Una ética ambiental integrativa a partir del diálogo - LJA Aguascalientes
16/11/2024

¿No es el diálogo una de las mejores oportunidades para aprender? Siendo este el caso, ¿no debería basarse en él la educación del siglo XXI? Entonces, ¿por qué no se favorece en el núcleo familiar, se fortalece en el ámbito escolar y se práctica en la sociedad? Si así se hiciera se prepararía a niñas, niños, adolescentes y hasta jóvenes para la confrontación de ideas por medio de la argumentación y se les prepararía para evitar promover el descrédito de los que no son y no piensan como ellos. A final de cuentas, todos tenemos afinidades y diferencias, esa es la esencia del mundo, los contrarios. Los filósofos presocráticos ya daban cuenta de esto. Heráclito proponía que el devenir es lo que genera el ser de la naturaleza, que la existencia de ésta sea posible, muestra básica son el día y la noche, el frío y el calor, nacer y morir, etc. Estas manifestaciones y cualidades son necesarias para la continuidad del mundo. Parménides, por su parte proponía que el ser de las cosas es estático, sino no las podríamos conocer; su permanencia es lo que nos permite reconocerlas cuantas veces nos topemos con ellas, lo mismo que los fenómenos a pesar de su dinamismo, como el día y la noche. El nombre que damos a las cosas y a los fenómenos del mundo permanece inamovible para nuestro conocimiento, sino no podríamos aprehender. De esta manera, estos filósofos nos muestran ya posturas opuestas, no por eso degeneraron en un conflicto irresoluble, por el contrario, Platón y Aristóles se basaron en esta disyuntiva para dar forma a sus sistemas filosóficos y a la resolución de las diferencias empleando el diálogo y la lógica como formas racionales y estructuradas para la resolución de las diferencias en las primeras comunidades democráticas de la historia.

Pareciera simple que esto pudiera darse, sin embargo, sabemos que no es así. ¿Qué imposibilita que se lleve a cabo el diálogo? En principio, se ha de tener en cuenta aquellas actitudes de las y los implicados, las cuales se pueden ver determinadas por los roles respectivos. De manera que, si alguno o alguna de las participantes posee mayor autoridad, esto puede tornarse en contra del discusión racional y convertirse en autoritarismo. Esto repercute en contra del diálogo. Este mismo problema se presentaría en el diálogo que se promueve entre aquellas y aquellos que son diferentes, ya sea por cultura, lengua, nacionalidad, color de piel, historia, creencias, saberes, entre otros asuntos. La historia muestra que asi ha sido, pero actualmente se promueve que se dé un intercambio dialógico entre iguales u horizontal, en las que no imperen condiciones como el racismo, clasismo, machismo, especismo y otras formas de discriminación. ¿Sencillo? No, ya que exige que seamos formados para el diálogo y, por supuesto, en el diálogo.

No se puede obviar que uno de los cimientos para que lo anterior suceda es la igualdad sustantiva que prescriben los derechos humanos, de la que ha de surgir cualquier discusión. Otro aspecto a tener en cuenta es la diversidad cultural que representa la humanidad en su totalidad histórica, puesto que, si apreciamos la pluralidad, seguramente el aprendizaje se nos dará con mayor facilidad y, por tanto, también el diálogo. Cabe aclarar que apreciar lo diferente no nos exige estar de acuerdo con todas y todos, pero sí estar dispuestos a escuchar y a exponer nuestros puntos de manera argumentativa. De este modo, nuestra participación política podría enmarcarse en una democracia social y participativa interesante.

Para alcanzar ese punto, es necesaria una transformación socioepistémica, la cual constaría en apreciar lo que otros grupos humanos proponen desde sus culturas. Por ello, ésta no sería posible sin una de tipo afectivo también, en la que la sensibilidad sea diferente hacia las y los otros partiendo del reconocimiento de necesidad de la comunidad humana. Ejemplo de ello es que sería infructuoso trabajar arduamente y largas jornadas para tener ingresos importantes si no hubiese personas en ambientes rurales dedicadas a la siembra y cosecha para que el alimento esté en nuestras mesas. Así, dichas transformaciones (que se relacionan con la interculturalidad), podrían generar condiciones para aprender de quienes mejor conservan el entorno natural en el que viven, es decir, los pueblos originarios pueden ser la base sobre la que se inicie una ética ambiental para atender graves problemas actuales, lo cual se ve imposibilitado si no se reconoce al diálogo como medio para hacerlo.

Esto está claramente reconocido por la Organización de las Naciones Unidas para la alimentación y la agricultura (FAO) (https://n9.cl/cy5xs) al exponer algunas de las acciones llevadas a cabo por los pueblos originarios en cuanto al medio ambiente, en específico, la agricultura, la cual de ser retomada se tendría una práctica sostenible y, por tanto, una mayor posibilidad de seguridad alimentaria a futuro. Dichas acciones son mencionadas a continuación:

  1. Las prácticas agrícolas, puesto que dichas técnicas son adaptables cada vez más a los cambios climáticos o a las diversas regiones, ejemplo de ello es la creación de terrazas que detienen la erosión del suelo o los jardines flotantes en ciertos cuerpos de agua (estanques, ríos, lagos, etc.).
  2. Conservación y restauración de bosques y recursos naturales, al sentirse conectados con la naturaleza y considerarlos como elementos naturales compartidos con los otros, se tiene esta conciencia de cuidado hacia los mismos.
  3. Cultivo de alimentos autóctonos, los productos nativos como lo son la quinua, la oca y la moringa, además de ser altos en nutrientes ampliarían los productos básicos que consumimos regularmente (arroz, maíz, papa, etc.).
  4. Cultivo de alimentos autóctonos resilientes al cambio climático, debido a los entornos extremos, los pueblos originarios se han visto en la necesidad de cultivar especies nativas y así asegurarse de una provisión de alimentos pese a los entornos en los que se habita.
  5. Territorios indígenas, al contar con un alto porcentaje de biodiversidad (80%) perteneciente a los pueblos originarios, el respeto y el cuidado que tienen por la flora y la fauna ha contribuido a preservar la naturaleza y por tanto la biodiversidad de los mismos.
  6. Estilos de vida, los pueblos originarios han adaptado sus formas de vida a los lugares en los que habitan, respetando así los recursos naturales correspondientes a cada espacio y en ciertos casos mejorando los ecosistemas que en ellos habitan.

Todas estas acciones serían necesarias y pertinentes retomarlas de los pueblos originarios, ya que permitirían mejorar la producción agrícola, frente al cambio climático y la modificación de pensamiento sobre estos problemas. Además, al ser atendidas y vistas desde una ética ambiental, permitirán obtener un amplio abanico de acciones pertinentes hacia los diversos ambientes naturales de los que nos rodeamos y los cuales podrían posiblemente mejorar y prevalecer ante un futuro incierto. 


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