El jeroglífico de lo invisible - LJA Aguascalientes
23/04/2025

Cynthia Pech, autora del poemario titulado Fragmentos de lo que no se ve, y subtitulado Connotaciones de un confinamiento, publicado en Buenos Aires Poetry, a inicios de este año, es también doctora en Filosofía por la Universidad de Barcelona y Profesora-Investigadora de la Universidad Autónoma de la Ciudad de México. Digo esto porque su forma de pensamiento se refleja en su escritura, la cual invita al lector a reflexionar.

El libro inicia con un poema de Zazil Alaíde Collins, poeta, ensayista y editora mexicana que parte de una premisa: “Una estrella es faro / sin embargo lo que no se ve / arriba de nosotros / inmóvil / nos escucha: es el confinamiento / la sinfonía de un silencio / cuyo eco muge como el mar”. En estos versos, mismos que dan vida a la cuarta de forros, observamos cómo a partir de una afirmación nos traslada de forma inmediata al espacio de lo invisible, dándonos diversas posibilidades de mirar la realidad para, finalmente, concluir en un resultado que se contrapone. De este modo, logra un crecimiento del verso y del propio poema que introduce al lector en los versos de Cynthia Pech.

Según su etimología, el término filosofía significa “amor a la sabiduría”. Con dos raíces griegas: filos y sophia, nos adentramos en dos grandes palabras que nos invitan a indagar en el lenguaje, la belleza y la mente. Así, nuestra autora desafía al lector que quiera emprender el viaje por los cuarenta y tres poemas que conforman el poemario. Con un epígrafe de la poeta argentina Diana Bellessi: “Cuando muchos días no pasa nada es cuando pasa el poema”, el cual nos anuncia la gestación de la poesía que surge como un resplandor en medio de la oscuridad.”

Conformado por cuatro partes: Del silencio, Del origen, De la palabra, y De la memoria, más un poema titulado Fragmentos de lo que no se ve, nos encontramos con un poema que, al igual que los versos de Zazil, alude a lo invisible, así como al poder de la palabra. No tarde nuestra autora en llevarnos de la mano a su filosofía: “Entender que lo que somos es la suma aleatoria de una historia que fue escribiéndonos, incluso, aunque en eso que dice hoy ya no nos reconocemos”.

El silencio juega un papel predominante en este libro. De él se habla de diversas maneras. Dice la autora: “El silencio suena  / sueña no sueña  / r e s u e n a”. “La dinámica del silencio es la negatividad”. “Después de un tiempo el silencio se vuelve inquisitivo”. Entonces, nuestra poeta le atribuye humanidad y lo personifica como alguien que “rumia en la ansiedad”. También lo define como “una página en blanco”. De alguna manera, me atrevo a pensar que el silencio es más que un estado. Diría que es un miembro más del sistema que configura a Cinthya Pech, con el que existe una profunda relación, como si fuera un amante secreto que con el tiempo se vuelve presente. El silencio como algo viviente y tangible interactúa, de tal modo que: “La mañana se ancla en la rutina y vuelvo / sobre la partícula que no consigo escuchar”. Es decir, la autora espera las señales de su amado en el silencio, mientras “los segundos pasan, el tiempo traza el horizonte”.  

Al mismo tiempo que transcurre el silencio, la vida es habitada por la palabra, elemento que configura este libro junto con el tiempo y la memoria. La autora escribe: “Va la palabra a b r i e n d o s e / en el mar donde se origina la gota / una fuente sustrayendo el tiempo / la memoria.” También nos recuerda que “la escritura se escribe con el cuerpo”, que “la palabra es esa marca de agua”, “que el mar / contiene una gota / que inunda la memoria”, que “la casa en silencio se ha vuelto el rincón infinito de un mundo que ya no conozco”.  

También en este libro hay un metalenguaje en un espacio lúdico que Cynthia recrea en diversos momentos con el uso de diversas grafías, abriendo las palabras, utilizando mayúsculas, escogiendo disposiciones particulares para los versos, combinando poemas en prosa con poemas de corto aliento y, sobre todo, ofreciendo diversas posibilidades para acercar al lector a su universo poético que está conformado por diversos elementos de la naturaleza: gota de agua, mar, arena, manglar, cenote, árboles, nidos, flor, lluvia, oleaje, marisma, volcán, espuma, aire. Estos elementos se entrelazan con diversas partes del cuerpo humano, las cuales están diseminadas por las páginas de este libro donde podemos encontrar: ojos, lengua, cabeza, pies, piel, cabello, dedos, boca, piel, dientes, palmas, y piernas, colocados entre distintos versos como si fueran un jeroglífico que el lector necesita traducir. En mi caso, como lectora atenta de estos versos, encuentro una ruptura, y más allá de la ruptura, los fragmentos de lo que no se ve, y los miro, y les doy la mano, y me los llevo a pasear conmigo y con ellos se establece una nueva comprensión, un nuevo idilio.

Por todo esto, agradezco este libro de Cynthia Pech y la posibilidad de adentrarme en su mundo, de desconocerla un poco menos, de dialogar con ella un poco más y, sobre todo, en estos tiempos en donde todos estamos tan ocupados y pareciera que el tiempo nos devora, detenerme con ella en este espacio sagrado de la poesía y respirar. 



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