Esta citadísima frase -“Après moi le déluge” (“Después de mí, el diluvio”)- se atribuye a Luis XV, penúltimo rey francés antes de la Revolución. Luis XV, que tuvo un larguísimo reinado, es más conocido por sus numerosas amantes (las más célebres, la marquesa de Pompadour y la condesa Du Barry) que por sus aciertos como gobernante. Su acción política y financiera fue tan contradictoria e incompetente que, al parecer, pronunció la frase, significando, acertadamente, que iba a dejar una herencia imposible a su sucesor. (Gabriel Tortella, El Mundo. 26/06/2018)
Reconociendo lo atinado de la perspectiva que el columnista de El Financiero, Macario Schettino, en su colaboración El diluvio, del 14 de abril pasado, nos dimos la libertad de seguir esa visión de lo que es hoy una descripción del clima en el país, a sólo 16 meses y días de que concluya el gobierno del presidente López Obrador. Durante el tiempo que ha transcurrido desde que ganó las elecciones en julio de 2018, el presidente ha impulsado una agresiva estrategia para desmantelar el Estado mexicano, teniendo éxito en muchas de sus acciones, y estableciendo un agresivo asedio en aquellas instituciones que se le han resistido, o por su fortaleza constitucional, o por el apoyo y respaldo de la ciudadanía independiente, o por ambas circunstancias.
Señala Schettino: “El resultado es la destrucción del Estado: (el Estado mexicano, ya) no es capaz de llevar a cabo las funciones que tiene asignadas, el dinero se direcciona al reparto y no se discute el futuro, sino el pasado. Por un rato, la inercia puede mantener la imagen de que el gobierno existe, pero tarde o temprano empiezan a aparecer las fallas: no hay medicinas, no hay vacunas, se acaban las becas, crece la deuda, se deteriora la infraestructura, se pierde el control del territorio.”
Hoy, de esas funciones básicas que debe proporcionar el Estado a los mexicanos, están mermadas en sus cimientos. La estructura institucional prácticamente ha desaparecido o está debilitada profundamente en sus raíces. Vayamos por partes.
El sistema de salud, desde 2019 ha ido paulatinamente desmantelándose, sobre todo a partir de la desaparición del Seguro Popular y la creación del Instituto Nacional de Salud del Bienestar, Insabi, mismo que, a más de tres años de su aparición, no ha logrado proponer una verdadera plataforma de los servicios de salud que debe ofrecer el Estado. Ello no fue favorecido por la coincidencia de la pandemia en marzo de 2020 del Covid y la pésima estrategia para atender la crisis sanitaria, que dejó al país con casi 750 mil muertes derivadas de esa mala gestión por parte de las autoridades de salud federales (remember López Gatell). Agreguemos la cancelación de la adquisición de medicamentos de todo tipo, que metió al país en una crisis de disposición de fármacos, so pretexto de “combatir la corrupción” en ese sector. Los paganos de esa decisión ha sido el pueblo bueno de México. Y nada del sistema de salud “mejor” que el de Dinamarca.
En educación, y con relación al Acuerdo de cooperación México-OCDE para mejorar la calidad de la educación de las escuelas mexicanas, la mejora en la calidad educativa (debe ser) una prioridad política y social en México, especialmente en años recientes, debido a las altas tasas de pobreza, la fuerte desigualdad y el aumento de la criminalidad. Hacia junio del año pasado, y conforme al diagnóstico del mismo Acuerdo de cooperación México-OCDE, todavía una alta proporción de jóvenes no finalizan la educación media superior y el desempeño de los estudiantes no es suficiente para proporcionar las habilidades que México necesita: la mitad de los jóvenes de 15 años de edad no alcanzó el nivel básico 2 de PISA (el promedio de la OCDE fue de 19.2% en 2006). La jornada escolar es corta, con tiempo de enseñanza efectiva insuficiente; y en muchas escuelas la enseñanza y el liderazgo son de baja calidad, y el apoyo con el que se cuentan es débil.
Siguiendo con este tema y la OCDE, México destina 3.6 veces menos por alumno en educación primaria y 3.9 menos en nivel secundaria, que el promedio de los países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). De acuerdo con el reporte “Panorama de la Educación 2022” del organismo, el país destinó 2,977 dólares por estudiante en nivel primaria (alrededor de 58,000 pesos), cuando el promedio es de 10,722 (unos 215,000 pesos). En tanto que por alumno en secundaria invirtió 2,890 dólares (alrededor de 60,000 pesos), cuando la inversión promedio es de 11,400 dólares (229,000 pesos). (Expansión Política, 3 de octubre del 2022). Así el futuro del país.
Con relación a la adquisición de las 13 plantas de Iberdrola, a través del fondo de inversiones de MIP con recursos de Fonadin, por 6 mmdd, aunque en el discurso oficial evaden el tema del aumento de la deuda pública, es un hecho que la SHCP deberá buscar los recursos que se han comprometido para dicha compra, como un compromiso del gobierno de México con ese fondo privado. Enredar al pueblo mexicano es una constante de la 4t. Más deuda, no hay aumento de la infraestructura productiva, no hay “nacionalización”, ni más energía. De ese tamaño el engaño.
Y la inseguridad sigue galopante a lo largo y ancho del territorio nacional, más de 151 mil muertes violentas, marcan el sexenio de la “transformación”; el control, documentado, de gran parte del territorio nacional por organizaciones criminales, pone en evidencia que el proceso de militarización de la seguridad pública no es el camino correcto para resolver el entuerto que ya es señalado por instancias internacionales, y sufrido por la población mexicana. Y el inquilino de Palacio Nacional, cegado por su propio brillo, no ve esos enormes nubarrones que se extienden por el cielo del país, en la última etapa de su reinado gobierno.
Así, el presidente López Obrador, ensimismado, sólo alcanza a sentenciar: después de mí, el diluvio. No importa quién sea el sucesor.