En este espacio, los dos años anteriores, hemos aprovechado el mes de marzo para reconocer a mujeres que lograron conseguir con gran tenacidad, coraje y valor, cambios importantes en favor del medio ambiente, del saber y de la ciencia, a pesar de las circunstancias a su alrededor, casi siempre desfavorables por el simple hecho de ser mujeres. Hemos reconocido el trabajo de Wangari Maathai, Vandana Shiva, Naomi Klein, Maria Sibylla Merian, Eleanor Anne Ormerod, Karen Warren.
En este marzo 2023 la propuesta a seguir será la misma, por lo que semanalmente iré presentando algunas de las filósofas más distinguidas dentro de lo que se conoce como el ecofeminismo. Esta es una línea de investigación plenamente reconocida dentro de la ética ambiental cuya creación y desarrollo, como su nombre lo indica, ha sido y sigue siendo elaborado principalmente por mujeres, cuyos planteamientos están marcados por la crítica hecha a la visión unilateral androcéntrica que ha servido para interpretar y dominar el mundo, y a las mujeres. Debido a esto es que sea característico del ecofeminismo integrar el problema de la mujer en íntima conexión con la naturaleza, lo que permite visualizar cómo se ha ejercido el poder opresivo y de dominación masculino sobre ambas. De esta manera, el objetivo principal de esta propuesta es que se visualice dicho problema con el fin de liberar a la mujer y al mundo natural de esta opresión.
En esta entrega el turno es de Val Plumwood (1939-2008) quien fue una filósofa y ecofeminista australiana, reconocida por sus trabajos críticos sobre el antropocentrismo y la construcción de una ecosofía radical o ecofeminismo crítico. Un elemento característico de su propuesta es que detecta la existencia de una hiperseparación que prevalece entre los seres humanos y el resto de la naturaleza. Esto se debe, básicamente, a que la razón masculina (falocéntrica) y colonialista se ha impuesto como forma dominante del mundo y aunado a ella todo el desarrollo tecnológico, lo que ha conducido a una crisis ecológica que pone en duda el avance científico alcanzado.
Plumwood en su libro Environmental Culture: the Ecological Crisis of Reason (2002) elabora un paralelismo entre lo ocurrido al Titanic y lo que puede pasarle a nuestro planeta, para mostrar el resultado que puede traer consigo la arrogancia humana masculina. Ella señala que, al igual que a este barco, se nos ha estado informado que vamos directo a una colisión cuyo desenlace puede llegar a ser desastroso si no se evita. En este sentido, el iceberg que tenemos frente a nosotros es el cambio climático, mismo que parece no ser atendido, por el contrario, cada vez aceleramos más hacía él, a pesar de que eso nos conduzca a un colapso planetario, lo que parece bastante irracional.
Plumwood utiliza esta analogía para señalar que son los dirigentes del mundo (empresarios, políticos, organizaciones internacionales) quienes están tomando estas decisiones irracionales disfrazándolas bajo el velo de la racionalidad. Frente a ello debemos ponernos atentos y ver de dónde provienen las decisiones, porque dependiendo de la clase de pasaje que se tenga se puede saber si se es de los privilegiados que pueden subir al bote (nave interespacial) para salvarse o de los perjudicados que se quedarán a ver el fin del mundo. En suma, para Plumwood necesitamos averiguar quiénes y cómo están tomando las decisiones para solicitar que cambien el rumbo antes de que sea demasiado tarde y, además, ser más autocríticos con nuestro actuar.
Para ello se requiere ser más racional. Esto no debe confundirse con ser racionalistas, ya que esto implica un culto a la razón llevada a cabo por la tradición filosófica, misma que, en palabras de Lizbeth Sagols «ha sido colonialista y jerárquica: ha justificado el sometimiento y la invalidación del otro» (La liberación de la naturaleza y de la mujer en la filosofía de Val Pumwood. En revista Géneros No. 21, 2017pp. 25-44). Además agrega que Plumwood considera que «El colonialismo comenzó, con el dualismo falocentrista de Platón (expresado en la República y el Filebo) que exaltó los valores masculino-dominantes del hombre blanco, “superior”, poderoso, como son: la razón abstracta, objetiva, lógica, y la elevación por encima de la experiencia concreta y corporal, por encima de la naturaleza, la materia, la sensibilidad, las emociones y las necesidades».
Ante ello Plumwood señala que la razón no es el problema, sino como ésta evolucionó en el marco del racionalismo y su narrativa hegemónica desvinculándonos de la naturaleza y convirtiéndonos en seres insensibles y arrogantes. La propuesta de esta autora es que así como la razón fue convertida en un vehículo de dominación y muerte, puede y debe convertirse en un vehículo para la liberación y la vida.
Esto solo es posible a través de dos tareas que deben relacionarse entre sí: resituar a los humanos en términos ecológicos y a lo no-humano en términos éticos. Para ello es fundamental el desarrollo de una cultura ambiental que valore y reconozca completamente el ámbito de lo no-humano y nuestra dependencia con él, permitiéndonos tomar buenas decisiones sobre cómo vivimos e impactamos el mundo no-humano.
Para Plumwood una cultura ambiental implica una superación de los dualismos naturaleza/cultura y razón/naturaleza que separan la mente del cuerpo y la razón de la emoción, por lo que sólo una razón intensificada sería nuestra salvación, sin importar cómo se manifieste, sea en la forma de más ciencia, nueva tecnología, un mercado aún más libre, restricciones racionales sobre números y consumo, o todos juntos.
Una opción que puede favorecer lo anterior es un tecno-optimismo que favorezca la intervención estatal y en la que la razón administrativa rescate, a través de una comunicación benigna entre neutrales hacedores de políticas, en la que expertos económicos, con el fin de establecer regulaciones y estándares de ‘mejores prácticas’ incluyan a la ciudadanía. De esta conjunción se esperaría ingenuamente que la misma cultura de élite y racionalidad desarrollista que provocó esta crisis ecológica, nos saque de ella sin necesidad de mayores cambios sustanciales.
Por eso Plumwood insiste en que es necesaria una exhaustiva reestructuración de la cultura que replantee las ubicaciones y relaciones humanas con la naturaleza. La razón puede, ciertamente, tener un rol crucial en este repensarnos con lo no-humano, pero tiene que ser una forma de razón completamente autocrítica, que no se acobarde al momento de examinar su propio rol en la crisis que vivimos.
Para Plumwood, su propuesta permitiría que se elabore un análisis histórico y autorreflexivo en el que se reconozcan las fallas de las formas dominantes de racionalidad y las ilusiones de la cultura antropocéntrica, mismas que están basadas en modelo monológicos jerárquicos cuyo resultado fue una relación vertical disfuncional, tanto con lo femenino como con el mundo natural. Es por ello que urge un viraje en la ruta que se siguió.