Humanos bestiales / bestias humanales/ A lomo de palabra  - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Chucho chulo

Media mañana. Voy sobre Porfirio Díaz, del lado de la acera norte. Vengo de Insurgentes y avanzo hacia Rodin. Al llegar a Atlanta, cruzo la avenida y entro al Parque Hundido. Delante de mí camina una señora. Pasea a un cuadrúpedo prendido a una larga correa. Es uno de esos perros ridículamente diminutos, no más choncho que un conejo. Con todo, alocado, el nimio cándido va jaloneando a su dueña. Antes de llegar a la primera bifurcación, sentada en una banca, sola, otra mujer, más o menos de la misma edad, se observa los pies. Se expresión es de profundo hastío. De pronto, alza la mirada, descubre al animal y clava la vista en él… Conforme nos acercamos, una sonrisa va cubriéndole todo el rostro. Pasos antes de que la bestia pase junto a ella, se inclina y, como si le hablara a un bebé, melosa, le dice:

         — ¡Hermoso, mi vida…! Adiós, guapo, mi chulo…

         El chucho no le hace el menor caso y sigue su camino como si nada. Atrás, pasa su ama. La señora de la banca no la saluda, ni siquiera voltea a mirarle la cara. Enseguida paso yo. No me da los buenos días, ni siquiera me sonríe.

 

Thesis

En abril de 1979, la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM estrenaba revista: Thesis. La encabezaba el director de la Facultad, Abelardo Villegas. La editaba Juan Antonio Matesanz. La poeta Elsa Cross era la secretaria de redacción. Entre los autores de los textos que integraron la edición inicial de la revista aparecen Eduardo Nicol, barcelonés exiliado en México desde 1938, igual que José Gaos, y algunos alumnos del asturiano: Leopoldo Zea, Sergio Fernández y Edmundo O’Gorman (1906-1995).

El ensayo “Sobre la naturaleza bestial del indio americano” de O’Gorman abre tanto el primer número como su sección “La tradición presente”, en la que se rescataban “los mejores trabajos publicados en la desaparecida revista Filosofía y Letras”. En efecto, el texto había sido publicado originalmente en 1941, por cierto, dedicado a Gaos.

He aquí una paradoja singular: no todo hombre es hombre. Con cuánta frecuencia decimos y leemos de alguno que es inhumano, que no es hombre: que es un animal, una bestia. Se trata de un ser a quien, pese a todas las apariencias, le falta algo para que sea hombre. A ese tal no le tributamos todos los signos usuales de reconocimiento de la condición humana. Con ocasión de, por ejemplo, su muerte, lo enterramos ‘como a un perro’. Es decir, como a un animal cuyos despojos sólo por una necesidad profiláctica hacemos desaparecer en las entrañas de la tierra.


 

Saluda, no seas rancherita

Algunos años atrás, cuando aún poseía meniscos funcionales, a veces, cuando no tenía tiempo para desplazarme lejos, iba a correr al pequeño parque Esparza Oteo. El circuito Nueva York – Georgia – Pennsylvania – Alabama tiene la ventaja de que mide medio kilómetro. Mientras daba vueltas, podía identificar a un montón de gente, además de los vendedores ambulantes y los acomodacoches que permanecen ahí durante casi toda la jornada, a muchos paseantes. Incluso llegaba a saludar a algunas personas, al menos con una inclinación de cabeza. Recuerdo a un señor de unos cincuenta años que llevaba a su perro a dar la vuelta. Llamaba la atención que siempre llegaba muy arreglado, peinado con esmero, zapatos impecables, en fin… Siempre solo, quiero decir, él y su mascota, una especie de tejonero orejón y de mirada lánguida. Cierta tarde, mientras yo hacía estiramientos en una banca, me tocó ver la siguiente escena: el hombre caminaba con su animal a un lado, mientras que, en contrasentido, se aproximó una mujer, también muy bien vestida y maquillada, de unos cuarenta y tantos años, atractiva. Ella venía también con correa en mano. El espécimen que traía era parecido al salchicha del sujeto. Cuando se cruzaron, ambos mantenían la vista dirigida a sus bestias. Los animales se aproximaron uno a otro y comenzaron a olisquearse entre sí.

         — Saluda, no seas rancherita —ordenó la dama—. Dile que te llamas Perséfone.

         — Saluda… Sé amable, Gameto.

         Perséfone y Gameto continuaron sus arrumacos. Ignoro si se saludaron o no. Atestigüé en cambio que sus dueños, después de que los salchichas se husmearon sus respectivos genitales, siguieron cada quien sus caminos sin haber intercambiado una sola palabra.

 

Alarmante

Reportaba O’Gorman hace más de ochenta años:

Pero a la inversa, y en nuestra época con especialidad entre ciertos pueblos de los llamados sajones, es alarmante la manera ‘humana’ con que son tratados los animales… En ciertas grandes ciudades norteamericanas hay hospitales, comedores, parques de recreación y hasta peluquerías y casas de modas para los perros.

         Don Edmundo hoy se habría alarmado peor con la plétora de negocios especializados en la atención de perros y con la proliferación de espacios antes reservados a humanos y actualmente pet friendly.

Hombres bestiales, y bestias humanales. Este doble fenómeno nos advierte que hay una cierta indeterminación y vaguedad en el concepto de lo humano. Que, por extraño que parezca, no es tan fácil trazar el límite entre la bestia y el hombre… Lo esencial del fenómeno…: la propensión de pensar a un hombre como bestia, o a una bestia como hombre.

         Casi todas sintiéndose muy auténticas, cada vez más a menudo escucho a buenas personas declarar:

— Entre más conozco a las personas, más quiero a mi perro.

Suelo imaginar que sus mascotas son menos rancheras que Perséfone y más amables que Gameto.

@gcastroibarra


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