El humor es ubicuo en nuestras vidas. Gastamos tiempo y dinero consumiéndolo, y está presente casi en cualquier aspecto de nuestras vidas: en la familia, en el trabajo y en la vida pública. En el ámbito político, el humor ha sido utilizado como un medio para abordar temas delicados, pero de manera fundamental para criticar a gobiernos y líderes políticos. En las antiguas Grecia y Roma el humor cumplió el papel de ridiculizar las políticas impopulares; durante la Revolución Francesa, y a través de plumas como la de Honoré Daumier, fue un arma clave para desacreditar a la monarquía; en el siglo XIX floreció la caricatura política, y Thomas Nast la usó tanto para exhibir a los políticos corruptos como para apoyar las urgentes reformas sociales de la época. Así, no es baladí que el fenómeno humorístico en general, así como en la esfera política en particular, nos incite a preguntarnos por su naturaleza y su función.
Los enfoques teóricos sobre el humor tienen una larga historia. Hemos estado interesados por el humor desde el inicio de la historia del pensamiento occidental. Varios filósofos —como Platón, Aristóteles y Hobbes— nos dieron algunas ideas sobre el fenómeno humorístico. Las teorías de superioridad buscaban las causas psicológicas de la risa y la comicidad: para éstas, cuando algo evoca la risa, revela la inferioridad de la persona o grupo de la que otra u otro se ríe. Una gran cantidad de instancias de humor encajan bien con esta teoría. A menudo nos reímos de las personas y de los grupos sociales.
Otro grupo de teorías populares sobre el humor, las teorías del alivio, se centró en el valor de la risa y la comicidad. ¿Por qué gastamos tanto tiempo y dinero consumiendo productos humorísticos? Impulsadas por el conde de Shaftesbury, Freud y Spencer —y tal vez Aristóteles en el segundo libro perdido de su Poética—, las teorías del alivio enfatizan que la tensión intelectual puede acumularse, y cuando ésta es liberada por una emoción positiva se transforma o libera en risa. Para el conde de Shaftesbury, los espíritus libres de las personas ingeniosas encontrarán otras formas de escapar de sus limitaciones y vengarse de quienes los reprimen. En la extravagante y recurrida versión freudiana, por su parte, ciertos eventos crean cierta energía sexual y agresiva reprimida, y cuando esa tensión se deshace de manera espontánea o sorpresiva, en lugar de manera gradual, la energía nerviosa se libera y el alivio se produce en forma de comicidad. A pesar de su atractivo —a nuestra manera de ver, escaso— y de su inmensa popularidad, las teorías del alivio difícilmente podrían explicar el humor lógico, los juegos de palabras simples y las trampas gramaticales. No todos los ejemplares humorísticos, sobra decirlo, incluyen tensión sexual o agresiva (pace Freud).
En la actualidad, Noël Carroll —y algunos otros— han brindado otra explicación tanto de la naturaleza como de la función del humor. Su teoría, de mucho mayor poder explicativo y eficacia causal que sus rivales más populares, suele ser denominada teoría de resolución de incongruencias, o teoría de la incongruencia a secas. En términos simples, lo que sostiene esta teoría es que los mecanismos de la comicidad —la naturaleza del humor— están relacionados con la percepción de algo que nos parece incongruente.
La teoría de la incongruencia, no obstante, requiere dos acotaciones. Por un lado, hay incongruencias que nos causan ansiedad (Aristóteles mismo había visto esto: para él no podía haber destrucción verdadera en la comedia). Para que una incongruencia sea humorística no debe causar ansiedad. Una segunda acotación tiene que ver con que ciertas incongruencias adquieren la forma de rompecabezas intelectuales, y cuando esto sucede no son graciosas. Por ello, la comedia donde la incongruencia es simple y clara suele causar gracia a más personas.
Pensar que el humor radica más en las incongruencias que en la superioridad o el alivio ilumina otro hecho interesante: el humor no tiene que ver con la celebración de la superioridad sino con el reconocimiento de nuestras limitaciones, con la humildad. El humor revela las limitaciones de las heurísticas de las que disponemos para actuar cotidianamente. Quizá la evolución nos recompensa cuando detectamos fallas en nuestro funcionamiento racional, por lo que el humor sería de vital importancia para nuestro bienestar cognitivo.
El humor y la política han estado casi siempre correlacionados. Preguntarse sobre la función del humor político tiene más que ver con lo que suele denominarse función social: el papel o propósito que cumple algo en la sociedad, la cual ser explícita o implícita, puede variar según el contexto cultural, histórico y social, y puede tener un impacto positivo o negativo en la sociedad y sus miembros. Por ejemplo, desde el punto de vista de los políticos, el humor ha sido utilizado para definir conceptos políticos, desarmar a los críticos y rivales, fijar una posición o dejar clara una cuestión, crear vínculos, aliviar tensiones y sustituir a la confrontación física o militar. Desde el punto de vista de la crítica política, mucho más relevante, el humor puede servir para desenmascarar el chovinismo, la ineptitud, la opresión y la pretenciosidad.
El humor es un bálsamo social y un instrumento crítico insustituible de la vida pública: exhibe los fallos del sistema y a la vez nos permite tomar suficiente distancia. Si el humor nos ha permitido progresar cognitivamente quizá logre hacernos progresar socialmente.