“La sociedad abierta es una en la que los hombres han aprendido a ser hasta cierto punto críticos de los tabúes, y a basar las decisiones en la autoridad de su propia inteligencia” Karl Popper.
Estimado lector de LJA.MX con el gusto de saludarle como cada semana, aprovecho la ocasión para agradecerle por el seguimiento a este medio y a esta columna, en el preámbulo de la celebración de la carta magna de nuestro país es necesario retomar la esencias kantianas sobre lo objetivo y lo subjetivo, entre las categorías y las taxonomías, entre lo que es y el deber ser, independientemente del preámbulo actual, las bases filosóficas tienen la capacidad de revocar ciertas incertidumbres adentradas en este plano subjetivista carente de ideologías que caracteriza a esta década.
Como breve reseña de Kant es menester rememorar la discusión filosófica que impregna en sus obras bajo una arista sistemática, el imperativo categórico, toda su expresión como un pensador que quería entender al conocimiento, nacido en Königsberg pudo dentro de sus extensos e inefables alcances comprender al mundo sin nunca haber salido de ahí, estudioso de la teología, inclinado por la medicina, tuvo la influencia de profesores como Alexander Pope y se refiere que sus obras favoritas eran, Cicerón, Demócrito, Montaigne y Erasmo.
Como intelectual e hijo del siglo XVIII ilustrado, y de un momento verdaderamente complejo al igual que el presente siglo, fue uno de los primeros en escribir sobre este movimiento histórico y cultural, caracterizado por la idolatría a la Diosa Razón y en contra de la ignorancia, la ignorancia supina, la superstición y la organización sociopolítica de las monarquías del Antiguo Régimen, algo similar a las demagogias que se presentan en Latinoamérica.
Así lo expresó en su famoso ensayo Respuesta a la pregunta: ¿qué es la Ilustración?, con la que hizo muy popular su expresión “sapere aude” (Atrévete a saber). Quiero hacer énfasis en la relación que existe con la tesitura actual, y es que es innegable que en nuestros días con las fuentes de información que tenemos, existe una falta de objetividad en una medida desproporcionada. No dista mucho de la alegoría de la caverna de Platón. Kant fue un gran lector de quienes llevaron adelante la Enciclopedia ilustrada y de quienes revolucionaron a la ciencia, autores como Voltaire, Diderot y Rousseau asentaron las bases del saber que desembocó en la Revolución francesa e inauguró una nueva época, algo que le urge a estos tiempos. Estos textos, al igual que el de otros pensadores como David Hume, le proporcionaron una nueva perspectiva de mirar y pensar y de plasmar su legado de corte científico.
“El juego de la ciencia, en principio, no se acaba nunca. Cualquiera que decide un día que los enunciados científicos no requieren ninguna contrastación ulterior y que pueden consolidarse definitivamente verificados, se retira del juego” Karl Popper.
El filósofo de Königsberg intentó buscar esa cientificidad que sustente los modos de conocimiento, su estructura, su método, su parte contraria para rebatir y re argumentar, la propia facultad de conocer, lo cual pone en tela de juicio a los propios juicios. En la actualidad algo tan básico como el género de una persona, está resultando ser subjetivo, y de manera particular creo que dichos preceptos nos alejan de la certeza.
Marca un cambio en el modo de pensar cómo se puede conocer, la palabra correcta es; reestructura, así mismo en lugar de partir del objeto, lo hace desde el sujeto. En otras palabras, es el propio sujeto el que hace al objeto; es el sujeto quien crea la realidad a partir de su propio conocimiento y le da forma a las cosas.
Esa forma está condicionada por un tiempo y espacio singulares. Bajo la breve reseña de su método y planteamiento Kant llega a uno de sus conceptos fundamentales que expuso como “idea trascendental”: es la razón la crea mundo y realidad para que ella misma pueda conocer.
Estimado lector, créame que en tiempos en donde las ministras plagian tesis, en donde las crisis sociales desatan la ruptura de los funcionamientos básicos de las ideologías, en donde pesa más el ostracismo mediático que la propia objetividad existencial, es un deleite retomar a figuras como Kant.
El personaje central de esta columna dejó uno de los legados más luminosos de la filosofía universal: no solo la importancia de reflexionar sobre la razón y el entendimiento, y su concepción, sino de también de acercarnos un poco más hacia cómo conocemos; la posibilidad de deconstruir todo centro naturalmente impuesto, todos los dogmas, todos los silogismos y soliloquios, toda obviedad que el poder ha intentado usar como artilugio para conservar su supervivencia y mostrar un único camino posible, evitando la fisura o el cuestionamiento. Por eso mismo, ¡sapere aude!, es momento de atrevernos a saber y volver a empezar.
In silentio mei verba, la palabra es poder.