El “Sabelotodo”/ Así es esto  - LJA Aguascalientes
22/11/2024

Hay un personaje que detesto en los grupos de whats, el face, la vida real y en especial en las maestrías: el sabeloto. Justo por eso me resisto a aceptar dar clase en maestría. Me explico, dar clases en maestría es complejo pues te topas con un sector variopinto: una parte de alumnos sólo quieren el título, por lo que no ponen atención en clases ni hacen las lecturas que se les dejan, estos como sea, con ellos lidio, tratando de explicar, de meterlos a la discusión; luego están los que sí estudian y están atentos, el auténtico interesado en el posgrado; y excepcionalmente me toca un sabelotodo. Estos son los peores, porque no se les da gusto, a todo ponen un pero, y no se prestan a la discusión sino a la negación.

Quiero partir de una definición de sabelotodo, para poder contextualizar a que me refiero: “Se dice que alguien es un sabelotodo cuando presume sobre sus conocimientos y cultura ante los demás, pero en realidad se trata de actitud exagerada y que no se corresponde con su auténtica valía intelectual. En español hay algunas palabras sinónimas, como sabihondo, enterado, sabidillo o marisabidilla (ésta última se emplea solo en femenino, pues se refiere a las mujeres). En consecuencia, un sabelotodo es una persona pedante y arrogante, una actitud que socialmente no está bien vista” (https://bit.ly/3ZJf0Fh).

Como vemos, el tema medular no es que tenga conocimiento, sino que sea arrogante. Y en este sentido es evidente que en maestría me han tocado alumnos brillantes, algunos con evidente mayor conocimiento que yo, el maestro. Pero cuando esto pasa, se puede realizar un excelente diálogo y ejercicio de conocimiento, y las clases resultan muy entretenidas; porque lejos de ser arrogantes, participan, exponen, complementan. El contrario, el pedante, es muy identificable porque cuando se cita a algún autor, un estudio de alguna institución, algo que no conoce o contradice su pensamiento, utiliza una falacia en su defensa: “esos están en una oficina, no conocen la realidad”. Así me tocó un jefe, alegaba que para hacer políticas públicas hay que ir a “caminar” a las colonias, despreciando números, encuestas, estudios de toda índole sobre las políticas sociales. En fin.

Justo la semana pasada dialogaba con mi excelente amigo Edilberto Aldán al calor de unos poderosos bacardís, por qué en la sociedad se les da “juego” o se les hace “caso” a estos sabihondos. No tuvimos una respuesta, sobre todo cuando mucho de lo que dicen, no tiene un sustento sino su ronco pecho o a veces algún libro que usan como adorno o referencia. Recuerdo un funcionario público que a todos lados llegaba con un libro en mano, para reafirmar su intelectualidad. Algún día me descubrí haciendo lo mismo, recordé a carcajadas la célebre rola de Rockdrigo, Los intelectuales, y no volví a usar de accesorio una obra literaria. Lo que hago ahora en esperas prolongadas de tiempo, es cargar la app de Kindle en el cel, también tengo mi Kindle, pero descubrí lo fácil que es leer en el celular con esa aplicación.

Cosa diferente es la licenciatura, los alumnos tienen ganas de saber, de conocer, son cajas listas para recibir información, para discutir y aunque algunos tienen pocos hábitos de lectura (el primer mandamiento del abogado según Couture, es estudia) se corrigen con el tiempo o de plano desertan, pero se quedan los que sí quieren estudiar. He de decir que uno de mis grupos favoritos es el de federalismo en CIDE, todos los alumnos dispuestos a leer, participar, con amplia cultura; muchas veces tienen más nivel intelectual que varios de posgrado. A veces ya quisiera dejar de ser catedrático, pero dijera mi compadre Carlos Flores, todo sea por la ciencia.

 

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