“La derrota de la ignorancia se extiende cuando la esperanza es presente”.
Estimado lector de LJA.MX, le agradezco que tenga tiempo para dar lectura a la columna de un servidor y a este gran medio. En esta ocasión hago una reseña sobre la obra del premio nobel de literatura William Golding El señor de las moscas.
A través de un grupo de niños varados en una isla desierta, Golding retrata a la perfección la maldad humana y el poder del instinto que permanece dormido dentro de todos los humanos cuando no hay una autoridad que mantenga el orden. En El señor de las moscas el intento de civilización por parte de un grupo de niños se convierte en poco tiempo en caos, donde la ambición por el poder y la muerte se convierten en el orden del día. El caso que se menciona no puede dejar de vincularse con el mecanismo social de casi cualquier tiempo de la historia.
En cada circunstancia los seres humanos hemos tenido la oportunidad de tomar decisiones, tal vez algunas de índole básico y esencial, seguramente algunas otras mucho más complejas, no obstante, eso es precisamente lo que representa el libre albedrío. Sigmund Freud mencionaba que los dos instintos básicos que tenía el ser humano eran la violencia y el sexo, Jacques Lacan difería en cierto modo, sin embargo, las connotaciones que plasman los proceres de la psicología deja entre ver un sentido oscuro en la sociedad y en sus devenires.
La obra puede tener diversas interpretaciones, en caso de que sea representada por niños expresa la espontaneidad de la temprana edad, expresa la supuesta inocencia, que al ritmo del paradigma socio cultural puede ser completamente desterrada, se podría inferir que si una sociedad es joven en cuanto a conciencia colectiva estará expuesta a la manipulación, al interés y a la retórica de la supervivencia sosegada por un interés malsano.
Como en toda sociedad existen personas y personajes que se aíslan y participan lo menos posible ante la moda que impera, y me refiero a las ideologías, al consumo de alcohol, al modo de vestir, a lo permisible en el contexto legal y en todas las opciones caleidoscópicas que se puedan presentar.
“Ningún hombre conoce lo malo que es hasta que no ha tratado de esforzarse por ser bueno. Sólo podrás conocer la fuerza de un viento tratando de caminar contra él, no dejándote llevar”, Clive Staples Lewis.
Desde mi particular punto de vista, los clisés morales determinan en mayor proporción las decisiones que tomamos y el modo en el que vivimos, es decir, la ética se ve disminuida, y un claro ejemplo de lo que un servidor expone en estas líneas, tiene que ver con la responsabilidad social. En un discurso pesimista podríamos decir que el mundo se está cayendo a pedazos y lo único que interesa en el común denominador de las personas es posesión material.
Si bien en la obra de Golding no existe como tal una interacción material, si existe el ánimo por preservar a toda costa el falso sentido de seguridad aunado a las necesidades impuestas y distorsionadas por quien ejerce el poder. Cuando las personas se dejan llevar por los instintos, cuando su maldad impera sobre la conciencia, la sociedad tiende a vicios cíclicos que detonan en la decadencia.
“El hombre malo puede decantarse a veces hacia el lado de la razón; pero le resulta casi imposible no hacer cuanto conviene para inclinarse a la maldad”, Arturo Graf.
Cada tiempo expone controversias morales y éticas, cada ciclo social extiende y contiene comportamiento ligeramente asequibles a los equilibrios o a los desequilibrios, me contiene la pregunta sobre si los seres humanos somos malos por naturaleza, o si es nuestra naturaleza corrompernos, la violencia, la ambición, la hipocresía, la ignorancia, el dominio absoluto son facetas de distintas dosis en las personas. En cada persona existe un mundo nihilista, meramente abstracto para justificar o dar retórica sobre las acciones propias, en un sentido más agudo existe la capacidad de juicio ante lo que nos rodea.
La preocupación central de El señor de las moscas, es el conflicto entre dos impulsos competitivos que existen en todos los seres humanos: el instinto de vivir según las reglas, actuar pacíficamente, conflicto que aplica directamente en cualquier latitud de nuestro planeta. El hecho de seguir órdenes morales y valorar el bien del grupo contra el instinto de gratificar los deseos propios, la antítesis de la ética nicomaquea, actuar violentamente para obtener la supremacía sobre los demás, y hacer cumplir la voluntad de uno, sobre otra persona, sobre un animal, sobre la riqueza de alguien más, o lucrar con la ignorancia.
Este conflicto puede expresarse de varias maneras y bajo distintas aristas: la civilización contra el salvajismo, orden contra caos, razón contra impulso, ley contra anarquía, o el título más amplio del bien contra el mal. Golding asocia el instinto de la civilización con el bien y el instinto de salvajismo con el mal, es decir lo que vemos a diario en nuestra ciudad, en nuestro país y en el mundo. La problemática entre los dos instintos es la fuerza impulsora de la novela, explorada a través de la disolución del comportamiento civilizado, moral y disciplinado de los personajes mientras se acostumbran a una vida salvaje, brutal y bárbara en la jungla. Estimado lector, esta reseña puede ser una reminiscencia de lo que me ha tocado ver en la vida.
“Somos lo que sabemos, sabemos para existir y existimos para saber lo que somos”.
In silentio mei verba, la palabra es poder.