“Existimos en la desolación del alcance de nuestro entendimiento, más allá no existe nada, ni las coronas, ni las banalidades, tal vez lo más real sea un sueño”.
Estimado lector de LJA.MX, con el gusto de saludarle como cada semana, quiero aprovechar esta ocasión para agradecerle por su tiempo y su disposición, del mismo modo en la columna pasada titulada “Niebla” hice referencia al libro de Miguel de Unamuno, en donde existe una controversia literaria meta filosófica existencial con el personaje de Augusto Pérez. Recordemos que el personaje se revela contra su creador, y este le condena a desaparecer, no obstante, aquí se presenta una gran disyuntiva, si el personaje principal desaparece el cual era una ficción, entonces ¿Qué pasa con el entorno relacionado a el mismo?
El libro de Miguel de Unamuno refiere en su epílogo una despedida por parte de Orfeo a su amo Augusto Pérez, Orfeo es el perro del personaje, pero en este acto deja entrever una referencia verdaderamente loable sobre lo que representa el ser humano, una especie rara y confusa que ha creado al lenguaje para crear más cosas y complicar su existencia, a continuación, le expreso algunos fragmentos para ir comentándolos uno a uno.
“¡Qué extraño animal es el hombre! Nunca está en lo que tiene delante. Nos acaricia sin que sepamos por qué y no cuando le acariciamos más, cuando más a él nos rendimos nos rechaza o nos castiga. No hay modo de saber lo que quiere, si es que lo sabe él mismo. Siempre parece estar en otra cosa que en lo que está, y ni mira a lo que mira. Es como si hubiese otro mundo para él. Y es claro, si hay otro mundo, no hay este”.
Efectivamente creo que los seres humanos estamos en absoluta distracción, presionados y fustigados por el pasado, iracundos por el futuro, y desperdiciados en el presente. Nunca se ha sabido que perseguimos, el dinero, el poder, la fama, nada de eso le da una satisfacción final al humano, está incompleto, es redundante es sus escapes existenciales, es niebla.
“Es un animal enfermo, no cabe duda. ¡Siempre está enfermo¡¡Solo parece gozar de alguna salud cuando duerme, y no siempre, porque a veces hasta durmiendo habla ¡Y esto también nos ha contagiado! ¡Nos ha contagiado tantas cosas!”.
Con el párrafo anterior se logra apreciar una tesitura de que los humanos tenemos un comportamiento atípico a las demás especies, el proceso dinámico es similar al de un virus, en donde nos establecemos agotamos los recursos naturales y explotamos al sistema, nos describe como una enfermedad, no trascendemos, lapidamos la posibilidad de un mundo mejor, hablamos porque la conciencia no está en paz, se encuentra en constantes debates sobre un tiempo que aún no llega, contagiamos, proyectamos al ego en cada expresión del entorno, tratamos de subyugar a lo que es eterno, sin darnos cuenta.
¡Los hombres guardan o almacenan sus muertos, sin dejar que perros o cuervos los devoren! Y que quede lo único que todo animal, empezando por el hombre, deja en el mundo: sus huesos. ¡Almacenan sus muertos! ¡Un animal que habla, que se viste y que almacena sus muertos! ¡Pobre hombre!
Sin duda alguna la referencia nos lleva a una reflexión, en una esencia egoica de almacenar algo que no tiene sentido almacenar, es algo similar a la constante pretensión de obtener y procurar lo material para que en los últimos momentos de aliento que tenemos, nos demos cuenta de que nada físico es permanente, pero los humanos queremos dejar algo aun cuando no estamos, peleamos contra una naturaleza perfecta y sin vanagloria. Las grandes complejidades que tenemos los humanos desde la arista de Orfeo son banalidades fuera de la tesitura esencial, no obstante, son condenas, son la disrupción de la libertad.
El personaje que ya no está, que desapareció por la decisión de su propio creador, tiene una despedida, una última invocación por parte de la especie más leal al ser humano, el perro, y es precisamente desde su candor que le despide, le cuestiona, le replantea, pero al mismo tiempo le ama y le es fiel hasta los huesos, en esta vida y en las que siguen.
Reconstruimos en el afán más grande de que siempre estaremos, devolver lo que nunca nos perteneció y dar lo que nunca fue nuestro, ahí está nuestra existencia. Sólo la distancia, el tiempo y la fantasía serán la imperiosa e ineludible necesidad de abrazarnos y perdonarnos, por lo que le hemos hecho al mundo.
In silentio mei verba, la palabra es poder.