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21/11/2024

Para poder evaluar un hecho, tomar conciencia del mismo y sus significaciones los más cautos y analíticos recomiendan tomar distancia del evento a analizar, ya que tratar de descifrarlo en el justo momento en el que ocurre puede –según algunos- obturar la objetividad del análisis ya sea porque aún los datos están en procesamiento, por las emociones que pueden ser ejercidas ante la vivencia del mismo o bien por no contar con todos los elementos que le den contexto, así como lo sucedido antes y sobre todo lo que acontece después de que el hecho culmine, en base a ello podrán verse sus efectos y sus escenarios de influencia –en este caso de trascendencia-.

El día de hoy se cumplen exactamente dos meses de la marcha del 27 de noviembre en la Ciudad de México por el presidente Andrés Manuel López Obrador, un hito en la historia de nuestro país y sobre todo un evento extraordinario en la vida de un hombre capaz de convocar a multitudes, a un pueblo, a una nación. Este hecho tiene un precedente, en el 2005 se llamaría a una movilización denominada como “Marcha del Silencio” en contra del desafuero de López Obrador, en aquella ocasión también la cifra superaría el millón de personas, según datos oficiales. Para tomar perspectiva es claro –y resulta obvio- que no hay otro dirigente político en nuestro país capaz de movilizar dicha cantidad de personas, no hay otro personaje que tenga la posibilidad de convocar a un pueblo de la manera que lo realiza el presidente, no es un dato menor que la marcha fue citada –y organizada- en menos de dos semanas y anunciada en una conferencia matutina. Esto da muestra de la capacidad de un dirigente, habría que buscar con detalle qué presidente en América –ya ni hablemos de Europa- tiene este apoyo de su pueblo, un apoyo en la calle, en lo popular, en lo visible, en lo tangible, en la facultad de respuesta, por ello no es de extrañar que el movimiento político fundado por él pocos años atrás ahora está convertido en la principal fuerza política del país, un hombre que construye, que arma, que estructura sobre una idea de nación, una idea de futuro y de transformación. Y de esto dan muestra las impactantes imágenes del periodismo gráfico y el registro audiovisual de aquel día, un hombre rodeado de pueblo, él como pueblo, surgido del pueblo y para el pueblo, para sus causas, lejos de los salones oligárquicos, de las cenas fastuosas, muy lejos de los protocolos imperiales, del establishment, de los banqueros, las empresas monopólicas, los medios hegemónicos, de los Lincoln 76 o el Ford blindado, de la máxima seguridad, y sí muy cerca de la gente, caminando calle, gastando suela, sudando, abrazando, escuchando, acompañando y siendo acompañando más de cinco horas de trayecto a pie, desde el Ángel de la Independencia hasta el Zócalo, y al llegar ese hombre que trae el corazón del pueblo entre las manos rinde un informe de más de una hora de las transformaciones de su gobierno en sus cuatro años de ejercer el poder al servicio de una nación.

Sin embargo ese día parece ya lejano, ya que este gobierno marca de manera tan definida y radical la agenda política, la agenda nacional, que cada semana pone en el eje –o aparece- un tema, se genera una polémica, se realiza una propuesta o se da un informe, se avanza rápido y con directriz, la agenda la marca el presidente, sin pautas millonarias en publicidad y con la mayoría de los medios de comunicación en contra actuando como verdaderos opositores, y por eso este hombre que es pueblo, habla con el pueblo y para el pueblo aprovecha para comunicar los avances y sobre todo los principios ideológicos de su gobierno no importando si es una entrega de un plan social en una pequeña y alejada comunidad rural del país ante indígenas y ejidatarios que se transmite solo por YouTube o si está en Palacio Nacional en una cumbre flanqueado por Joe Biden y Justin Trudeau y la prensa internacional, él marca los puntos de la agenda, moviliza el contenido y genera el debate, la polémica, que en el fondo es de lo que trata un sistema democrático; la lucha de las ideas. Andrés Manuel ha abierto un sistema cerrado, decadente, obsoleto y ha venido a transformar –literalmente- la forma de ejercer poder, pero sobre todo la forma de hacer política y convertirla en acción. Errores y cuestionamientos existen –por supuesto- no hay manual para las revoluciones, y la velocidad con la que trabaja –e intenta- desarrollarse este gobierno arroja situaciones debatibles y no del todo óptimas pero eso también es parte del margen de error que puede darse y que ha sabido atemperar uno de los mandatarios con mayor popularidad a nivel mundial, con el respaldo de las grandes potencias, líder emergente de una Latinoamérica que trata de estabilizarse mediante gobiernos progresistas, de izquierda, pero sobre todo con un respaldo popular sin precedentes sostenido en lo que va de este siglo en la historia política de México.

Pocos, muy pocos dirigentes políticos, sociales, seres humanos, pueden movilizar a tanto pueblo, tanto afecto, tanto agradecimiento e idea de futuro, pocos, muy pocos pueden construir este imaginario colectivo, marcar la historia, lograr e intentar cambios profundos, perdurables, ese hombre simboliza una idea de nación, somos millones los que nos sentimos representados por él y por eso le acompañamos. Este año será particularmente complejo, los embates de la oposición y los medios opositores serán imaginativos y algo se les ocurrirá para afectar al movimiento rumbo a las elecciones del próximo año, sin embargo en el pueblo, en la mayoría del pueblo de México está sembrada la idea de seguir la transformación, de profundizarla y para ello como también Andrés Manuel apunta hay que seguir trabajando, debatiendo, informando, persuadiendo, luchando una, otra y una vez más por la revolución de las conciencias. 


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