Cuando llegaron los exploradores cristianos a nuestro continente a partir de los católicos Cristóbal Colón en el Caribe y Álvarez Cabral en Brasil; y del pirata protestante Walter Raleigh en la Nueva Inglaterra y se dieron cuenta de que los pobladores no contaban con armas superiores a las de ellos, se convirtieron en conquistadores cristianos sanguinarios.
De un total aproximado de 80 millones de habitantes que había en nuestro continente hacia el año 1500 -después de 20 mil años de evolución cultural y a los que no se molestaron en preguntar si aquellas tierras eran suyas- cincuenta años después de ser ocupadas por europeos solo quedaban dos millones de habitantes que no sabían ya quiénes eran, pues por una parte sus culturas habían sido aniquiladas y todavía no acababan de entender la que les querían imponer; de los otros 78 millones una gran parte murió asesinada y la otra por acción de la peste y otras enfermedades desconocidas que los europeos trajeron consigo; los que consiguieron salvarse de los dos millones que quedaron tuvieron que huir a serranías agrestes antes que trabajar como esclavos para los usurpadores… hasta la fecha; un ejemplo bien conocido por nosotros es el de los pueblos Cora y Huichol, que anualmente recorren nuestro territorio en su peregrinación tradicional.
Así murieron, exterminadas de manera fulminante, numerosas culturas que se habían desarrollado en grados diversos en el transcurso de 20 mil años, algunas de ellas muy superiores a las europeas en conocimiento científico pero inferiores en ferocidad irracional.
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Oswald Spengler, el filósofo del Siglo XX que estableció el estudio sistemático de las culturas como el hilo conductor de la Historia, colocó a la cultura mexicana precolombina entre las seis más importantes de la antigüedad, antes de la europea (“Occidental o Fáustica”) a la que responsabiliza del aniquilamiento brutal de las culturas de nuestro continente de la siguiente forma:
“…esta cultura es el único ejemplo de una muerte violenta. No falleció por decaimiento, no fue ni estorbada ni reprimida en su desarrollo. Murió asesinada, en la plenitud de su evolución, destruida como una flor que un transeúnte decapita con su vara…”
“Todos aquellos Estados, entre los cuales había una gran potencia y varias ligas políticas, cuya grandeza y recursos superaban con mucho los de los Estados grecorromanos de la época de Aníbal; aquellos pueblos con su política elevada, su hacienda en buen orden y su legislación altamente progresiva con ideas administrativas y hábitos económicos que los ministros de Carlos V no hubieran comprendido jamás, con ricas Literaturas en varios idiomas, con una sociedad [hi]perespiritualizada y distinguida en las grandes ciudades, tal que el Occidente de entonces no hubiera podido igualar, todo eso sucumbió y no por resultas de una guerra desesperada, sino por obra de un puñado de bandidos que en pocos años aniquilaron todo de tal suerte que los restos de la población muy pronto habían perdido el recuerdo del pasado. De la gigantesca ciudad de Tenochtitlán no quedó ni una piedra. En las selvas antiquísimas de Yucatán yacen las grandes urbes del imperio Maya, comidas por la flora exuberante. No sabemos ni el nombre de una sola. De la literatura se han conservado tres libros, que nadie puede leer. Lo más terrible de este espectáculo es que ni siquiera fue tal destrucción una necesidad para la cultura de Occidente. Realizaron privadamente unos cuantos aventureros sin que nadie en Alemania, Inglaterra y Francia sospechase lo que en América sucedía. Esta es la mejor prueba de que la historia humana carece de sentido. Sólo en los ciclos vitales de las culturas particulares hay una significación profunda. Pero las relaciones entre unas y otras no tienen significación; son puramente accidentales. Y en el caso de esta cultura mejicana fue el azar tan cruelmente trivial, tan ridículo, que no sería admisible ni en la más mezquina farsa. Un par de cañones malos, unos centenares de arcabuces bastaron para dar remate a la tragedia. Se hizo imposible para siempre un conocimiento cierto del mundo mejicano, aun en los más generales rasgos de su historia”.
Lo anterior, expresado por uno de los más grandes pensadores del siglo XX, nos pone a pensar acerca de si la historia de la humanidad tiene un sentido y un propósito inteligente y ético, o lo que usted se está imaginando.
DOS ESCENARIOS: Pero retomando el hilo de nuestra exposición, lo que acabamos de ver nos dice que hay un:
Primer escenario: En nuestro continente existió una etapa social y cultural originaria que evolucionó de manera natural durante veinte mil años en la que predominó el sistema de trabajo colectivo, pero desapareció violentamente a la llegada de los europeos, sustituidos por un:
Segundo escenario: Esta etapa, que en lo que actualmente conocemos como América Latina se inició en la Nueva España con la derrota de lo que comúnmente se conoce como Imperio Azteca a manos de Hernán Cortés en 1521, se desarrolla en un contexto totalmente diferente en el que la sociedad quedó constituida por los encomenderos (terratenientes, feudales o hacendados) y el pueblo sometido en calidad de esclavo o siervo.
Con el tiempo la composición social fue presentando una estructura diferente: en la cúspide de la pirámide la capa más pequeña, constituida por los peninsulares (españoles y portugueses nacidos en la península ibérica, ocupando siempre los cargos principales del gobierno); luego nos encontramos la de los hijos de los peninsulares, conocidos como criollos, quienes vivían desahogadamente pero sin los privilegios de sus padres.
Pero el mosaico social también se había empezado a multiplicar al aparecer otras clases sociales: los hijos que los españoles tenían, fuera de matrimonio, con las mujeres indígenas, conocidos como mestizos; o con las mujeres africanas que habían llegado con los esclavos capturados en África, conocidos como mulatos.
Lo interesante del caso es que los criollos, ilustrados con las corrientes de pensamiento liberal que circulaban en Europa, empezaron a tomar conciencia nacional, es decir, ya no se sentían españoles sino miembros de una nación diferente que era en la que habían nacido.
En resumen, la escasa población originaria que quedó fue perdiendo su memoria histórica y cultural y pronto fue superada genética y numéricamente por otras clases sociales: la europea, la criolla, la mestiza y la mulata, con formación, costumbres e intereses totalmente diferentes a las características del primer escenario.
Así pues, mientras que durante la colonia -desde el siglo XVI hasta fines del XVIII- hubo revueltas contra los conquistadores organizadas por los pobladores originarios, se fueron debilitando conforme se iban extinguiendo.
Pero entonces ocurrió algo inesperado, que veremos en nuestra próxima entrega.
Por la unidad en la diversidad
Aguascalientes, México, América Latina
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- Catástrofe demográfica en América tras la llegada de los europeos. 2. Disminución demográfica. Wikipedia.
- (La decadencia de Occidente. Oswald Spengler. ESPASA-CALPE, S. A., MADRID 1966. Tomo II. Perspectivas de la Historia Universal. Capítulo I. Origen y paisaje. El grupo de las grandes culturas.