Desmitificar la conquista de México una entrevista a Omar Nieto - LJA Aguascalientes
22/11/2024

 

Javier Moro Hernández

La conquista del imperio azteca es probablemente uno de los hechos históricos más importantes del siglo XVI. Un hecho que, por supuesto, marca el carácter de lo que somos como país; México, pero que por otro lado, influiría de maneras notables en el mundo occidental, por la riqueza natural del territorio que ahora es nuestro país. Pero también por la profundidad de las culturas mesoamericanas que habitaban el territorio que ahora conocemos como México. Pero este hecho cultural, esta influencia cultural está poco estudiado, poco valorado, porque lo que prevalece es la visión de los vencedores, es decir, la historia contada a través de las miradas de los españoles que, encabezados por Hernán Cortés, llegaron hasta el centro del Imperio Azteca y se maravillaron, como nos cuenta Bernal Díaz del Castillo, ante la magnificencia y lo imponente de la capital del imperio mexica.

Pero aún falta mucha historia por contar, por conocer. Pero es este hecho histórico, el que le permite al escritor mexicano Omar Nieto (Puebla, 1975) contarnos una historia sobre la posibilidad de que la historia hubiera sido otra. ¿Qué hubiera pasado si Cuitláhuac no hubiera fallecido de viruela? ¿Qué hubiera pasado si Cuitláhuac hubiera regresado de las nieblas de la enfermedad para encabezar a las fuerzas mexicas dispersas y las hubiera unificado con otros reinos y poblaciones indígenas, para enfrentar a las fuerzas de Cortés? ¿Qué hubiera pasado si los ganadores de las guerras de conquistas hubieran sido los reinos indígenas? El juego secreto de Moctezuma, es el título de la novela de Nieto publicada por la editorial Harper-Collins, que nos da cuenta de estas posibilidades. Una ucronía que cambia las posibilidades del juego de la historia. Una novela profundamente conocedora de la historia, de las alianzas y del panteón de las divinidades de los pueblos indígenas. Una novela, en la que Cuitláhuac, como sobreviviente de la muerte y de la caída de la capital del Imperio Azteca, también entiende que es necesario cambiar la visión indígena, esa en donde la guerra era parte de la religión, esa en donde la guerra es un arte sagrado, esa en donde las alianzas son sagradas, para “jugar” con las mismas reglas crueles, inmisericordes, de la guerra al estilo occidental.

Omar Nieto nos lleva así al mundo narrativo de las posibilidades, para conformar, para construir un mundo narrativo que nos explica las profundidades, las complejidades del mundo indígena mesoamericano. Un mundo, que las fuentes que sobrevivieron (la mayoría de ellas españolas, conquistadoras) nos las han pintado de una manera monocromática; de un blanco y negro pasados por la supuesta crueldad de los aztecas. Pero la realidad es, tal como nos cuenta Omar Nieto, que el mundo mesoamericano era un mundo en constante transformación, un mundo complejo, variopinto, diverso. Omar Nieto es autor de la novela Las mujeres matan mejor (2013) y de los libros Teoría general de lo fantástico (2015). Además, es periodista y académico. Conversamos con el autor del Juego Secreto de Moctezuma, quién nos comentó que las ideas que le dieron pie a la novela fueron: “Yo había pensado el tema de esta novela, porque desde hace unos años he venido trabajando el tema de lo fantástico, y en el libro de La Teoría de lo Fantástico propuse que podía existir un fantástico posmoderno y que la idea era que se podía hacer un rompimiento de la realidad a partir de la realidad misma,  es decir, que usar personajes del mundo real y que ellos te proporcionan un registro fantástico. Alterando un poco la historia, como lo hacía Jorge Luis Borges o Philip K. Dick, que torcía un poco la historia oficial. Así fue como de pronto el libro fue tomando ese ese cariz de ucronía. Pero también es cierto que se venían los 500 años de la conquista y yo no quería hacer una novela histórica más, de las cuales está repleta ahí las librerías y que además parecen ser como la misma novela porque finalmente parten de las mismas fuentes, que son las fuentes españolas, los famosos documentos “cortesianos”, y que en realidad son tres; Las cartas de relación de Cortés; La conquista de México de López Gómara y Bernal Díaz del Castillo. Lo que yo hice fue echarle un ojo a las pocas fuentes indígenas que tenemos, que son básicamente Tezozómoc, Alva Ixtlilxóchitl, los informantes de Sahagún y diversas investigaciones recientes sobre Tlaxcala. Ahí me di cuenta de que nos han contado la historia de México desde un discurso bastante colonial y cargada hacia la visión de los vencedores. Lo que quise hacer es desde la narrativa seguir el plan intelectual de Miguel León Portilla, que plantean en La visión de los vencidos, que la conquista no fue una conquista espiritual, sino una guerra, un aplastamiento de una cultura por una supremacía, sobre todo militar, pero que no ocurrió de la forma pasiva con la que nos la han contado. En mi novela cambió el signo y son los  indígenas los que ven a los españoles como bárbaros, que es tal como sucedió, porque hay muchas fuentes donde manifiestan que veían a los españoles como seres sin códigos militares y sin códigos de honor militar, con una religiosidad muy laxa, y que fuera de Hernán Cortés, que sí tenía una misión mística, por así decirlo, el resto de los españoles eran mercenarios al servicio de una empresa, que solo venían realmente a recibir mujeres, a recibir tierras y títulos nobiliarios. La idea original de la novela en ese sentido fue desmitificar la conquista de México.

Javier Moro Hernández (JMH): Esta idea que mencionas sobre el mito, de la conquista espiritual me parece muy importante, porque en realidad es una conquista militar y que puso a luchar a los pueblos a los mismos pueblos indígenas entre ellos. Pero me parece muy interesante que tú lo mencionas a partir del aprendizaje de las teorías militares o de las técnicas militares.

Omar Nieto (ON): Habría que entender que para los indígenas mesoamericanos la guerra formaba parte de la religión. Era un acto espiritual de altos vuelos, incluso morir en la guerra era un alto honor y morir en sacrificio era un alto honor. Lo que yo entendí en la novela era que había hacerle un cambio, primero espiritual, que significaba pasar del siglo de Quetzalcóatl, que era un Dios de la paz, un dios blanco de la mañana, de la bondad, a pasar al símbolo negro oscuro de Tezcatlipoca, que era su medio hermano, una especie como de Yin y Yang Azteca, y que era además el dios rector de la muerte y del viento negro e incluso del mal. Tal fue así que los franciscanos a lo largo de los siguientes siglos empezaron a relacionar el culto de Tezcatlipoca con culto demoníaco, con Satanás. Lo que hago es que ese panteón de dioses comenzaba a funcionar de otra forma. Parecía lógico que Cuitláhuac, que iba a hacerse cargo de la guerra como nuevo Tlatoani y si él estaba consagrado a dioses como Huitzilopochtli y Tezcatlipoca, que eran sus dioses rectores. Tomando en cuenta que Huitzilopochtli, que era el dios de la guerra, era solo un avatar de un dios mayor que es Tezcatlipoca, que es la mitad del todo.

JMH: Hay un proceso de reconstrucción de la mitología prehispánica, sobre todo azteca, cuando Cuitláhuac se está recuperando de las fiebres de la viruela, pasa por todo este aprendizaje, que es la reconstrucción del panteón azteca y de la mitología.

ON: Mi intención, desde el principio, fue crear una épica indígena, desde el lado de la literatura obviamente, porque me parece que nuestra tradición literaria no tenemos una épica, siendo un pueblo tan guerrero, con un panteón de dioses tan poderoso y con un espíritu militar sumamente importante, tomando en cuenta que éramos un imperio. Tal vez quizás la hubo en los códices en las pinturas, pero desde la modernidad de la literatura mexicana no existe. Los únicos que habían hecho algo parecido pueden ser Ángel María Garibay y Miguel León Portilla con la recuperación de la ética náhuatl, desde la poesía, desde la flora y canto del pueblo guerrero náhuatl, pero desde la narrativa no conozco, esa fue la intención.


JMH: Tu novela también es una reconstrucción del imperio azteca y de lo complejo que era el mundo indígena al que llegó Cortés y lo vemos en la reconstrucción que realizas de las alianzas que logra hacer Cuitláhuac, que él mismo lo dice, para reconstruir el mundo indígena, el imperio tiene que ser mucho más amplio.

ON: Hernán Cortés llega a un territorio que no solo era del pueblo azteca, Hernán Cortés llega a un continente indígena. Eso habría que replantearse. Porque un continente indígena está conformado por diversas naciones peleadas entre sí y también unidas por lazos profundos de historia, lazos familiares, políticos, geográficos. En la investigación me fui dando cuenta de que la zona del Pacífico Sur, que es otra de las partes importantes de la novela, o sea, toda la parte de los mixtecas, zapotecas, los aztecas tenían lazos familiares, o sea, estaban casados para justamente mantener alianzas y relaciones diplomáticas, los mismos purépechas eran primos hermanos de los aztecas, de las siete tribus que salieron del Chicomoztoc. Esa es una parte que no se entiende, es como si la historia oficial nos intentará convencer de que somos unas naciones sin vida, permanentemente sin vida y que jamás nos podemos poner de acuerdo y jamás nos podemos reconciliar, lo cual me parece que es parte discurso cultural- colonialista, de tal forma que no solo nos hemos podido poner de acuerdo, sino en la época moderna conformamos una nación. Aprovechando eso busqué revertir la historia oficial simplemente poniendo la otredad en Europa y narrar desde nosotros, desde nuestra propia identidad. Por ejemplo, la lengua española-mexicana es un lenguaje vivo, desde la palabra tortilla, y desde que decimos Cholula y Tepoztlán, y seguimos diciendo México. Nos han querido convencer de que la lengua mexicana está muerta y está más viva que nunca. Y no hablemos de la gastronomía, ni de la cultura. Incluso, tan está viva la cultura indígena que seguimos nombrando a nuestros hijos con nombres aztecas, mayas, zapotecas, sin darnos cuenta. Creo que más bien nos han convencido de que somos otra cosa.

JMH: Justo hace rato mencionabas que la visión de la conquista es una visión completamente occidental, completamente colonial, y que además pasa por esto que mencionas, esta idea de que fue una conquista espiritual, como si no hubiera pasado la guerra, como si hubiera sido incruenta la conquista. Como dice León Portilla es un rompimiento del orden y de la cosmogonía de los pueblos indígenas, un rompimiento violento. Mientras no te sientas orgulloso de lo que eres es más fácil dominarte.

ON: Creo que en México nos da miedo reconocernos como una nación indígena. Por supuesto que aquí hay gente blanca, somos muy diversos. Pero somos de las pocas naciones que puede llamarse indígena y que sobrevive en el siglo XXI, que sobrevive esa identidad indígena, sobrevive porque seguimos comiendo tortillas y adoramos a los muertos en noviembre. Aunque eso es sincretismo yo no veo Argentina con esas raíces, Chile está luchando porque asirse a lo poco que tiene, Colombia no voltea a ver su parte indígena, Cuba desconoce sus raíces indígenas, ni siquiera hay fuentes documentales ni rastros arqueológicos. Pero si creo que es parte de este colonialismo y el colonialismo se genera a partir de quién cuenta la historia.

JMH: Hay una visión de Cuitláhuac que nos permite reconocernos como pueblos indígenas en contraste con el conquistador.

ON: Cuitláhuac, en el mundo real, tuvo un encargo de su hermano Moctezuma de consolidar las alianzas con otros pueblos, en el mundo real, las alianzas que yo termino haciendo ficción en la novela son totalmente reales y viables, porque ya tenían preparada una alianza con los purépechas. Hay que mencionar que los purépechas eran los máximos enemigos, de hecho, el único el único imperio al que los aztecas no pudieron vencer, fueron a ellos. Pero los trajeron al Valle de México para que vieran el tamaño de la amenaza que significaba la alianza de los españoles con una facción de Texcoco, que lo que lo que inclinó la balanza. Fue la alianza de Hernán Cortés con la facción texcocana de Ixtlilxóchitl, que les dio los 100,000 guerreros que requerían para vencer este a la gente de Tenochtitlán. También nos han contado como si los tlaxcaltecas hubieran tenido ese poderío y no es así. Otra de las grandes alianzas también documentadas, es la que se estaba preparando con Xicoténcatl el Joven, el hijo de Xicoténcatl el viejo, que era uno de los cuatro gobernadores de Tlaxcala, que no estaba de acuerdo con la alianza con los españoles, porque sabía que los iban a terminar traicionando y despojando de sus tierras, lo cual sucedió tal cual.


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