Una casa, ubicada al norponiente de la capital de Aguascalientes, se viralizó por su insólita arquitectura. Sus cinco pisos hechos de cascajo y desechos de construcción se alzan sobre el barrio y las leyes de la física. Un arco de teja y mampostería conforma la entrada a la finca, que parece sostenerse a partir de trozos de plástico, ladrillo y tablas de madera; fungen como paredes cobijas y lonas desgastadas, cada nivel está delimitado por láminas y, en lo alto, un par de tiendas de campaña hacen las veces de recámaras.
Las fotografías de esa atípica vivienda me recordaron todas las veces en que, sin suficientes conocimientos, experiencias o aptitudes, se tuvo que echar mano de cuánto estuviera al alcance para afrontar alguna dificultad. Porque es una realidad que no siempre contamos con el presupuesto para plantar cara a las situaciones que se nos presentan por no haber tenido acceso a los libros, o los contactos, o las terapias, o las oportunidades de trabajo, o las cuentas bancarias. Y de pronto nos descubrimos en la necesidad de construir con apenas escombro. Me gusta imaginar a la o el autor de esa casa emprendiendo su búsqueda en el desecho propio y ajeno, pacientemente en contenedores y tiraderos, resignificando la basura. Recogiendo de cada paraíso residual el mejor insumo para materializar lo que bien podría ser el hogar de sus sueños, una obra de arte urbano o una declaración contra los cánones inmobiliarios.
Esto último me llevó a pensar en lo borrosa que, históricamente, ha sido la línea que divide los derechos de los privilegios, al no haber acceso a prerrogativas que garantizan un piso mínimo de bienestar, y que deben o deberían ser inherentes a todo ser humano. Porque derechos como la libertad, la igualdad, tener una familia y, claro, una vivienda digna, existen y se encuentran reconocidos en la Constitución y los tratados internacionales de los que México forma parte, aunque no necesariamente existan las condiciones para ejercerlos. Un derecho se convierte en privilegio cuando no se distribuye equitativamente, entendiendo a este último como una facultad que gozan ciertas personas o élites por concesión superior o por circunstancias ventajosas. Hopenhayn (2022) advierte que normalizar las diferencias de trato a partir de las desigualdades en todas las esferas de la vida social, resulta en una cultura del privilegio que perpetúa un orden de ciudadanía de primera y de segunda categoría.
Las brechas de clase, género y adscripción afectan al Estado derecho, por ello en una sociedad democrática, como esa que tanto nos jactamos de habitar, es fundamental garantizar todos los derechos a todas las personas. Y dicho sea de paso, no es una tarea que recaiga exclusivamente en el Estado y sus instituciones. Cuestionar y gestionar el privilegio a partir de una visión colectiva también implica respetar y defender los derechos humanos de las y los demás. Pero en el Internet de las cosas, la conciencia de clase, o como quiera llamarse a lo que Marx definió como la capacidad de alguien para comprender su posición, a veces pareciera un bien escaso.
Como era de esperarse, la casa a la que me referí al inicio de esta columna se volvió un imán de morbo y comentarios de burla. Y pues, como el humor no deja de ser político, paso a recordarnos que todo lo que nos causa gracia está condicionado por nuestro propio sistema de creencias y valores. Y reírse de la falta de privilegios de otrxs no tiene mucho de innovador, de hecho forma parte de nuestros códigos humorísticos tanto como los chistes de Pepito. Y no, tampoco trato de romantizar la pobreza, espero que haberse compartido tres o cuatro mil veces la foto del tributo aguascalentense al Castillo Vagabundo (Miyazaki, 2004) sirva para evaluar con toda seriedad la seguridad del vecindario, la residencia y de sus inquilinos, en caso de haberlos, para que no ocurra que pintamos toda la casa y sin dejar caer una sola gota de pintura… ¡qué es eso! pero esta vez en un contexto lamentable.
@HildaHermosillo
Referencias
Hopenhayn, M. (2022). La cultura del privilegio y la igualdad de derechos EL TRIMESTRE ECONÓMICO, vol. LXXXIX (1), núm. 353, enero-marzo de 2022, pp. 257-275.
Miyasaki, H. (2004) El Increíble Castillo Vagabundo. Studio Ghibli.