Este mes de marzo de conmemoración a las mujeres, LJA.MX presenta una serie que busca visibilizar a las mujeres que cuentan con poca representatividad en lo público, pero que existen y resisten todos los días de su existencia.
Alejadas de las capitales, las mujeres tienen que caminar largas cuadras para llegar a la marginalidad de las zonas periféricas, colonias alejadas de los servicios de transporte, seguridad, limpia, alumbrado, colonias con miles de casas muy pequeñas en las que habitan, hacinadas, la familia entera. Casas de block y hormigón.
Territorios en donde la inseguridad es pan de cada noche, sin la atención de las avenidas y calles principales.
Las mujeres de las periferias resisten en colinas y lomas irregulares.
Por lo general, resisten en contextos de precarización en donde se visibilizan las desventajas que dejan las dinámicas de poder, las brechas de clase entre las mujeres de primer y tercer mundo.
Son esas que son analizadas por la academia desde el paternalismo, revictimizadas por los medios de comunicación cuando las desgracias les atraviesan, las olvidadas por las mujeres de los Congresos, empresas, las que toman decisiones. No son prioridad para el Estado.
Y sin embargo, resisten. Buscan mejores condiciones de vida para su comunidad. Se involucran en la seguridad de su barrio, de camino a la escuela, al trabajo, saben lo que es cruzar el baldío o las calles oscuras. En las colonias populares las mujeres saben cómo integrarse con lxs vecinos. Cuidan a los hijxs de todas mientras juegan en las calles.
Activan la economía del barrio con la proliferación de los empleos informales que les permita cuidar a su familia y llevar dinero a casa con la venta de alimentos, dulces, la tiendita de barrio y las tortillas. Crean identidad mientras organizan las fiestas patronales y los rosarios a la virgen, posadas. Mantienen tradiciones y costumbres.
Voltear a ver a estas mujeres también hará que veamos otras realidades.
Fuente: Pie de Página | Monserrat Vázquez Rosales