Alguna vez leí en comentarios de Facebook que las manifestaciones en Aguascalientes no se comparan con las que se organizan en Ciudad de México, y no podría estar más de acuerdo.
2019 se nombró como un año donde el feminismo en Latinoamérica fue vigorizante para muchas, y se vio reflejado durante la marcha en Aguascalientes, la asistencia, en cuestión de números, incrementó en comparación con 2018; la energía que transmitieron las asistentes fue de hermandad, compañerismo, sororidad; la urgencia de justicia, y las demandas por tener un país seguro, recorrieron toda la República, y aquí, en Aguascalientes, se sintió como un acto revolucionario, porque la violencia, acá en periferia, aunque silenciosa, no deja de ser letal.
En 2020 registramos feminicidios desde febrero, #méxicofeminicida, #estadofeminicida, #aguascalientesfeminicida, recorrieron las redes sociales, nombramos a Magui, una niña de 14 años, el primer feminicidio de ese año; al siguiente mes, realizamos nuestro primer Cacerolazo, entre la comunidad feminista y distintos colectivos, en una fogata ardieron los nombres denunciados por las asistentes.
2021 fue un año lamentable para los derechos humanos de las mujeres que protestaron, la noticia recorrió todo el país, había mujeres en todo México hablando del 8M en Aguascalientes debido a la brutalidad con que respondieron las autoridades, nos volvimos tendencia en Twitter en tan sólo unas horas; familias, abogadas y colectivas pasaron la noche entera velando por las detenidas, hubo menores que volvieron a su casa heridas, otras que asistieron con amigas y volvieron solas. Ese año marcó un antes y un después, detonó el compañerismo y el compromiso por acuerpar a la otra.
Hace un año, afloró el debate, las organizadoras se negaban rotundamente a poner en riesgo a las asistentes, a repetir la pesadilla del 2021, otras colectivas buscaban que se respondiera adecuadamente por la violación a los derechos, buscaban respuestas y nombrar a las mujeres cuyo paradero se desconoce hasta la fecha, a las mujeres que fueron víctimas de feminicidio, y apoyar a las familias de las mismas. Estaba la disyuntiva de marchar, protestar desde el festejo, desde el arte, la expresión cultural, para conservar la integridad física, tomar espacios desde la paz, o desde la rabia, desde la búsqueda de representación de grupos marginados o invisibilizados, como el lesbianismo o la transexualidad, de plantar exigencias firmes, que la congruencia con las protestas se mantenga, que el diálogo para cuidar las vidas de las mujeres exista todo el año; y entre las discusiones, fue cuando leí que Aguascalientes no se marcha como en la CDMX, por supuesto que no, acá estamos luchando todavía por ser escuchadas, desde las alumnas de secundaria que apenas se animaron a denunciar acoso o que fue su primera marcha, desde las contingencias lésbicas que dicen “existimos, aquí estamos”, las madres contra la violencia vicaria, o el acuerpamiento a las disidencias, como escribe Alicia Cruz en sus redes sociales: “…en este ejercicio que intentamos sea lo más horizontal posible, estábamos formando parte con nuestra propia voz, con nuestrxs cuerpos políticos, con nuestras exigencias y denuncias, con nuestros sentires y pensares reales, proponiendo, cuestionando, armando y sumando no sólo como Trans, sino también como aliades desde la disidencia, ya saben, les cuir, les maricas, les travestis, les bisexuales, las lenchas, les niñes”.
Este año encontramos refugio en nuestras trincheras, yo, por ejemplo desde la docencia; siendo docente en provincia, no marcho como en la Ciudad de México, y no quiero, porque todavía estoy peleando por hablar de feminismo en el salón de clases. Hay mujeres que encontraron acompañamiento como madres. Hay mujeres que marcharon con la bandera alta desde el lesbianismo. Maestras contra la institución. Mujeres en municipios que tienen que viajar a la capital para ser atendidas. Mujeres con discapacidad que lucharon por ser nombradas. Mujeres que buscan a su familia. Mujeres que iban acompañadas por su grupo de amigas, sus primas, hermanas, mamás, compañeras.
2023 tuvo una marcha que representó trincheras, algunas estarán de acuerdo o desacuerdo con la forma de organizar protestas, sin embargo, es innegable que hay una evolución, que somos más y que nos callan menos.