Macario Matus, tiricia y mezcal - LJA Aguascalientes
23/04/2025

El pasado 2022, bajo el sello editorial Centro de Documentación Histórica Regional CDHR y gracias a la coordinación del escritor japonés afincado en México Noé Yamahata, se publicó el libro titulado Una mirada a la esperanza, el cual contiene once artículos de Macario Matus, el gran zapoteca universal, y cuatro textos en torno a su vida y obra por parte de Maura Matus Ortega, Feliciano Carrasco Regalado, Zoila Juárez Ortiz y del propio Noé. A lo largo de sus ciento veintiún páginas, el lector podrá encontrarse con un ser humano extraordinario, originario de Juchitán, Oaxaca, a quien tuve el gusto de conocer en 1993 en la Casa del Poeta “Ramón López Velarde” junto a mi querido amigo y artista visual Delfino Cerqueda con quien trabajé en una carpeta de grabados y poemas titulada Seisespejos. El poeta, cuentista, traductor, autor de ensayos y periodista zapoteco también fue promotor cultural, dirigiendo la Casa de Cultura de Juchitán donde participaron poetas y pintores nacionales e internacionales.

Pero también era una cascada abundante de agua fresca, una carcajada que irrumpía en medio de la noche más lúgubre, unos ojos de vidrio para que saliera su profunda mirada. Era un amigo y una mano que siempre estuvo ahí, aunque el tiempo pasara sin saber cuándo volveríamos a encontrarnos. Al igual que la etimología griega de su nombre, Macario tenía una buena dosis de dicha y felicidad. “Si un hombre hace lo que quiere, es un hombre feliz. Yo soy un hombre feliz”, dijo en varias ocasiones. Y así fue un hombre bendecido cuya vida bien pudo haber sido escrita por Juan Rulfo. Al menos, su nombre Macario Matus resulta tan sugerente como el de Pedro Páramo pero definitivamente mucho más prolífico: autor de más de treinta libros, muchos de ellos mezclados de erotismo y picardía con una sobredosis de gracia. Para Macario “el amor y la lujuria presidirán la noche, el día” pero también su memoria, privilegiada, por cierto, pues no faltaba la ocasión para que recordara los poemas populares que se había aprendido años atrás. Más que un conversador era todo un declamador que se sabía El brindis del bohemio desde el principio al final. En varias ocasiones me tocó escucharlo, así como el de La Chacha Micaila. Recuerdo que cuando oí este último por primera vez me quedé pensando toda la noche en los famosos canarios de tiricia que se habían ido muriendo. ¿Cómo sería la tiricia?, me preguntaba hasta que un día decidí a tomar el diccionario y supe que era una enfermedad vinculada a la tristeza o añoranza por la tierra natal. Un día el mismo Macario me dijo: “Bebe conmigo para que no nos de tiricia, a ti por Gijón, a mí por Juchitán”. Y en efecto, nos tomamos un mezcal o dos o tres.

Aunque han pasado más de trece años desde su partida, si cierro los ojos aún puedo verlo sentado en el Café-Bar “Las Hormigas”, moviendo sus brazos mientras recitaba Por qué me quité del vicio de Carlos Rivas Larrauri. Más de una vez lloramos de risa pero sus poemas los que no recitaba pero sí escribía tenían el poder de trasladarnos a un mundo fantástico por el que desfila un bestiario habitado por tigres, armadillos, lagartos, nutrias, tortugas, ocelotes, coyotes, caracoles y peces, mientras la naturaleza, en toda su expresión, se magnifica al paso de la lectura para poder contemplar a nuestro autor nacer de la raíz de un árbol y las entrañas de una fiera, y luego enamorarse, perdidamente, “del olor penetrante de las flores blancas que prendían en la copa del árbol”, mientras se preguntaba: “¿Qué será de ti, sino sueño, poema mío?” Esta brevedad contundente, entrelazada a la voluptuosidad de sus imágenes nos da una poesía habitada por un mundo onírico, extraordinario y lleno de posibilidades, donde el lector puede adentrarse a través de una galería de espejos con puertas multidimensionales a otros universos.

Qué haré con el cuenco de mis ojos

si la sombra de su pecho

lejos se ha escapado.

Más de mil días guardo su aroma,

originarias en el Sur de México 301 el perfume de su sexo

y el olor a hierba mojada


de su generoso pubis alado.

 

Y es que Macario Matus veía desnuda hasta la palabra porque así era él: transparente como una lágrima, amigo de sus amigos, novio de la poesía, infiel al realismo, espontáneo como el amanecer.

Por todo esto, recibo con profundo agradecimiento este trabajo de nuestro querido Noé Yamahata, pues gracias a su nobleza y reciprocidad, nos permite seguir rememorando la vida y la obra de Macario que, sin duda alguna, seguirá enriqueciendo la literatura de los tiempos venideros.  


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