+ Este signo matemático posiblemente caracteriza a uno de los diseñadores más conocido, fructífero y polémico de este siglo, de alguna u otra manera todos nos hemos encontrado –o nos encontraremos- con algunos de sus diseños que pueden ir desde un cepillo para tallar el inodoro, mesas, lámparas, electrodomésticos, muebles, ropa, perfumes, motocicletas, utensilios de cocina hasta yates (como el “Venus” diseñado en conjunto con Steve Jobs) o edificios de vanguardia, hoteles y restaurantes, identidades visuales, campañas publicitarias así como piezas exhibidas en los principales museos del mundo. Es laborioso encontrar algún tipo de objeto utilitario, estético o simbólico dentro de nuestra vasta cultura material con el cual este diseñador industrial francés no haya experimentado, siempre sumando al imaginario colectivo.
También es complejo encasillar a Philippe Starck como diseñador, arquitecto, artista, interiorista o empresario, activista ambiental o filósofo postmoderno, él comenta; “Solo soy un tipo que intenta existir y que tiene una enfermedad llamada creatividad. Porque a mi nivel, y por el volumen de trabajo, creo que se podría calificar como enfermedad mental”. Creatividad y producción es un binomio que se le da bien, desarrolla una media de 200 proyectos al año desde aquel polémico salto a la escena internacional en 1969 con su renombrada casa hinchable en el salón parisino de l’Enfance, con el cual generaría una reflexión sobre la materialidad, desde ahí también el pensamiento teórico lo distinguiría como una de las mentes más agudas en el circuito del diseño. Pronto estaría diseñando para las grandes marcas del mundo que buscan originalidad y talento, definiendo que la apuesta por el diseño le cuesta menos cara a una empresa que el embalaje, y le reporta mucho más haciendo vender la pieza. Irreductible bajo sus condiciones y principios, como la primera declaración redactada el mismo día de la fundación de su empresa donde manifiesta que no trabajara para fabricantes de armas, tabacaleras, productores de bebidas alcohólicas, casinos ni centros de apuesta, comunidades religiosas ni petroleras. Rápido llegaría a una conclusión; no trabajaría para nadie que tuviera que ver con dinero sucio, lo que equivalió a decir que no trabajaría para casi nadie.
Su empresa llamada UBIK es un homenaje a Philip K. Dick (novelista de ciencia ficción que trato temáticas como la sociología, la política y la metafísica) en relación al término “ubicuidad” que manejara en relación a la ubicuidad del mundo, de los planos de la realidad y los mundos paralelos tan en boga en los últimos años pero casi impensables por la década de los sesenta. Él mismo se considera que vive en un plano de la realidad, de la relatividad einsteniana, en donde nada existe, sino simplemente mundos paralelos como en el que estamos. Tal vez por estas apreciaciones se le ve en contadas ocasiones en lo grandes eventos, confiesa ser un monje digital y estar lejos de toda influencia, no ve televisión, no lee los diarios y no se entera o muy poco de cosas de lo que considera el mundo exterior, por lo cual expresa que siempre ha sido un fantasma, huyendo de la posibilidad de tener una etiqueta, porque una vez que te han catalogado, etiquetado, ya estás en la caja, ya estás muerto, así que lo importante es desplazarse siempre.
Y esos desplazamientos oscilantes entre disciplinas y oficios lo han llevado a plantearse diversas temáticas de vanguardia, desde innovación tecnológica, conceptos éticos, materiales ecológicos o principios democratizadores del diseño, en donde mayor gente pueda acceder a objetos de calidad sin quitar belleza y rigor en su producción, su visión es que sus diseños se produzcan en masa, asequibles y por sobre todo duraderos. “Que las cosas duren material y formalmente es sostenibilidad”. Sin embargo el punto fundamental de su labor es la creatividad, proceso al cual ha tratado de definir casi como un místico a lo largo de su prolífera carrera, averiguando cómo funciona, cómo podemos darle rienda suelta, define que es preciso desarrollar ideas propias y aislarse por completo de la corriente general, ya que los procesos creativos van siempre dirigidos a mejorar la vida de las personas, a centrarse en la experiencia que el diseño le proporcionará a quien lo utilice, y si este se plantea con empatía, rigor y la mayor honestidad, entonces solo puede resultar un éxito. Aunque con su creatividad como diseñador ha alcanzado un éxito sin dudas, él mismo declara constantemente que el diseño es algo inútil, que elegiría ser médico, científico o bombero. Apunta que el diseño es sólo función y que hay muchos elementos con los que se puede jugar al proyectar: la sexualidad, la política, el humor o la educación, el diseño solo enfoca la funcionalidad del objeto en donde el diseño ejerza una acción política, una intervención para mejorar la calidad de vida.
Starck no puede ser clasificado, declara que el único estilo aceptable es la libertad, que mientras se siga siendo inconformista, inquieto, abierto y curioso, habrá tanto por hacer, por ello no cree en ningún señor ni maestro, en ningún dios, apunta su creencia en un nosotros y en nuestra propia responsabilidad, que nadie tiene motivos para dejarse impresionar por los demás. Él mismo acepta su intento permanente por crear una sociedad mejor para sus amigos, su familia, su comunidad, que se siente tan avergonzado de ser diseñador que por ello trata de hacerlo lo mejor posible, donde no hay trabajo en su vida, solo hay juego, curiosidad, generosidad y visión. Sobre el futuro expresa que toda obra nace, vive y muere, y el diseño no se desvía de este esquema universal. Augura que el diseño contemporáneo desaparecerá en veinte años debido a la creciente desmaterialización de nuestra forma de vida, pero que antes le quedan un montón de proyectos por materializar.