En mayo de 2023 la Organización Mundial de la Salud y una inmensa cantidad de países, incluido México, declararon el fin de la emergencia de salud pública por la covid-19. La noticia no generó la algarabía esperada cuando, en medio de la pandemia, deseábamos una fecha para poner fin a todas las medidas que establecimos para no morir, el proceso de adaptación como seres humanos fue tan rápido y radical, que ya nos queda claro que tendremos que convivir con el virus y el fin de la emergencia no significa otra cosa que las medidas de excepción que los gobiernos impusieron para evitar un mayor número de muertes y afectaciones económicas, sociales y culturales.
El fin de la emergencia es el momento de analizar con la mayor objetividad cuáles fueron los aciertos y los errores que los distintos gobiernos desarrollaron para proteger a la población para obtener un diagnóstico que permita establecer las políticas de prevención necesarias ante otra probable pandemia. Antes que el ajuste de cuentas con quienes administraron los servicios de salud, urgen medidas de prevención por parte de las autoridades para asegurar que una tragedia como la pandemia no vuelva a cobrar millones de vidas.
En México, justo un día después de que Hugo López-Gatell declarara el fin de la emergencia, un juez ordenó a la Fiscalía General de la República continuar con la investigación al subsecretario de Salud y determinar su responsabilidad en las muertes ocasionadas por la pandemia; López-Gatell ha sido acusado de faltar a su deber de cuidado, “negligencia y falsos informes dados a la población”. La orden de reabrir la investigación ha polarizado a la opinión pública, entre quienes defienden al empleado de Andrés Manuel López Obrador a capa y espada y aquellos quienes quieren ver en la cárcel al funcionario por el mal manejo de la emergencia.
A pesar de reconocer la importancia de continuar la investigación para que se cumpla con la rendición de cuentas, en lo personal, me tiene sin cuidado el futuro de López-Gatell, su probable juicio se convertirá en un motivo más para la polarización y debates inútiles entre los fieles de la Cuarta Transformación y los adversarios de López Obrador, mientras que al país lo que le urge es el establecimiento de un sistema de salud con universalidad capaz de atender, sin distingos, a millones de mexicanos.
Subrayo que en lo personal me tiene sin cuidado porque, al final de la emergencia, sigo maravillado por la calidad de la respuesta de la humanidad ante la pandemia, no me dejan de sorprender los avances de la ciencia, las muestras de solidaridad, el desarrollo de la empatía y nuestra capacidad de adaptación.
Mi familia es sobreviviente del terremoto de 1985 en la Ciudad de México, mucho de lo que aprendimos tras esa tragedia lo equiparo con las habilidades adquiridas para sortear la pandemia, de ahí mi optimismo; sin embargo, no puedo dejar de notar una diferencia enorme entre el desarrollo de una cultura de protección civil y las medidas provisionales con que nos organizamos para evadir la muerte y evitar más contagios de coronavirus.
De manera provisional realizamos cambios en nuestra vida laboral, aprendimos a sacar provecho de la tecnología para el comercio, la educación y el ocio, aceptamos la distancia social, redujimos al máximo el contacto con el otro, durante tres años fuimos probando medidas temporales para adaptarnos a las circunstancias y si uno vivió para contarlo da por hecho que funcionan, haciendo a un lado que eran decisiones temporales.
Durante la pandemia logramos adaptar la vida a una “nueva normalidad”, una forma de vida parecida que semejaba el tiempo en que no existía el coronavirus; hoy, ya no se habla más de cómo debería ser la “normalidad” requerida, el debate está en cómo hacer permanentes las medidas temporales, así de enfocados estamos en el ciclo productivo, en nuestra condición de trabajadores, que la gran discusión está en concentrada en el home-office y la revolución que implicó.
Durante la pandemia empeoraron los trastornos de salud mental, nos descubrimos víctimas de la ansiedad y la depresión, aislados se lidió con nuevas formas de miedo, tristeza, soledad y estrés; hoy, cuando de nueva cuenta podemos hacer las calles nuestras, lo hacemos con las herramientas provisionales que establecimos para no sufragar, es posible que con el paso del tiempo, las reglas que establecimos fallen, muestren la fragilidad de una solución acotada en el tiempo y sin tomar en cuenta el largo plazo; antes de la nueva emergencia, es tiempo de hablar de nosotros.
Coda. “El instante transcurrido es ya pasado; el instante que aún queda, es futuro.” San Agustín. Las confesiones.
@aldan