La arquitectura lo llevó al urbanismo, al diseño, a la geometría, a la pintura… Pero su revelación artística surgió ante la cosmogonía del rombo tejido por los huicholes, el llamado Ojo de Dios, que le inspiró la simbología de la Olimpiada México 68. Para conmemorar esa trayectoria de medio siglo, acaba de aparecer Cosmos, volumen de 327 páginas que reúne 450 de las más de 600 obras que el artista ha realizado para construir su serie homónima. En entrevista, explica esta estructura de soporte universal para adentrarse en el misterio de la creación.
Con la publicación del libro Cosmos por la editorial alemana Hirmer, el arquitecto Eduardo Terrazas (Jalisco, 1936) celebró cerca de cinco décadas de creación plástica en torno a la serie homónima iniciada en 1974, y en la cual -en una infinita gama de posibilidades- representa al planeta Tierra y las fuerzas que dominan el universo.
Presentado hacia finales del recién ido 2022 en el Museo de Arte Moderno (MAM) por el escritor Guillermo Fadanelli, el lujoso y bello volumen de 327 páginas reúne 450 de las más de 600 obras que, a lo largo de 48 años, ha realizado el artista determinado por el arte huichol, particularmente el famoso rombo tejido llamado Ojo de Dios que inspiró la simbología de la Olimpiada México 68.
La soleada mañana de un día de mediados de diciembre, el también diseñador y urbanista, creador de espacios como la Macro Plaza en Monterrey y la Plaza de la Solidaridad en la Ciudad de México, así como de centros culturales en Tamaulipas, recibe a Proceso para hablar de esta serie artística que se ha convertido -aun cuando tiene otros conjuntos de obras plásticas- en el gran proyecto de su vida, y por el cual se alejó de su vocación primigenia, la arquitectura.
Vestido en mezclilla clara, en el estudio que ocupa el último piso de su casa en la colonia Roma, va mostrando prácticamente hoja por hoja el libro, para describir cómo crea la estructura a partir de la cual ha ido desarrollando toda la obra, con cientos de posibilidades, tanto en blanco y negro como en toda una gama de colores, ya con tintas o carboncillos, pero esencialmente entretejidos con fina hebra de lana, como el arte huichol.
Son los componentes del Cosmos: Dentro de un cuadrado perimetral, una cruz con dos líneas vertical y horizontal, las llamadas coordenadas “x” y “y”; otra cruz con dos líneas perpendiculares como “ejes de infinito”; un círculo mayor representando a la “Bóveda celeste”; un rombo con las fuerzas del universo electromagnéticas de gravedad, nuclear fuerte y nuclear débil; y al centro un círculo más pequeño, que es el planeta Tierra.
La explica:
“Es una estructura que hice en 1974, una serigrafía. Los griegos ya hablaban de la bóveda celeste, estamos rodeados de cielo y hay estrellas arriba y abajo. Y estas son (las líneas del rombo) las cuatro fuerzas que mantienen en armonía al universo. ¡Imagínese la gravedad como fuerza! Es la que hace girar a todos los planetas y estrellas en el cielo desde hace 13 mil 400 millones de años y el electromagnetismo. La energía nuclear fuerte son los átomos que unen todos los materiales, los 94 elementos, y la débil es cuando los átomos explotan como el Sol que nos calienta. ¿De dónde saca la energía el Sol?”
Reflexiona:
“Si no nos damos cuenta de todo lo que nos rodea, entonces ¿de dónde venimos o qué somos? Necesitamos cuestionarnos esto”.
Como subtítulo, el libro Cosmos lleva las palabras arte, matemáticas, filosofía, en las cuales se basa el arquitecto egresado de la licenciatura en UNAM (1953-1958) y luego de la maestría en la Universidad de Cornell, Nueva York (1959-1960). De la suma de esos conceptos, considera, nace la belleza.
Porque las matemáticas y los tres conceptos están en todos lados. Añade que su obra es geometría pura que “pertenece a todos”. Y cuenta que se inspiró precisamente en las tablas de los huicholes, que van siguiendo la geometría de la figura que ellos desean, por ejemplo, un venado.
Desde que él vio esas tablas por primera vez le gustaron, y de ahí salió el símbolo México68, “que es pura línea paralela siguiendo el 6 y el 8”, dentro del equipo interdisciplinario que trabajó con la Presidencia del Comité Organizador, encabezado por el arquitecto Pedro Ramírez Vázquez, a través del Programa de Identidad Olímpica.
Contaba con unos 25 años cuando en 1961 el museógrafo Fernando Gamboa lo invitó a trabajar en Leningrado (entonces Unión Soviética), en el montaje de una gran exposición con obras maestras del arte mexicano, que explica:
“Tenía once vagones de ferrocarril que eran arte prehispánico, colonial, moderno y un gran salón de artesanías… Acababa de hacer mi maestría en la Universidad de Cornell y me dijo: ‘Vente a ayudarme a la exhibición’. Lo prehispánico lo conocía más o menos, no bien, y había piezas fantásticas; del arte colonial llevaba un altar de Tepotzotlán; y en el moderno llevábamos Diegos Rivera, Clemente Orozco, Fridas Kahlo… Y al ver yo el gran salón de artesanías fue para mí como una revelación, una epifanía. Encontré los Ojos de Dios que hacen los huicholes y los ponen en las cunas de los niños para que Dios los vea”.
Cientos de posibilidades
El libro Cosmos nace de un encuentro entre Terrazas y Marcus du Sautoy, profesor de matemáticas en la Universidad de Oxford, quien participó en una edición del Hay Festival en Querétaro, aunque ya se habían encontrado en Munich, Alemania. El crítico de arte Hans Ulrich Obrist les hizo ver que deberían conocerse porque se necesitaban mutuamente. Así que el artista fue a ver la presentación de una conferencia sobre el infinito de Du Sautoy, luego se presentó con él.
“Empecé a mostrarle los dibujos que hago y me dijo: ‘Son las cuatro fuerzas del universo, ¿verdad?’”.
El matemático escribe en el capítulo “Viaje a través del multiverso” que, en la cafetería de Querétaro, el artista tomó una servilleta y comenzó a trazar su diseño y a explicarle la historia que hay detrás; luego, cuando visitó su estudio en la Colonia Roma, se dio cuenta de lo poderosa que es la imagen y cómo es parte de la vida del arquitecto:
“Los diagramas siempre han sido imágenes poderosas para ayudar a navegar por las complejidades del universo. El diagrama de Copérnico de un universo heliocéntrico vuelve a alinear nuestro lugar en el sistema solar. La doble hélice dibujada por Odile, la esposa de Crick, sintetiza cómo se transmite el testigo genético de una generación a otra… El diagrama de Terrazas tiene un aire al Hombre de Vitruvio de Leonardo, en el que Da Vinci explora la relación del cuerpo humano con el círculo y el cuadrado”.
Luego fueron juntos a Teotihuacán, en donde Terrazas mostró al matemático cómo está orientado en relación con el universo y con una geometría “perfecta”: La Calzada de los Muertos, la Pirámide del Sol, el Templo de Quetzalcóatl, “todo está de acuerdo con las estrellas”.
Pudieron ver en una de las construcciones un patio que tuvo un piso de mica, quizá elaborado con concha, cuyos canales revelan que se llenaba de agua para reflejar las constelaciones como un espejo.
Marcus du Sautoy expresa su sorpresa por todo ello, pero también por las “fascinantes versiones” que del diagrama del universo de Terrazas se derivan, y cómo están entretejidas con la hebra de lana, que es una técnica antigua:
“La física cuántica es nuestra física de lo muy pequeño, y aquí entendemos que el entrelazamiento significa lo que una partícula en un lado del universo puede tener como efecto inmediato en las partículas del otro lado. La hebra es un espejo de este posible entrelazamiento a través del cosmos”.
Dimensión humana
Terrazas recuerda que en 1972 presentó una exposición en el Palacio de Bellas Artes llamada Tablas, fue la primera en la cual creó su obra con arte huichol. Conocía al artesano Santos de la Torre con quien ya había trabajado en 1968, incluso lo invitó a vivir a su casa. Hasta la fecha todavía le hace los tejidos, igual que su hija y su nieta, y ha producido más de 600 piezas.
También series de cuadros, pero a Cosmos le ha dedicado prácticamente su vida, no sólo porque el tema es el Cosmos, el infinito y las energías del planeta, sino porque le vio muchas posibilidades. Desde pequeño se sintió atraído por esas fuerzas de la naturaleza, pues enfatiza que el cosmos no es sólo el cielo, está en todos lados, en los árboles, en lo que somos, en la gravedad y en la ola expansiva que provoca una gota en un charco de agua.
En 1980 decidió irse a vivir a Tepoztlán, donde fundó con otros artistas e intelectuales, como el economista Víctor L. Urquidi, el Centro Tepoztlán, que ahora lleva el nombre de quien presidió El Colegio de México. Dice que el poblado morelense, que se distingue por la montaña del Tepozteco, es un lugar donde se guarda la energía y el electromagnetismo en el aire:
“Cuando hay una lluvia con truenos ¡papapá! es muy fuerte, porque hay mucha energía, de aquí sale la estructura de Cosmos”.
-¿Fue como una revelación o resultado de sus análisis matemáticos?
-No, para mí las revelaciones no se dan, es resultado del trabajo, de buscar cosas en el universo para que el ser humano se manifieste, porque es lo que busca uno en la vida, manifestarse a través de distintos lenguajes. Por eso encontramos el habla e inventamos la geometría, que no existe en el universo, ahí no hay líneas, nosotros inventamos el compás, la regla.
“La geometría es de Euclides, el griego, inventaba los triángulos, toda la geometría es euclidiana. Pitágoras también relacionaba el comportamiento humano y le daba aforismos a la geometría, no es algo nuevo. Brunelleschi construyó la catedral de Santa María de las Flores en Florencia, con base en una retícula, toda su arquitectura es así”.
Comenta que también Leonardo utilizaba retículas, así creó el Hombre de Vitruvio, con las dimensiones humanas, porque -y aquí recuerda a Shakespeare- “el hombre es la dimensión del mundo”.
Se le pregunta, como arquitecto, si considera que la ciudad donde habitamos tiene “dimensión humana”. Tras señalar que desde la producción industrial a finales del siglo XIX hay una curva de crecimiento muy acelerada, menciona que el llamado Club de Roma (fundado en 1968 por varios intelectuales y empresarios para la discusión de los problemas del mundo) encargó en 1972 la elaboración del libro Los límites del crecimiento, en el cual se habla precisamente de los límites que es necesario establecer en el crecimiento de las ciudades.
En su opinión es necesario estudiar las ciudades, pero no aisladamente sino por regiones, como se hace ya en la Unión Europea. Para estudiar la Ciudad de México, agrega, debería considerarse Querétaro, el Estado de México, Puebla, Morelos y lo que se llamaba el Distrito Federal. Él de hecho hizo, junto con Urquidi, como Centro Tepoztlán, en los años noventa, un estudio llamado Región Centro, al cual sólo el ingeniero Cuauhtémoc Cárdenas prestó atención, aunque al salir de la jefatura de gobierno se perdió.
Tuvo como urbanista otro proyecto junto con el arquitecto Ramírez Vázquez, encargado por el entonces presidente de Tanzania, para trasladar la capital Dar es-Salam a Dodoma. Pero no se llevó a cabo:
“Las capitales deben ser sólo eso, capital y punto, no ciudades. La capital es donde están los tres poderes y la gente que trabaja en ellos, los representantes. Washington es una capital, por eso es D. C. (Distrito de Columbia) y la hicieron unos urbanistas franceses, Thomas Jefferson les pidió el proyecto, por eso está muy bien, está el Capitolio, la Casa Blanca, el parque, los museos, todos dicen ‘está muy bien organizado’… bueno, es que así se planeó”.
-¿La Ciudad de México tendría que haber sido así?
-Bueno, lo que yo decía es que su crecimiento debió ser en Querétaro, Morelos, Estado de México y Puebla. El primer desarrollo industrial se dio en Puebla, porque era la industria textil francesa que venía del Golfo.
-Y ya que hizo aquel estudio, ¿nuestra ciudad es rescatable?
-Todas las ciudades son rescatables.
Lo que hace falta, insiste, es considerarlas como regiones, con todas sus circunstancias como las comunicaciones y el transporte. Y no cree que uno de los problemas sea la sobrepoblación, porque también la hay en Japón, sin embargo, construyeron el Tren Bala.
Desde hace décadas, Eduardo Terrazas no trabaja en ningún proyecto arquitectónico, aunque dice que la arquitectura no se puede dejar del todo. Está dedicado por completo al arte plástico y particularmente a esta serie Cosmos que ha trascendido fronteras, además de haber expuesto en ciudades como Chicago, Munich, Nueva York, Londres, Denver, Copenhague, París y Gotemburgo. Y como diseñador colaboró en 2020 con Christian Dior para la elaboración de bolsos de mano para dama con tres de sus obras.