“Quien no comprenda este discurso no debe afligirse en su corazón. Pues mientras el hombre no se haga semejante a tal verdad, no entenderá”.
Estimado lector de LJA.MX con el gusto de saludarle en el preámbulo de este nuevo ciclo solar, agradezco como siempre su tiempo, pues es lo más valioso que tenemos los seres humanos. Las palabras de esta columna refieren una serie de pensamientos y sentimientos que tratan de plasmar instantes y horizontes, sueños y anhelos, conjeturas y filosofías, que finalmente todo en esta vida tiene un punto específico, todo tiene un momentum.
La categorización de la vida consiste en la construcción y deconstrucción que las personas, específicamente las sociedades le otorgamos a dichos preceptos, con base en esto podemos tener la firme convicción y creencia de poder destrabar los cielos para tomar como punto de referencia a un ser supremo, pues sin su existencia, nuestra existencia tendría poco sentido. En esa lógica que permea en un cielo y en un infierno, en lo finito y en lo infinito se desatan una infinidad de situaciones que comunican el pletórico comportamiento humano.
Las fechas que celebramos en cada año, la disposición del abrazo y los buenos deseos, en la misma sintonía de la hecatombe holocaustica de los seres vivos y del propio planeta. No obstante, el ser humano en su nihilismo lógico natural impone lo material sobre lo espiritual para engendrar equilibrios fáusticos en un soliloquio de verdades incompletas llenas de figuras y simbolismos diáfanos y errabundos. Meister Eckhart seguramente estaría incompletamente orgulloso de la representación de El inmortal de Borges ante la consistencia ideológica de este siglo, el momentum nos vincula con el juicio imperialista de Mark Twain, en donde los principios han sido doblegados.
“En el entendido de que todo sentido es falible, quizás el más honesto de los sentidos (aun así, no definitivo) sea el despertar a la conciencia de la fiabilidad”.
Nos encontramos en el eterno retorno de una búsqueda que no tiene punto de partida ni en los jardines élficos ni en la teoría de juegos, verdades y mentiras, guerras y religiones, razones y ciencia, teúrgia y goecia. La vida sigue, la vida se va y se va demasiado rápido, tal vez es nuestro destino no entenderla sino simplemente vivirla, disfrutar y apreciar ese momentum, que invoca lo eterno. Es la misma conquista que el elogio otorga a locura, tal cual mencionaba Erasmo de Rotherdam, de qué sirve la ciencia si no existe punto de partida transpersonal que otorgue un principio, no solo estamos rodeados de la sombra del alza en los suicidios, estamos en el desencuentro del superhombre, estamos y seguimos a la espera de una mirada que no llegará porque simple y sencillamente aún no hemos encontrando la capacidad de vivir el instante.
Fluir ha sido la promesa que aún no hemos encontrado, siempre como aprendices, porque al final la vida es como uno la hace, es la alegría de la esperanza, es un poema en una servilleta, es un evento de filantropía, es una columna j, o la invocación de Fausto. Cada sendero que se tiene en esta vida es y será un momentum. Sin duda alguna, el tiempo es el invento más interesante que hemos hecho, nadie sabe cuándo empezó y cuándo terminará, pero si mide cada fracción de nuestra vida.
Es imposible arrebatar a los hombres la libertad de decir aquello que piensan. Somos soles en el patíbulo del universo. Cuando no existe coerción alguna cada generación está dispuesta a enfrentar los distintos mitos de Sísifo, en donde seguramente en el eterno oriente aún se encuentren Sartre y Camus, debatiendo sobre lo absurdo que resulta el propio debatir.
Todo año es un momentum, es una caverna llena de segmentos alineados a las constelaciones y a la búsqueda mítica del origen. Treinta y tres son los peldaños de algunas escuelas iniciáticas, tres son los momentos de la vida, nacimiento, vida y muerte. En algún momentum no estaremos, pero posiblemente perduraremos más allá de los solsticios y los equinoccios.
Tras la superación de la ficción ideológica que separa lo espiritual de lo mundano, luego de la existencial extinción de la dicotomía entre los aparentes extremos de los dogmas, la ciencia y el tiempo, podremos esbozar la liberación de los obstáculos y la búsqueda de la libertad. En algún punto de este recorrido llamado vida, lo que nos obliga a creer es el choque de lo increíble, tal cual nos orilla a la trascendencia, pues haber iniciado un viaje en que todo momentum termina por extinguirse, así como todos los soles.
In silentio mei verba, la palabra es poder.