Diálogo entre Stefan Zweig y Hemingway/ La columna J - LJA Aguascalientes
15/11/2024

Estimado lector de LJA.MX con el gusto de saludarle como cada semana, aprovecho esta columna para recrear una diálogo entre Zweig y Hemingway, espero sea de su agrado. 

“En la bóveda de la tarde cada pájaro es un punto del recuerdo, asombra a veces que el fervor del tiempo vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva, sin cuerpo vuelva, ya sin motivo vuelva, que la belleza, tan breve en violente amor nos guarde un eco en el descenso de la noche” Julio Cortázar. 

En el camino empedrado del purgatorio, en donde lo más cercano a la luz es la niebla que se disipa en las propias tinieblas, se deja entre ver un camino angosto de adoquín medieval, a lo lejos se escuchan las pisadas de caballos, sin embargo, es imposible alcanzar a verlos. Ernest Hemingway comienza su caminar a un ritmo lento, muy lento como el de un alma perdida, después de algunos pasos llega a un puente en donde se encuentra un mural con un corazón inflamado y alado, en el mural se logra percibir de un modo difuminado una corona de laurel y en la esquina derecha el jardín del Edén y los siete querubines. 

Stefan Zweig, salió de las sombras y se acercó a Hemingway, y le dijo, “tuvimos el mismo destino con un calibre distinto, en ese momento era la única escapatoria para alcanzar la libertad dentro de la cárcel del suicidio” Hemingway le comentó; me siento profundamente arrepentido, en las sombras del suicidio, entre capas y fantasmas he podido ver lo que mis letras inspiraron y la trascendencia de mis palabras en el otro plano terrenal, lamento en demasía haberme consumido por el desamor de la vida, por la angustia fatídica que no es propia de un hombre de honor. 

Stefan Zweig le comentó: no es facultad de un noble el quitarse la vida, la única diferencia entre nosotros y una gran cantidad de errabundas ovejas, es que cuando tuvimos conciencia de ya no tener un papel en específico en la otra vida, no tenía sentido seguir viviendo, la tragedia fue no haber muerto al vicio y no haber renacido a la virtud, es como el miedo que sentía Irene en mi novela. Debimos estar siempre listos para vindicar la verdad y mantener la libertad de opinión en asuntos filosóficos y mundanos, tal vez, con eso hubiéramos salvado nuestra alma, ahora estaríamos escribiendo alguna comedia existencialista postmoderna. 

Hemigway soltó una carcajada acompañada de su barba sin forma, y le dijo; El verdadero Dios de la razón pura, es la naturaleza, como no podríamos estar condenados y si nuestra naturaleza está condenada, somos gusanos en un cielo de ángeles caídos Zweig, cuando escribí Adiós a las armas quise retratar la miseria errabunda que representa la guerra, si esa forma de vida que promueven los humanos para hacer equilibrios en la economía y que engendra a parias y apátridas como Musolini y Goring. La literatura, nuestra literatura ha fracasado, no logró combatir los privilegios que insultan a la pobreza y al intelecto, no logramos ni siquiera defender el derecho de apelación intelectual ante la injusticia que cita Rawls en su ensayo sobre la justicia. 

“Livianamente hermanos del destino, dioscuros, sombras pálidas, me espantan las moscas de los hábitos, me aguantan que siga a flote entre tanto remolino, los muertos hablan más, pero al oído, y los vivos son mano tibia y techo, suma de lo ganado y lo perdido” Julio Cortázar. 

Stefan Zweig, comenzó a caer en un llanto agudo y en la desesperación anunciada por su suicidio, a lo que expresó “Ni siquiera mis letras me alentaron a tener el ego de Napoleón, uno mayor al propio intento del suicidio” pero qué más da Hemingway tu ganaste el premio nobel y mírate, sigues siendo un espécimen al que todo mundo entrega loas. Hubiéramos aspirado a ser querubines, a dejar un legado a una mayor a nuestras biografías o nuestras obras, el cáncer del siglo XXI ese que nos tocó ver hace mil años según el meridiano de Greenwich, fue la tragedia posterior a nuestros tiempos, la gente no tenía identidad, la gente no tenía ideología, la gente mataba por el oro, no moría por el honor, así cualquier consciente se hubiera tirado un escopetazo como tú, encarcelaban a sus próximos con fines políticos, mutilaban a los animales para ponerlos en sus casas como trofeo, como si fuera un nobel. 

Hemingway: no se si caminamos al infierno o vamos saliendo de ahí, no importa, ya no reconozco los lapsos de tiempo, pero si encuentro los destellos y los bríos que para que existan los soldados de la paz, tiene que arder todo como fuego que dio origen al edén y con eso poder aspirar a la alegoría del cuerno de la abundancia, si pudiera, si solo tuviera dos horas más en la tierra, escribiría una carta, una declaración como la George Silverman, y le diría todos mis lectores, que cuando la esperanza se vuelve invencible la victoria final está asegurada. El ser humano debe de renacer, no cometer nuestro error, si morimos que sea la sombra del ángel de la muerte quien nos arrebate la pluma y la poesía de la vida, pero mientras vivan, mientras respiren, aspiren a ser mejores.


Zweig, tienes razón camarada, nuestras biografías se reescribirían y serían textos lapidarios en las bibliotecas, serían cábala en la oscuridad del piso ajedrezado e inspiración en todas las caballerizas, así los escritores seríamos caballeros del sol. 

“Un bosque altísimo rodea esta casa en el centro de la ciudad, yo sé, siente que un ciego está muriéndose en las cercanías” Julio Cortázar.

In silentio mei verba, la palabra es poder. 


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