El mural social del Palacio de Gobierno (4) Oswaldo Barra Cunningham en el 101 aniversario de su natalicio/ Imágenes de Aguascalientes  - LJA Aguascalientes
17/11/2024

Detengámonos ahora en las dos mujeres que el pintor Oswaldo Barra retrató en el primer mural que realizó en el Palacio de Gobierno, en 1961. Están delante de esta línea del tiempo de la historia mexicana, ajenas a las luchas decimonónicas y a la paz porfiriana, tan concentradas como están en el dinero que llega hasta sus manos. Son la prensa corrompida y la justicia, dorada y prostituida, conculcada por obra y gracia de la perversidad de los hombres.

La de la izquierda, rubia forzada, tiene las manos manchadas de tinta por vender su palabra al mejor postor, que paga con monedas de oro sus mentiras. La mujer cubre su desnudez con hojas de papel periódico, y está acostada sobre una máquina impresora. Algunos de los tubos del artilugio son los barrotes de una cárcel donde sufre encierro la libertad de expresión, la verdad, la boca amordazada, y al lado de una mujer enrebozada, doblada por la vida, que recoge una magra cosecha.

La otra mujer… ¡Ah, la otra mujer! Es la justicia y, como la prensa, se vende al mejor postor. Está acostada sobre un cúmulo de libros abiertos, entre ellos la Constitución, que está cerrada. Viste un traje de noche, blanco, que es desgarrado por las manos anhelantes de gente anónima, sin rostro, que clama por ella para ser alguien, para alcanzar la justa reivindicación. Pero ella los ignora, concentrada en la bolsa de monedas que un científico porfirista deposita en el plato de la balanza que la ramera sostiene en su mano derecha. En el acto de forzar la justicia a su favor, el hombre observa a la mujer, pero esta lo ignora, concentrada más bien en… ¿A quién observa la madam, ¿al padre de la Patria; a don Miguel Hidalgo?

En 2010 el Instituto Cultural de Aguascalientes publicó el poema de Víctor Sandoval “Lección de Historia Patria ante un mural revolucionario”, escrito al calor de la tormenta de ideas y palabras suscitadas por el mural, la mayoría en contra de la obra. Luego de la presentación del poema, cuestioné a Sandoval sobre la identidad de estas mujeres. El poeta, que seguramente algo tuvo que ver con la venida de Barra a Aguascalientes, me contestó que no eran dos, sino una, la madam denominada La Pelos de Oro, de legendaria memoria, que probablemente tenía un nombre muy ad hoc para el desempeño de su oficio: Consuelo.

Entonces, la pregunta de los millones fue: ¿cómo es posible que una prostituta haya irrumpido en el sacrosanto templo del civismo estatal y recibiera el homenaje del monumento plástico, la perpetuación a través de la pintura mural? ¿Una ramera al lado de los redentores de la Patria y la Matria; cerca de los artistas y benefactores…? ¿Sería porque …?  Pero no… No era una prostituta, sino la justicia y la prensa. Felicitaciones, ampliaciones para esta columna, sugerencias y hasta quejas, diríjalas a [email protected].

 


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