En la historia de la humanidad, lo ocurrido en las ciudades ha sido motivo de interpretaciones, interrogantes y comparaciones. La ciudad misma ha sido un objeto de reflexión y fantasías, desde Platón que en su República soñaba con una sociedad perfecta, pasando por Tomás Moro que ante la desordenada sociedad inglesa concibe Utopía o Campanella, que frente al caos que su sensibilidad observa plantea La ciudad del Sol.
El rasgo común en la reflexión urbana es la búsqueda de una renovación social y política frente al caos y al desorden. Tomemos tres ejemplos.
La historia de Atlántida ha cautivado a miles de personas desde que Platón la mencionara por primera vez en sus Diálogos en el siglo VI aC, para detallar la guerra entre la Atenas prehelénica y la federación de reyes de la Atlántida. Para el filósofo, la Atlántida había sido una isla de ensueño, gobernada mitológicamente por Poseidón, el dios de los mares, y habitada por una sociedad iluminada, poderosa en la guerra y versada -como pocas- en el comercio, el arte y la cultura. La Atlántida de Platón era hermosa, su descripción la asemeja a Venecia, una ciudad luminosa, rodeada de canales por los que navegaban numerosas embarcaciones. Es la propia narrativa platónica que indica que la Atlántida tuvo un final inesperado, debido a su corrupción moral, cuando luego de muchos años de prosperidad la gran ciudad sucumbió ante la venganza de la naturaleza y, “en un solo día y una noche terrible”, terminó hundida en las profundidades del mar tras un terremoto salvaje.
Lo cierto es que el mito sobre los atlantes y su ciudad ha llegado a nuestros días sin aclarar si se trató de una figura platónica para advertir los peligros de la arrogancia y desmesura humana, o para ilustrar que esta ciudad ficticia es completamente real. Aquí el primer ejemplo, una reflexión que parece indicarnos que cuando una ciudad pierde el orden y la belleza, cuando su sociedad pierde la virtud, desaparece.
Miles de años después, Tomás Moro publicó Utopía en 1516, uno de los textos políticos más importantes de la Edad Moderna, que para responder ¿puede haber un Estado justo que permita que todos vivan felices y bien atendidos? imagina una comunidad ficticia basada en los ideales filosóficos y políticos del mundo clásico y el cristianismo. Organizada en una república compuesta por 54 ciudades-estado de la misma extensión, con la misma forma y a distancias semejantes, se asentó sobre un territorio con forma de media luna y una bahía al centro.
Su población habitaba casas iguales, seguía un diseño racional y previsor en luminosidad y ventilación. No había propiedad privada y cada diez años se cambiaban por sorteo. La población se organizaba en un sistema patriarcal, representativo y con voto directo; con un Senado donde se consultaba todo acerca de la república y aunque el príncipe era vitalicio, podía deponerse por tiranía.
En Utopía la esclavitud era el castigo a quienes cometían crímenes. Había pocas leyes, una prohibía la caza, otra reírse de personas con discapacidades. Había libertad religiosa, se practicaba la tolerancia y primaba una moral hedonista y pacifista.
En su reflexión sobre la ciudad, Moro planteó una crítica a la sociedad de su época, a la forma existente del Estado, discutió si debe haber propiedad privada, si la igualdad social es buena, si es posible generar lo suficiente sin que alguien ambicione más, si es posible un jefe de estado bueno y justo que no haga la guerra. En sus respuestas, Utopía es sumamente moderna: el sueño de una vida digna, sin orgullo, envidia, ambición de poder, donde la población se subordina al interés social y encuentra placer en cumplir con sus deberes.
Para 1602 Tomas Campanella, un fraile dominico, nos ofrece una tercera reflexión en La Ciudad del Sol. Un importante texto filosófico-religioso inspirado en Utopía. La Ciudad del Sol tendría un templo elevado y cerrado por siete círculos concéntricos con los nombres de los siete planetas. El poder de la ciudad tendría un carácter científico, encarnado por un jefe de Estado, el Metafísico (Hoh), y tres ministros: Pon, con mando sobre el cuerpo militar; Sin, con mando sobre la dirección de los estudios; y Mor, con mando sobre la generación y la puericultura.
Para enseñar el saber, Campanella diseña un sistema educativo, donde la educación y la cultura tienen importancia máxima, pues la ignorancia de las clases humildes es instrumento de dominación de los poderosos, por lo que abatirla es esencial para reducir la miseria.
Los habitantes solares vivían una vida conforme a la filosofía, se someten a los dictados de la razón, de acuerdo a los cuales, el régimen utópico de Campanella es comunista, donde el egoísmo es sustituido por la comunidad, que tendría todo en común, es decir, no habría requerimiento ni de dinero ni de familia, lo que eliminaría los robos, los crímenes, la violencia.
Estos tres ejemplos nos muestran que la razón es el principio de la utopía y que ésta, en relación a nuestras urbes, no es otra cosa sino plasmar emprendimientos de un plan de ciudad y, en un sentido último, implica diseñar programas de acción que apelan a la perfectibilidad y el progreso del género humano. Eso lo hemos perdido de vista.
Atlántida, Utopía y La Ciudad del Sol plantearon críticas a su presente, mostraron la contraparte que resolvía los problemas de sus realidades, donde la ciudad y sus habitantes fueron siempre origen y motivo de reflexión y acción ¿Cuáles son nuestras utopías? ¿Dónde se asientan nuestras preocupaciones y hacia dónde quisiéramos dirigir las resoluciones de los problemas urbanos que enfrentamos? ¿Cuál será la utopía que sobre nosotros se cuente en 500 años? Es tiempo de empezar a soñarla.
njimenez@crim.unam.mx
Fuentes
Fernández, Tomás y Tamaro, Elena (2004) Resumen de La ciudad del Sol, de Tommaso Campanella. En Biografías y Vidas. La enciclopedia biográfica en línea.
Krauze, Enrique (2019) El destino de la Atlántida. Podcast Historias perdidas.
Montagut Eduardo (2018) La ciudad del sol de Campanella. Nueva tribuna.