El pasado sábado 18 de marzo, el presidente Andrés Manuel López Obrador convocó a “celebrar” el 84 aniversario de la expropiación petrolera que encabezó el entonces jefe del ejecutivo general Lázaro Cárdenas del Río. Citó el presidente López a sus simpatizantes, que no a todos los mexicanos, a través de los 22 gobiernos comandados por sus correligionarios y asociados a lo largo y ancho del país. Miles llenaron la plancha del Zócalo capitalino, frente al templete que ocupó su líder y jefe transformador, para escuchar su arenga que, más allá de celebrar un año más de aquella acción encabezada por el general Cárdenas, obedecía más a responder a la marcha ciudadana del 26 de febrero convocada por distintos organismos de la sociedad civil que retó el ego presidencial de manera por demás exitosa.
Sí, el discurso lopezobradorista, tuvo como propósito principal subrayar que, en el imaginario de la 4t, el país está ocupado por mexicanos de dos categorías, diferentes y encontradas. La una conformada por “el pueblo bueno”, ahí presente, alineado y leal al líder macuspano, creyente, sí, creyente, de que México se está transformando, que se está abatiendo la corrupción, que la estrategia de seguridad de “abrazos no balazos” efectivamente está disminuyendo los crímenes violentos y está devolviendo la tranquilidad y la confianza a la población, que las organizaciones del crimen organizado están contraladas, que en México ni se produce ni se consume fentanilo; que la pobreza está siendo revertida a través de los programas del “Bienestar”, a través de la distribución de recursos económicos a jóvenes para que construyan el futuro, de las becas, de los apoyos a los adultos mayores, de las universidades “Benito Juárez”; que los precios de los productos de la canasta básica están siendo controlados y son accesibles; que este gobierno de la 4t es el más feminista de la historia; y así… Esta primera categoría, la del sábado 18 de marzo, la componen una buena parte de mexicanos, muchos, hasta de buena fe…
La segunda categoría, la integran más de la mitad de los mexicanos que, según el presidente López Obrador, no sólo están contra su proyecto transformador, sino que además están empecinados en recuperar sus privilegios, carecen de principios, son hipócritas, corruptazos, aspiracionistas, racistas, entre otros epítetos. Cuestionadores de las políticas del gobierno de la 4t, que, apoyados por las cifras (oficiales por cierto) señalan que la corrupción no ha disminuido en lo más mínimo, tomando en consideración que la asignación de contratos a través de adjudicación directa asciende a poco más del 85%; en la tercera entrega de la revisión de la Cuenta Pública del ejercicio fiscal del 2021 por parte de la Auditoría Superior de la Federación, el monto por aclarar por los entes públicos asciende a la cifra de más de cincuenta mil seiscientos millones de pesos ¡en un solo año!. Empecinada esta segunda categoría de mexicanos escépticos, señalan que la cifra de muertes violentas en México durante el presente gobierno alcanza los casi 149 mil personas asesinadas, prácticamente en medio de la impunidad, y el crimen organizado se enseñorea sobre casi la mitad del territorio nacional. También afirman, con base en un reporte del propio ejército mexicano que en el país se produce y consume el fentanilo y se exporta a los Estados Unidos. Y ya no hablemos de las 750 muertes por el Covid.
Que a pesar de los miles de millones de pesos que distribuye el gobierno federal a través de todos sus programas, la pobreza en México se ha incrementado en 4 millones de personas, según datos del CENEVAL. Por otra parte insisten que la inflación no cede en el país (BM), que los precios de los productos esenciales para el sustento de las familias están fuera de control, huevo, carne, leche, transporte, vivienda, están fuera del alcance del poder adquisitivo de los mexicanos. Ah, y la gasolina no está ni remotamente a 10 pesos, según el compromiso presidencial del 2018, ni en sintonía con la celebración de la soberanía sobre el petróleo “de todos los mexicanos”.
Estás dos categorías de mexicanos que pregona el presidente López Obrador, se confrontan por voluntad e incitación del propio inquilino de Palacio Nacional. La intención manifiesta de la concentración del 18 de marzo lejos está de la conmemoración de la expropiación petrolera cardenista del siglo pasado; no, el propósito real y evidente es del orden político, y específicamente electoral. Muestra la intención presidencial de contrarrestar el poder de convocatoria del líder “transformador” a su “pueblo bueno” (primera categoría de mexicanos) ante la iniciativa ciudadana libre (segunda categoría de mexicanos). En su discurso da por hecho que su proyecto continuará por el inminente triunfo de su movimiento político en el proceso electoral del 2024, y por descontado garantiza que, independientemente del morenista que le suceda, continuará su “transformación”.
Advierte además que la segunda categoría de mexicanos, no regresarán al poder público, punto. Esto lo dijo el presidente en el templete central de la magna concentración para celebrar el Aniversario de la Expropiación Petrolera, rodeado de sus tres corcholatas predilectas, la Sheinbaum, Ebrad y el otro López. Aunque, sin mucha discreción subió al templete a la candidata al gobierno del Estado de México, además, así anunciada, sin tapujos ni vergüenza, bajo la premisa de “no me vengan con eso de que la ley es la ley”.
Sus huestes, obedientes y dóciles, compran todas sus peleas, quemaron imágenes de la magistrada presidenta de la SCJN, azuzados por el propio AMLO, un día sí y otro también, sobre todo a raíz de los descalabros relativos a la revisión constitucional de su maltrecho Plan B, y el retorno del Secretario Técnico del Consejo General del INE, por disposición del Poder Judicial.
La concentración del 18 de marzo de 2023 sólo fue un preámbulo más de la lucha política que se avecina entre las dos categorías de mexicanos según la visión presidencial. Sobre advertencia no hay engaño, pero siempre hay un mejor México posible.