Envidio a esa gente que se forman largas horas para adquirir una entrada ya sea de sol o sombra o tendidos o como le llamen, que se acicala cuidadosamente en un estereotipo, que dispensa alegremente su bota de vino, que se prende un cigarrillo, un puro o un vapeador los más jóvenes, que se disponen entre amigos eruditos para disfrutar la complicidad. Envidio esa parafilia de excitación ante la muerte y el sufrimiento, ahí nomas, en vivo, en directo, beber, aplaudir y tomarme selfies mientras un animal soporta los puyazos del afilado metal que le rebanan la piel y le revientan las arterias, envidio exigirle a un ser humano que tenga arrojó, que tenga huevos y gracia ante el toro jadeante que torturan y mutilan al paso del tiempo y el anuncio de trompetas, alegrarme en gozoso júbilo colectivo mientras una espada penetra violentamente un manso cuerpo destrozando todo a su paso, un corazón en un vómito de sangre coagulada. Envidio mirar la inocencia de los caballos al tirar de la cabeza del cuerpo abatido y arrastrarle por la polvorosa arena -tal vez el horror es tanto que por ello les tapan los ojos-, envidio presenciar esto y esperar a que se repita varias veces esa misma tarde, por placer.
Envidio dejar correr la suerte, confiar en mi mas puro instinto, en mi superstición, en el azar o en mi capacidad matemática para afrontar la apuesta, cambiar fichas de miles de pesos y jugármelas en una ruleta, en una partida de cartas, envidio que la gente –los pobres diablos- que no tienen para jugar, ya no digamos para jugar pesado se arremolinen alrededor mío en la mesa de apuestas, que murmuren, que vean mis movimientos, mi próxima carta, mi próxima ficha, mi próximo dado, mirar al viejo crupier con superioridad indicándole con un sutil toque de mesa, yo soy el que juego, tu me sirves, yo me divierto, tu trabajas en este enajenado edificio de ludopatía sin gracia, desprovisto de cualquier glamour que ni por asomo se asemeja a un casino internacional sino solo a un burdo lugar que durante unas semanas apeñusca mesas de juegos para después volver a ser un outlet de mezclilla o la expo novias. Y ahí pierdo y gano, es lo de menos, todos deben saber que el dinero me sobra, que mi éxito está medido por el tamaño de la apuesta pero también mi benevolencia, al salir de lugar regaló algunas fichas a los meseros y a los niños que venden flores, es mas, les compro todo el ramo en un acto casi bíblico, como no comprarles mírelos tan raquíticos, tan sucios, tan miserables y tan madrugadores, son las cuatro de la mañana y ya se levantaron a vender antes de ir a la escuela en donde bien les enseñaran a forjarse un futuro en base a trabajo y talento, y a que nada humano les sea ajeno.
Envidio alcoholizarme, excederme, mostrar galanteo con las mujeres y valentía con otros palurdos, ponerme pedo y orinarme en el jardín frente a la iglesia o en algún antro exclusivo que solo le permita el acceso a gente bien como yo, por ello me gusta esta festividad, los gentiles organizadores mantienen correctamente delimitados los extractos sociales y a cada uno le ponen su cerco de diversión para todos los gustos y para toda la familia. Envidio hacer un desfiguro, mentar madres, tal vez iniciar una lúdica pelea, un clásico botellazo a un imbécil que mira a mi delicada novia ¡cómo se atreve el pendejo! ella es de buena familia, es una chica conservadora y de buenas costumbres y este estúpido la mira lascivamente, ya no hay respeto por la propiedad privada en estos lugares, seguramente es un pobretón comunista que quiere que lo compartamos todo, ahora si se viene una linda trifulca, yo en una horas tendré una anécdota divertidísima que contar mientras al pobre iluso lo atiende su seguridad social por contusiones varias, sin medicamentos y mucho menos doctores, pero ya aprenderá que un buen cristiano no desea a la mujer de su prójimo, la codicia mata.
Envidio irme de putas, cosificar a un cuerpo con la noble transacción del dinero, envidio objetualizar a otro ser humano que ha encontrado en la actividad de intercambiar sexo por plata una manera de sobrevivir, envidio tener para contratar a una o dos o tres, y ser mirado por los otros que no se pueden dar ese gustito o que no se atreven, en una de esas hasta un sequito de travestis podría conseguirme, pero soy muy prejuicioso y moralista para eso, así que prefiero hembras bien dadas y ante todo de culos voluptuosos, aunque hay de todo, los catálogos son extensos y ahora gracias al servicio al cliente uno puede seleccionar color de pelo, de ojos, medida de busto, cintura y cadera, estatura y hasta idioma, nunca esta de mas una trilingüe, eso si bailadora hasta las cachas para rentar la tambora, el mariachi o la banda por varias horas mientras la botellas de cualquier costoso destilado ruedan de boca en boca, el punto es mostrar el poder, y el sexo es el primero, después el dinero, tal vez mal habido, del narcotráfico o de negocios ilícitos, pero aquí es una fiesta y a los invitados no se les molesta, oiga usted imagínese que falta de hospitalidad, por eso dejamos nuestro buen aporte.
Que envidia disfrutar estos días lúdicos y de sano entretenimiento sin una sola noticia de violencia, sin denuncias de abuso, maltrato, corrupción de menores, prostitución y explotación sexual o laboral, sin violencia familiar, adicciones o suicidios, narcomenudeo o tortura animal, sin corrupción o abuso de autoridad, que envidia que la prensa, los diarios, la radio, la televisión local tengan tan altos estándares de ética para no caer en esa tentación ominosa del amarillismo de pacotilla y de tan mal gusto que solo le trata de vender esas noticias de eventos muy, pero muy aislados a gente analfabeta e inculta que no leen nuestros extensos y bien reenumerados reportajes sobre el beneficio de la inversión y la derrama económica que la fiesta trae para nuestro bello lugar en el mundo, de la cristalina voz de nuestras autoridades que expresan con satisfacción superar el record de millones de visitantes y la ilustre expresión de las tradiciones, que envidia que no hay molestas voces criticas que exijan transparencia económica en patronatos y que mucho menos pidan que los miles de millones que pagan las tabacaleras, las refresqueras, las empresas de alcohol, de casinos, de toros se inviertan en educación, salud y cultura, que buena prensa, que gente buena.
Envidio comprar el acceso más caro del lugar, el VIP que le dicen, estar ahí pegadito al redondel para exhibirme y subir historias ¡oye compa pero enfócale bien que se vea el pinche gallo ese todo navajeado, mi gallo ganador y que también salga mi vieja!. Ahora después de la limpieza de la sangre y el plumerío que comience la otra diversión con los cantantes de moda, aquellos que firmaron por el alto a la devastación de la selva maya y ese tren infernal que destruye tanta vida y tanta fauna pero que aún no se enteraron que antes de su bonito y familiar espectáculo una docena de gallos fue masacrado por otro de su misma especie por condicionamiento y adiestramiento, aunque envidiaría entender estos conceptos, a la chingada todo, yo vine a beber y cantar que el mundo -literalmente- se va a acabar. ¡Viva Aguascalientes que su feria es un primor!