Eventos deportivos y grandes proyectos urbanos: expresiones de poder/ Rompecabezas urbano - LJA Aguascalientes
16/11/2024

Hace unas semanas atrás millones de personas a nivel mundial estuvimos sintonizadas, de manera simultánea, con el juego final del mundial de fútbol Qatar 2022, un evento cargado de emociones derivadas de lo dinámicos e imprevisibles que resultan los encuentros deportivos. 

Además de ser un mundial atípico por el lugar y el periodo del año en el que se celebró, este evento estuvo cargado de polémicas relacionadas con la forma en la que se tomó la decisión de su realización y con el respeto de los derechos humanos de los trabajadores inmigrantes vinculados a las obras de adecuación y construcción de infraestructuras de singular belleza y sin precedentes. 

Tras una “final de infarto” para los espectadores queda la expectativa sobre el cumplimiento de los planes establecidos para el manejo de los estadios y demás infraestructuras construidas con ocasión del mundial, poniéndose nuevamente sobre la mesa la discusión sobre la conveniencia y efectos de los macroproyectos urbanos emplazados en el marco de la competencia entre ciudades y países por obtener visibilidad, atraer inversión extranjera y potenciar el turismo como forma de generación de ingresos.  

Para el mundial que acaba de terminar se dispusieron ocho estadios cargados se innovaciones tecnológicas y majestuosidad, que fueron edificados, según sus promotores, adoptando soluciones innovadoras basadas en los principios de la sustentabilidad tales como la reutilización de espacios y materiales, la eficiencia en el manejo de la energía y el agua y la reconversión de espacios para su uso posterior en otras actividades. 

En la planificación del pasado mundial se planteó el interés de no repetir lo sucedido en Sudáfrica, Brasil y Rusia, donde, luego de la celebración del campeonato, varios estadios quedaron sin uso a pesar de las cuantiosas inversiones realizadas. Por ello se adoptaron alternativas como la construcción de un estadio desmontable con contenedores de acero reciclados (Estadio 974) y el diseño de estadios temporales para ser reducida su capacidad o reconvertido su uso luego de la finalización del campeonato. 

Tal es el caso de los estadios Ciudad de la Educación, cuyo uso después de este mundial será para atender las necesidades educativas de aproximadamente 8.000 estudiantes de nueve universidades y 11 escuelas; y Lusail y de Al-Bayt, que serán reconvertidos para otros usos comunitarios y turísticos. 

El destino proyectado para las infraestructuras emplazadas desde 2019, en cuya construcción se acusa al país anfitrión de desconocer los derechos laborales de trabajadores inmigrantes y ocultar los fallecimientos asociados a las condiciones laborales (sin que pueda tenerse una certeza de las cifras documentadas en prensa), lleva a preguntarse si la búsqueda de la sostenibilidad ambiental y económica responde a un interés genuino o no por atender a los desafíos medioambientales globales y por evitar los efectos negativos evidenciados en otras ciudades al final de los eventos deportivos. 

Este esquema de obras representativas desmontables, que recuerda la tradición de las ferias mundiales de arquitectura, se corresponde con la estrategia diplomática de soft power adoptada por Qatar, un Estado Monárquico que a pesar de su reducido tamaño se consolidó en los últimos años como uno de los países más ricos del mundo gracias a las reservas de gas que posee y a la inversión de las ganancias obtenidas por la explotación de este recurso en la diversificación de su economía como forma de previsión a su futuro agotamiento. Dentro de las inversiones realizadas se encuentran la participación en los mercados inmobiliarios en Estados Unidos y de la City de Londres y la intervención en fondos de inversión y como accionistas de empresas multinacionales. 

La solvencia económica de Qatar, la importancia geopolítica que le confiere ser un aliado de Estados Unidos en el medio oriente y el interés de este país de proyectar una imagen de modernidad y progreso favorable para la atracción del turismo y la inversión extranjera permiten explicar el por qué los costos del evento no fueran una inquietud de primer orden. 


La celebración de eventos deportivos de alto nivel es una oportunidad para mostrar el poderío de los territorios y de quienes tienen el control de los mismos, así como de proyectar reputaciones de poder que refuerzan la capacidad de influencia. Además, es una expresión de las modalidades contemporáneas de producción del espacio urbano en la que la búsqueda de rentabilidades con alta velocidad de retorno determina las formas de uso y ocupación del suelo y la rápida desterritorialización de la inversión hacia territorios que resultan más favorables para la acumulación. 

En este contexto la alianza entre élites locales y transnacionales favorece la promoción y desarrollo de grandes proyectos urbanos que implican la renovación y reconfiguración de espacios y con ello el incremento del valor del suelo, lo que a su vez propicia varios fenómenos simultáneos que ponen en cuestionamiento del sentido del “desarrollo” y la posibilidad de disponer de ciudades justas. 

Entre los fenómenos registrados se encuentran la salida de los habitantes tradicionales de los territorios hacia otros en búsqueda de nuevas alternativas y oportunidades, el repoblamiento de espacios por parte de otras clases sociales y el uso de la mano de obra de población migrante, que al no encontrar opciones de empleo en sus lugares de origen aceptan empleos mal pagos y se localizan en los territorios de llegada en zonas con condiciones precarias de hábitat dadas sus restricciones de ingreso. 

De esta forma los grandes proyectos urbanos nos muestran la capacidad existente en el marco del capitalismo para movilizar de forma veloz y concertada recursos, voluntades, y cooperación público privada para efectuar grandes emplazamientos que favorezcan la acumulación del capital y el desinterés para atender los problemas de nuestras sociedades de garantizar condiciones mínimas de vida para la mayoría de las poblaciones, bajo el sofisma de que con la realización de este tipo de intervenciones se generan empleos, emblemas y marcas de ciudad que permitirán una redistribución de la sociedad. 

No se desconoce que los mundiales y otros eventos deportivos activan el flujo de recursos y la dinamización de las economías, frente a lo cual existen algunos estudios y  aproximaciones teóricas que buscan establecer qué tan rentables son. No obstante, es importante cuestionar quiénes son los verdaderos beneficiarios y ver los impactos más allá de los ingresos percibidos. 

Asimismo, es importante establecer sistemas de seguimiento y evaluación que permitan aprender de las experiencias y tomar de ellas buenas prácticas que puedan ser replicadas para atender los problemas de desigualdad y de negación de lo urbano como espacio de encuentro de la diversidad y de satisfacción de derechos sociales. 

En este cierre de año, donde se acostumbra a realizar balances y proyecciones resulta necesario poner en la agenda pública la discusión sobre los referentes que acogen los diferentes gobiernos y agencias multilaterales como símbolos de progreso y comprender que las medidas adoptadas hacen parte de un juego geoestratégico donde los diferentes actores poderosos buscan maximizar su poder e  influencia a costa de quienes se encuentran en condición de dependencia o de incapacidad de agencia. 

Si bien no todas las ciudades pueden aspirar a realizar eventos de la talla de un mundial de fútbol, a nivel regional y en menor escala se presentan en varias zonas del mundo las posibilidades de participar como anfitriones de otros certámenes deportivos generándose así, de forma periódica, dinámicas de competencia entre los gobiernos urbanos por hacerse a estos espacios con la ilusión de traer oportunidades de generación de riqueza y proyección de sus territorios.

Si el mismo empeño se pudiese enfocar en la planeación de intervenciones innovadoras propias, recurriendo a los esquemas de gestión que caracterizan a los grandes proyectos urbanos, para solucionar problemáticas relacionadas con el uso y disfrute de las ciudades para sus propios habitantes, podrían detonarse otras posibilidades que repercutirían en una mayor integración y sentido de pertenencia. 

Desde una ciudadanía activa debemos identificar herramientas sencillas y accesibles a diferentes públicos que nos permitan evaluar ex ante y ex post la conveniencia y efectos de la celebración de grandes eventos deportivos y demandar a nuestros dirigentes la reorientación de los grandes proyectos urbanos hacia el logro de objetivos puntuales frente a los riesgos y amenazas que se viven cotidianamente en nuestras ciudades. 

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