hizo lo propio con la pintura de la Casa de la Juventud.
En efecto, en segundo plano, justo detrás de la mujer que atestigua la entrega de la Constitución a un joven, aparece el gobernador Luis Ortega Douglas, no observando al Primer Mandatario de la nación, sino algo hacia su derecha. En rigor ninguno de los personajes pintados observa a López Mateos. Todos miran… vaya usted a saber qué.
Finalmente, no estaría mal que esta obra fuera sometida a una restauración. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].