Tania Magallanes Díaz
El amor es un misterio que duele
Esther Seligson
Fue por culpa de su adicción a la coca-cola light como me enteré que P. me engañaba. Derrapó frente al OXXO porque llevaba toda la mañana sin su veneno, se bajó rápido del auto y dejó su teléfono en el soporte. Vi que comenzaron a entrar los mensajes de S. sobre lo rico que había sido su último encuentro sexual. Me volví loca. Un mes antes me había pedido matrimonio y lo único que quedó de la ilusión y las promesas fue ese ataque de pánico e histeria. Es neta eso de que se puede ver el momento exacto donde a una se le rompe el corazón y vuelan ‘en el viento las mariposas fúnebres sus alas’. Una forma de morir. Ahora me río mucho. Por una coca light lo caché. Si estaría estúpido, cómo no se le ocurrió silenciarla, pienso.
Esa no fue la primera vez que me pasó. Muchos años antes de eso el padre de mis hijos mantuvo una relación con otra mientras yo estaba embarazada del segundo, y la continúo aún después de que me enteré. Tuvieron su propio hijo y fueron felices, dicen, muchos años. Pero mientras, gestando yo, la sospecha y el dolor me ocasionaron un embarazo de alto riesgo y los meses más enfermos de mi vida.
Morimos muchas veces por amor. De infinidad de maneras y todas innecesarias.
La naturaleza humana, tal vez. O los códigos morales impuestos, no sé. Nada impide que el otrx nos engañe. O nosotros engañarlos. Nada ni nadie contra nuestros deseos, digo, ni la certeza con la que creemos que somos sapiens y tenemos todo fríamente calculado.
Por supuesto que esta retahíla es propiciada por Shakira, Piqué y Clara. He visto los mejores memes de mi generación esta semana. Y obvio que no hemos estado hablando de ellos, sino de nosotros.
La división social que ha generado el caso define nuestras posturas o lo que nos duele. También ha sacado a relucir nuestro policía interior, ese que señala con el dedo flamígero y se ostenta como el de la verdad absoluta, impoluto, el que puede tirar la primera piedra.
La colectividad suele tener conductas destructivas. Una de estas puede ser la falta de autocrítica.
Con esto de Shakira me hizo reír la hipocresía de los hombres al venir a señalar a las mujeres de ardidas o de violentas; prestos a hablar de nosotros, su nueva masculinidad feminista los orilla a manifestarse sobre lo que nosotras hacemos, no de su estancia en el mundo. Ninguno dijo cómo es que han engañado a sus mujeres. Compartieron memes y se rieron de Shakira y de nosotras, pero ninguno habló de los acuerdos que rompen y que nos lastiman.
Algo así pasó también con otras personas. En esta nueva etapa, tal vez una cuarta ola del feminismo ocasionada por el me too, las mujeres, sobre todo, han puesto la teoría del placer, el amor y la amistad en la práctica. La ternura ahora es revolucionaria. Nada como hablar de la sororidad y del amor propio. Pero ni las prácticas ni las dinámicas sociales se rompen de un día a otro.
Lo detecté en algunas que insistieron en que Clara y Piqué son los responsables del dolor de Shakira y deben pagar. Me pregunto si a ellas como a otras más se les olvidó de dónde vienen. Una noche, hace más de 10 años, alguna de estas lloraba amargamente. El hombre que ella amaba era casado y la dejó para consolidar su matrimonio. Ardida, dolida, sufriente, quería contarle todo a la esposa para vengarse de él. Ella fue hace muchos años una Clara, como dicen que Shakira también lo fue al inicio de su relación con Piqué.
Me sorprendí de verla ahora tan enfáticamente en contra de la nueva novia de Piqué, y no por lo que dicen de la falta de sororidad, sino por el olvido de su propia historia. Yo no soy nadie para recordársela. La torcí un poco para no evidenciarla. A fin de cuentas todos cambiamos. No dudo que ella ya no sea la misma de ese entonces. Yo no soy la misma de hace un año. Para qué funciona el feminismo. Para reformular nuestras posturas políticas. Para aprender de nuestros errores. Para entender que la hemos cagado. Para nunca más volver a ser las que fuimos. La que fui.
Yo he sido Clara más de una vez. La primera me compré el cuento de la relación fallida, de dormir en camas separadas, de no amarla ya y de estar con ella por sus hijos. La segunda no lo vi venir. Me enamoré como estúpida sin importarme lo que hacía. Que nadie se enterara no lo hace menos horrible. De la tercera fui más consciente y me alejé, pero no lo suficientemente rápido. Tomar decisiones tiene consecuencias.
También a varios de los míos les fui infiel. Me vengué con otros de sus chingaderas. Corrí a engañarlos por el puro placer de vengarme. Me las cobré, hermanas. Les pasé factura. A más de uno hice llorar y gocé verlos sufrir cuando se enteraron, después de todo lo que yo les había llorado, enloquecida de despecho. La naturaleza humana, tal vez. O simplemente es que las personas somos horribles.
Hubo quien me dijo que mis venganzas no lo eran porque ellos no siempre se enteraron. Sólo que yo no necesitaba que ellos supieran. Era mi manera, mía, de mí y para mí de vengarme de ellos.
Tal vez esto es demasiado para las buenas conciencias. Supongo que en este pueblo, donde todos somos hermanxs de leche de todos lo mejor es callar sobre eso. Lo personal es político hasta que nosotros cometemos la falta. Esa no queremos que se ventile. Esa no puede saberse. Ya somos nuevos. Nos purificamos. Nunca más volveremos a engañar a nadie. Tal vez solo a nosotrxs mismos.
Muchos años después me enteré que S. era una mamá que criaba sola. Mi ex, P., la veía y le daba unos pesos “en buena onda”, “para que se ayudara”. Pensaba estos días shakirescos en lo que nos orilla a decidir al cometer una falta: ella sabía que P. estaba conmigo, pero tal vez la pasaba bien en medio de lo que estaba viviendo, además, necesitaría un poco de ayuda y de escucha. Después de muchos años lo volví a detestar como detesté al que me manipuló lo suficiente para yo lastimar a otras. La naturaleza humana, tal vez. O que somos culeros, de nuevo.
Tomar decisiones tiene consecuencias. Me he disculpado de frente con algunas mujeres a las que- tal vez o seguramente -ofendí por culpa de ellos. Me faltan algunas y con otras no tendré esa conversación. A todas podría decirles, como en los memes, que si nos juntamos y contamos nuestra historia contra ellos, la monetizamos.
Ah, el dolor y el amor le conviene al sistema capital.
Por eso me parece más interesante desdramatizar este asunto, como dice Despentes. Unas palabras lanzadas que se pierden en el mar. Y yo he estado ahí. He sido víctima y victimaria de mis pulsiones brutales. He sido Shakira, Piqué y Clara. Revaluar la manera en que llevo mis relaciones personales es una forma de aprender del feminismo. De tomar posturas políticas claras. De nunca más volver a estar en esos lugares culeros. De ser libre. Morimos muchas veces por amor. De infinidad de maneras y todas innecesarias.
Virgine Despentes, de nuevo: El feminismo es una revolución, no una redisposición de las consignas marquetineras, no una vaga promoción de la felación o de los swingers, no sólo se trata de mejorar los sueldos complementarios. El feminismo es una aventura colectiva, para las mujeres, para los hombres, y para los demás. Una revolución, ya en marcha. Una visión del mundo, una elección. No se trata de oponer las pequeñas ventajas de las mujeres a las pequeñas conquistas de los hombres, sino de mandar todo a la mierda.
@negramagallanes