Al presidente López Obrador en las comparecencias matutinas de todos los días, se le ve cada vez más desesperado, irritable e incluso desencajado.
Con frecuencia pierde la compostura y crece su nivel de intolerancia frente a quienes no piensan el mundo como él lo hace.
Como cualquier ser humano que ha tenido un cargo como el suyo sabe que el tiempo de su mandato se acaba y que ya nunca más volverá.
Es una realidad, que no queda más que aceptar. Unos lo hacen de manera elegante, con proyecto futuro, pero a otros les cuesta aceptar que es así.
Desde el inicio de su gestión los gobernantes de sociedades democráticas tienen tres temas que les preocupan: La sucesión, la permanencia de su proyecto y el legado para la historia.
A medida que se acerca el fin de su mandato estos temas adquieren mayor importancia. Para López Obrador, a 18 meses del fin de su gestión, estos son su gran preocupación.
La sucesión. El presidente de manera adelantada, para la tradición política en México, abrió las cartas de quienes eran sus candidatos a sucederlo. El controla el proceso y al final será quien decida. No hay más.
La permanencia de su proyecto. El presidente planteó un proyecto al que llamó la Cuarta Transformación. Se vió como un conjunto de buenas intenciones, pero nunca se dijo cómo habría de llevarse a cabo.
López Obrador sabe, que ese proyecto, por las razones que sean, no se ha podido llevar a cabo. En lo fundamental el país sigue siendo el mismo que recibió y en algunos casos es todavía peor.
A pesar de la realidad, están ahí los datos, él quiere garantizar que siga su proyecto aunque solo sea en el discurso. El candidato que elija, en caso de ganar, tendrá la responsabilidad de continuarlo. Aunque no hay garantía de que así será.
El legado para la historia. López Obrador sabe que los resultados de su proyecto de gobierno no dan para que pase como un presidente excepcional a los libros de historia. Será uno más.
Sabe también qué hay un sector importante de la sociedad, por ahora poco más de la mitad, que aprueba ampliamente su gestión, pero otro grupo también grande, poco menos de la mitad, que lo rechaza.
La desesperación creciente y muy visible del presidente tiene que ver con la certeza de que solo le quedan 18 meses en el cargo. Gobernar un país como México resultó más difícil de lo que pensó.
@RubenAguilar