Ankara, Turquía. 15 de mayo de 2023. Una multitud extática ondea las banderas de Turquía y los estandartes del oficialista Partido de la Justicia y el Desarrollo (AKP, por sus siglas en turco). Los decibeles suben cuando aparece el presidente Recep Tayyip Erdogan, quien ni tardo ni perezoso, dice a sus adláteres que su causa cuenta con una “clara ventaja” sobre el candidato socialista, Kemal Kilicdaroglu. A continuación, Erdogan fustiga a su oponente, a quien acusa de “intentar engañar a la opinión pública” y congratula a los turcos por demostrar, una vez más, su “madurez democrática”.
La escena arriba relatada sirve como prólogo al presente artículo, el cual pretende explicar la importancia, en términos geopolíticos, de la elección en Turquía.
Primero un poco de historia: en noviembre de 2015, un avión turco derribó una aeronave rusa en la frontera entre Siria y Turquía. El mandatario ruso Vladímir Putin reaccionó visceralmente, pues acusó a Erdogan de realizar “una puñalada por la espalda” y de ser un “cómplice de terroristas”. El incidente llevó al borde de una conflagración a los dos países. No obstante, Rusia prefirió imponer sanciones económicas y aumentar su apoyo diplomático y militar al presidente sirio, Bachar al-Assad.
Siete meses más tarde ocurrió un cambio geopolítico que cimbró a Europa y al mundo: el 23 de junio de 2016 el electorado británico decidió salirse de la Unión Europea. Esto fue un balde de agua fría para Turquía porque significaba que la oportunidad de ser miembro del club europeo se había vaporizado, ya que el Reino Unido veía con buenos ojos su eventual ingreso.
El 15 de julio de 2016, miembros de las fuerzas armadas de Turquía intentaron un golpe de Estado contra Erdogan. Sin embargo, el cuartelazo fracasó porque la mayoría de los integrantes del instituto armado, la policía y una gran parte del pueblo turco respaldaron al mandatario. Inmediatamente, Erdogan y sus partidarios acusaron a Fethullah Güllen, un sacerdote residente en la Unión Americana, de tramar la intentona golpista con el apoyo de la CIA, la Agencia Central de Inteligencia. El mutismo estadounidense contrastó con el apoyo público manifestado por Irán y Rusia.
Sin ceder un ápice en sus intereses en Siria, Erdogan estableció una alianza con Putin, la cual se manifestó en proyectos de infraestructura, el otorgamiento de visas a los trabajadores turcos y el incremento del turismo ruso con destino al país euroasiático. La apuesta de Erdogan por Rusia fue validada, pues, en 2018, las negociaciones de adhesión de Turquía a la Unión Europea fueron congeladas indefinidamente. Por último, vino la pandemia del Covid-19.
Sin embargo, la alianza ruso-turca no menguó, pues cuando Vladimir Putin ordenó el ataque contra Ucrania, en febrero de 2022, Erdogan, a pesar de ser miembro de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), no impuso sanciones económicas a Rusia, ofreció sus servicios como mediador y logró sentar a la mesa a las partes en conflicto.
Fruto de esa mediación fue la posibilidad de llegar a un acuerdo entre las partes beligerantes, en abril de 2022. No obstante, el entonces primer ministro británico Boris Johnson torpedeó las pláticas de paz porque “no se puede negociar con Putin y Occidente no está listo para terminar con la guerra”1.
Afortunadamente, no todo se perdió porque, gracias a los turcos, se pudo concluir el acuerdo que permite a Ucrania exportar, a través de sus puertos en el mar Negro, su trigo y a Rusia comercializar sus cultivos y fertilizantes2.
A principios del año en curso, Erdogan sólo tenía un reto: reducir la inflación, la cual alcanzó un porcentaje del 85% en el año 2022. Sin embargo, en febrero un fuerte temblor sacudió a Turquía (y a Siria). Se calcula que más de 50 mil turcos fallecieron y el daño se computó en $ 105 billones de dólares.
Luego, en marzo de 2023, ocurrió la distensión entre Arabia Saudita e Irán, promovida activamente por China. Este evento alteró la correlación de fuerzas en el Medio Oriente y demostró, tanto a los Estados Unidos como a la Unión Europea, que los países de la zona son capaces de promover y proteger sus intereses nacionales.
Con todos los eventos arriba mencionados, la elección presidencial en Turquía cobraba especial interés ya que el resultado determinaría la orientación de la política exterior de un país considerado como “un puente terrestre”3 entre los Balcanes, el mar Negro, el Cáucaso, el Medio Oriente y Asia Central.
El escribano concluye: si Erdogan triunfa en la segunda vuelta, la cual ocurrirá el 28 de mayo, serán buenas noticias para Rusia porque los lazos entre ambos países se han estrechado por su vecindad y por sus respectivas diferencias con los Estados Unidos; igualmente, Erdogan probablemente se acercará más al proyecto chino de la Nueva Ruta de la Seda; en el caso de la Unión Americana, hay “un déficit en la confianza” por el apoyo al fallido golpe de Estado de 2016 y por su continuo respaldo a los grupos separatistas kurdos.
Aide-Mémoire. – Según la experta en asuntos internacionales, Fiona Hill, la Rusia de Vladimir Putin está encabezando una rebelión global contra el orden mundial establecido por los Estados Unidos.
Recursos consultados
1.- Diplomacy Watch: Did Boris Johnson help stop a peace deal in Ukraine? https://responsiblestatecraft.org/2022/09/02/diplomacy-watch-why-did-the-west-stop-a-peace-deal-in-ukraine/
2.- How the Ukraine Grain Deal Went from Boon to Burden for the Kremlin https://carnegieendowment.org/politika/89307
3.- Kaplan, Robert D. The Revenge of Geography: What the map tell us about coming conflicts and the battle against fate. Random House, New York, 2012, p. 285