Este es el momento en que prácticamente todo el mundo en las plazas de toros se distrae de lo que ocurre en el ruedo y mira para otra parte, a ver quien más vino a la corrida, o a comprar un puro, un cerveza u otra bebida, ir al fondo a la derecha, o a comentar con el vecino de asiento las incidencias de la lidia recién concluida o, si se está en primerísima fila, acomodar el capote de paseo que luce la imagen -¡adivinó usted!- de la Virgen de Guadalupe, o del Sagrado Corazón de Jesús (como si alguien obligara a los matones de toros y compinches que los acompañan, a arriesgar la vida poniéndoseles enfrente a estos animales).
Este es el momento en que todo el mundo mira hacia otro lado, para no ver, justamente, esto: en lo que acaba una vida que hacía apenas unos minutos palpitaba y corría y bufaba, etc., y que ha sido destruida por un hombre, para la diversión de muchos. Entonces lo que queda es la podredumbre que se abre paso ante el triunfo de la muerte.
Muy probablemente quienes son enemigos de las corridas de toros están muy dispuestos a comer un bistec, una torta de carne adobada, una arrachera, sin caer en la cuenta de la contradicción que existe entre una práctica y otra.
Sin duda uno de los temas que deberán afrontarse más temprano que tarde es el de las relaciones que sostenemos con los animales, tanto por cuestiones éticas como ambientales., y que tarde que temprano llevarán a la abolición de la ganadería.
La imagen muestra a un toro muerto al que se disponen a sacar del ruedo en el serial taurino de la Feria de San Marcos 2022. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].