Entrevista con Camilo Ayala Ochoa, autor de Letras impostoras
Un texto por Angeles Montañez y Edilberto Aldán
Toda institución cultural que no defiende los derechos de autor, que no condena el plagio, que no castiga el uso indebido de contenidos autorales, está enferma -señala Camilo Ayala Ochoa-, por eso es necesario que las universidades, cuando uno de sus miembros presentó una tesis plagiada, hagan efectiva la toma de protesta que llevan a cabo los alumnos, que termina con la frase, si no hay un comportamiento ético del profesionista “que la Universidad y la Nación me lo demanden”.
Hay una cultura de la irresponsabilidad que posibilita que estudiantes, investigadores y académicos copien y peguen, cometan fraudes. El caso de Yasmín Esquivel Mossa es una muestra de ese ambiente que frivoliza la seriedad intelectual. Defenderla alegando que el problema es menor, no hace más que mostrar connivencia, señaló el historiador por la Facultad de Filosofía y Letras de la UNAM y teólogo social por la Universidad Pontificia de Salamanca.
Por eso, por el ambiente de tolerancia ante el plagio, escribí Letras impostoras. Decía Fernando del Paso que “uno escribe novelas cuando camina, cuando lee, cuando sueña”. De la misma manera, la industria editorial enfrenta innovaciones en el ámbito legal, que crea nuevos alegatos y opiniones. Uno edita cuando camina, cuando lee, cuando sueña. Los editores van ejerciendo y reformulando los derechos de autor cuando planean la edición, cuando editan y cuando proyectan ediciones. Hace unos años hablar de ciberderechos y ciberdelitos era un ejercicio imaginativo, pero el mundo está codificando hasta dónde llega el procomún digital y cómo pueden los titulares de derechos patrimoniales autorales seguir ejercitándolos en una sociedad hipertecnologizada y defenderse del hackeo, la piratería informática, el robo de identidad y otras conductas lesivas. Son tiempos en los que la implementación de la tecnología se hace sin un análisis profundo de sus alcances y consecuencias. La cultura del libro, la cultura editorial, ha buscado la armonía de los contrarios. Ahora buscamos equilibrios entre los usos digitales y la seguridad jurídica.
Una sociedad que no vea por la cultura de la legalidad no puede tener futuro.
El pasado 4 de enero la Universidad Autónoma de Aguascalientes publicó Letras impostoras. Reflexiones sobre el plagio, de Camilo Ayala Ochoa; su publicación coincide con la reciente discusión política y académica en torno al plagio, cuya relevancia observamos en los medios y las redes sociales gracias a las distintas opiniones y debates que surgieron tras el despido de Martha Ortiz y las acusaciones contra Yasmín Esquivel Mossa, magistrada de la Suprema Corte de la Nación.
La obra de Ayala Ochoa resuelve las principales incógnitas al respecto, desde su definición hasta sus consecuencias. Nos sumerge en la perspectiva del estudiante, de la docencia y el investigador, gracias a su experiencia como editor.
La dificultad o necesidad de reflexión sobre el tema radica en la ética y la difusa diferencia entre copia e inspiración; nos vemos en la necesidad de definir conceptos como ciberderechos, ciberdelitos y fraude en una sociedad digital donde el plagio, como menciona el Camilo Ayala en su libro, no existe como delito explícito, al menos no en México; por lo anterior, el autor conversó con LJA.MX para abordar los puntos más importantes de su obra:
En Letras impostoras. Reflexiones sobre el plagio, se indica que el acto en sí es superlativo del menosprecio, y también refleja la frivolización del ambiente intelectual; ¿cuál es su opinión en torno a la privatización de la información en la academia, la idea de la piratería como forma de resistencia y cómo eso pudiera relacionarse con aquellos que defienden que el plagio no existe porque “todo es una copia de todo”?
Camilo Ayala (CA): La creación intelectual, los derechos de autor y la actividad académica forman parte de un sistema de exclusivas. Históricamente esto ha sido así y quienes toman ideas, conceptos o investigaciones de otras personas, las citan, les dan crédito. Esto forma parte de una honestidad académica. Todas las legislaciones sobre derechos de autor aclaran que las ideas y la información no pueden ser tutoradas, no pertenecen a alguien, cualquiera las puede usar, lo que se defiende es el estilo o expresión individual; y, además, las leyes limitaciones al derecho autoral como el derecho de cita que prevalece por encima de cualquier prohibición. Ahora, de la autoedición, que es el uso de programas de cómputo que permiten al autor la formación de los prototipos editoriales, estamos pasando a la ciberautoría que es el control directo del autor sobre sus obras incluyendo en los aspectos de difusión, comercialización y administración de sus derechos de autor. Esto, además de tecnologías de comunicación más poderosas, ha hecho que en el derecho de autor vengan discusiones fuertes como el planteamiento que hace el Movimiento Pirata que pretende volver más laxo el sistema copyright y el derecho de patentes.
Es verdad que nada hay nuevo bajo el sol, que vinos nuevos llenan viejos odres, que la cultura mix está desplazando nuestro sistema académico; pero eso no significa que desechemos la probidad intelectual. A principios del siglo XIX Thomas Jefferson pensaba que el derecho de autor debía equilibrar la protección de las obras para su explotación y el derecho público al conocimiento. Podemos citar la frase jeffersoniana: “Me gustan más los sueños del futuro que la historia del pasado”. El jurista Manuel Becerra Ramírez comenta que la nueva cultura de la propiedad intelectual es predominantemente defensiva, pero podemos ser audaces y tomar el futuro en nuestras manos, pensar que seguiremos dando crédito a quien lo merezca.
Letras impostoras concluye señalando “El plagio es la forma superlativa del menosprecio”, ¿qué está menospreciando Yasmín Esquivel Mossa al plagiar su tesis?
CA: No por nada Alberto Constante, al hablar de la colección universitaria Historia de los Afectos, nos dice que conocemos el mundo a través de los sentimientos. En la historia de Yasmín Esquivel no se trata de averiguar si ella fue más astuta que sus sinodales o si venció al sistema de revisión, lo que en el fondo vemos es a una mujer sintiéndose que está por encima de la sociedad y de las instituciones, sintiéndose con el derecho de pasar por encima de todos. Está siendo tan soberbia que toma un texto que no le pertenece, engaña a sus compañeros, estafa a su institución y también desestima la inteligencia de los lectores. Eso mismo demuestra con una defensa en la que miente y presiona para aferrarse a su silla en la Suprema Corte de Justicia. Siendo estudiante creyó que nadie se daría cuenta y ahora, siendo ministra, cree que debemos pasar por alto su falta.
La Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) ha indicado las consecuencias jurídicas del plagio en el documento Ética y plagio que solicitó el Consejo Editorial de la UNAM, presidido por el señor Rector; fue publicado en 2018 y la redacción corrió a cargo de Rosa Beltrán, Guillermo Estrada Adán, José Francisco Valdés Galicia, Domingo Alberto Vital Díaz y Frida Zacaula Sampieri. En Ética y plagio se señala: “Para el caso de egresados de la UNAM que presentan obras ajenas como tesis para su examen profesional, la Nota Informativa de fecha 21 de junio de 2007 emitida por la Oficina de la Abogada General, señala que además de seguir con el procedimiento establecido en la legislación universitaria, se acordará la nulidad del examen sustentado y la revocación del título profesional”.
En el mensaje del viernes 20 de enero, el rector de la UNAM, Enrique Graue, tras solicitar “la opinión calificada de la Oficina de la Abogacía General, a fin de saber si la normatividad universitaria vigente permite retirar o anular un título profesional a un egresado por estos motivos”, señaló que la “Universidad Nacional y sus autoridades carecen de facultades legales para ello”. ¿Por qué en el caso de Yasmín Esquivel no se aplica lo que establece la Nota Informativa citada en su libro?
CA Me parece que en los asesores actuales del señor Rector hay un temor desmesurado a usar las facultades que brinda el ser de la institución. Su argumento es que en la normatividad universitaria no existe un enunciado que permita alguna sanción; pero, para quienes escribieron la nota en 2007, la misma facultad de expedir títulos deja abierta la puerta para retirarlos. Mi opinión es que se debe invalidar el título obtenido fraudulentamente y que así debe declararse. No es necesario que se le retire el título a la ministra para señalar, desde ahora, que ese documento no vale, que es un embuste, que lo ha usado indebidamente.
En el mismo mensaje del rector Graue se informó que convocará a la Comisión de Honor del Consejo Universitario “para analizar en conjunto las diversas opciones y acciones que puedan eventualmente llevarse a cabo”, como especialista en el tema, ¿cuáles deberían ser esas opciones y acciones?
C.A: La Comisión de Honor del Consejo Universitario puede enmendar la opinión legalista y solicitar que se retire el título de Yasmín Esquivel. Quizá veamos una solución intermedia y se solicite a la ministra que devuelva el título o haya un acto de condena moral y se declare que para la UNAM ella no es titulada. Espero que la Comisión solicite actualizar la legislación para que esa medida disciplinaria sea una norma y se aplique de manera automática.
¿Cómo ha afectado a la UNAM, la institución, la revelación de un plagio como el que cometió Yasmín Esquivel?
CA: Nuestras universidades sufren con la pérdida de autoridad académica el plagio de textos, el ciberplagio, la figura no jurídica pero real llamada autoplagio, y el muy común uso del “copia y pega”, el corte y confección, que algunos estudiantes y académicos equiparan con el conocimiento. Por eso es tan importante no cerrar los ojos y voltear a otro lado, y tener la valentía de defender la casa de estudios. Así ocurrió con escándalos de plagio en los casos de Boris Berenzon, destituido de la Facultad de Filosofía y Letras y de Gilberto García Santamaría González, quien fuera director de la Facultad de Estudios Superiores Aragón y que tuvo que renunciar. La FES Aragón ha determinado que Yasmín Esquivel cometió plagio y así lo dijo el Rector Enrique Graue, quien también señaló el descrédito profesional y social que pesa sobre ella; pero debemos tener cuidado para que el desprestigio no cale en la institución.
¿De dónde surge, como dice, la frivolización del ambiente intelectual?, ¿en qué momento los estudiantes comenzaron a encontrar viable la copia?, ¿viene desde la ignorancia o el desconocimiento de metodología de la investigación?
C.A: El mundo sufre una crisis en distintas esferas, como la política, la cultural y la educativa. El acento que tiene la lógica del negocio en sociedades como la mexicana se ha vuelto la lógica del negocio ilícito. La mayor parte de nuestra economía es informal, es pirata, y hemos dado por sentado una pérdida del estado de derecho. Quienes viven en la ilegalidad, sin respeto a los demás, también de esa manera se comportarán en las escuelas, en el trabajo, en la familia, y eso es lo verdaderamente grave. Hablar de plagio puede sonar muy lejano a muchas personas que están fuera de la academia, pero, en mi opinión, el plagio es signo de una enfermedad mayor. También debemos ver el comportamiento de los Millennials o Generación del milenio que es impaciente y quiere todo masticado y digerido. Sabemos de programas de cómputo que hacen plagio inteligente, que cambian la redacción de un texto, la barajan, para alejarlo del original y presentarlo como algo distinto. Ese fraude es más difícil de detectar y documentar; pero debemos insistir que está mal hecho. Ante esto, hay muchos esfuerzos dentro de las universidades para reeducar a los estudiantes, para enseñarles más que métodos de investigación, una ética profesional.
¿Cómo podríamos definir los conceptos de ciberdelitos, fraudes y ciberderechos?
C.A: El mundo actual está inmerso en cibercultura, tenemos: narrativas transmedia, creación robótica, hiperedición, translectura, virtualidad, empresas digitalizadas, uso de robótica cognitiva, colaboradores con competencias tecnológicas, presencia en el metaverso, publicidad geolocalizada, multicanalidad, transacciones de blockchain, metamarketing, consumo a la carta, portabilidad de contenidos y algoritmos genéticos, pantallización del mundo, comunidades anfibias, páginas líquidas, impresión 3d, creación colaborativa, redes neuronales, conexionismo, presencia de inteligencias sintéticas, cultura ciborg, transhumanismo y posthumanismo. Adaptar las leyes tradicionales a ese otro mundo virtual se llama ciberderecho, que tiene que ver con comercio electrónico, redes sociales, contratos inteligentes, protección de datos personales, patentes informáticas y la defensa de las personas ante ciberdelitos o cibercrímenes.
¿Cómo afectan los avances tecnológicos, la facilidad de copiar, robar, libros y los derechos de autor?
C.A: Hace unos años, las bibliotecas nacionales prohibían a los usuarios fotografiar o escanear sus acervos, porque era fácil detectar a alguien enfocando libros o periódicos. Cuando la portabilidad de la tecnología copiadora hizo imposible que esas acciones fueran evidentes, todo cambió. Ahora podemos usar en varias bibliotecas y archivos los teléfonos celulares y los bastones de escaneo sin problema. Hace unos años las editoriales guardaban como si fuera oro los prototipos editoriales; pero hoy bastan unas cuantas horas para obtener archivos de impresión de alta calidad. Hay quien dice que Internet es una enorme fotocopiadora y es verdad. Buena parte de lo que circula en las redes sociales no tiene una declaración de autoría; y también está claro que todo el material tutorado por los derechos de autor circula en la Deep Web o Dark Web. La tecnología ha hecho que la reproducción de contenidos sea rápida y fácil. Ese es el mayor reto para los autores y para la industria editorial, el que siga siendo negocio vender o alquilar contenidos.
¿Se ha incrementado el plagiarismo gracias al entorno actual “conectivo-digital y colaborativo” y la cultura hacker?, ¿cómo es que esta visión de enriquecer el texto ha derivado en robo?
CA: Es verdad que existe una nueva filosofía en todo esto, de la cultura hacker cuya ética es quitar todos los obstáculos a la creatividad pasamos al movimiento maker con el lema “si no puedes abrirlo no es realmente tuyo”. Las nuevas generaciones intervienen el texto, hacen suya la narrativa y transforman ideas. Tenemos entonces fenómenos como las fanfiction, que son obras derivadas de historias o personajes; y los prosumidores, los que consumen creando. Hay un dialoguismo literario como el que se desarrolla en la intertextualidad y la metatextualidad. En vez de diálogo, hay una muchedumbre usando libremente un texto, cambiando su inicio, su trama y su final. Los textos están disponibles y pueden ser enriquecidos por herramientas que permiten una lectura en grupo, un comentario de textos en tiempo real. Susana Ruiz Espinosa señala que la categoría de obra abierta usada por Umberto Eco puede aplicarse a estas nuevas expresiones que, como los cibertextos, la literatura ergódica, los tecnotextos y la hipertextualidad, posibilitan que fructifiquen múltiples perspectivas. Sin embargo, no debemos olvidar que hay una ética hacker, que el buscar el uso libre de contenidos no significa apropiarse de esos contenidos.
¿La pandemia por Covid-19 ha incidido en esta afectación de los derechos de autor?
CA: La pandemia propició que todos se volcaran a la pantalla y hasta hubo editoriales y bibliotecas que liberaron algunos contenidos; pero poco a poco las aguas volvieron a su cauce. En el mundo postcovid vendrán a México nuevos modelos de negocio: la venta por paquetes de títulos; el préstamo perpetuo o dinámico de colecciones; la suscripción por número de páginas o tiempo lector; el crowdfunding, micromecenazgo o financiación colectiva; la gamificación; la reventa de contenidos; la librería virtual de segunda mano; los audiolibros; y la participación de vendedores humanoides o inteligencias artificiales. Esto abre las posibilidades de las editoriales y los lectores y, por supuesto, abre campos para fraudes, pero bueno. Como Umberto Eco, tengo más esperanza en los libros que en los hombres.
Ernesto Sábato, el gran escritor argentino, en su libro El escritor y sus fantasmas, al hablar de la literatura y la prostitución define una de sus premisas morales: “¿Cómo vivir? De cualquier modo que la creación no sea manoseada, bastardeada, abaratada: poniendo un tallercito mecánico, trabajando de empleado en el banco, vendiendo baratijas en la calle, asaltando un banco”. El 4 de junio de 2000 apareció en la página web del periódico Clarín de Buenos Aires la colección de ensayos La resistencia y con ello Sábato fue el primer escritor en lengua española que publicaba un libro en versión electrónica y de lectura gratuita antes que en papel. El acto de dar su libro al público sin condiciones fue coherente con la vida generosa del autor de El túnel y Sobre héroes y tumbas. Denunció las dictaduras, pero no dudó en criticar a los gobiernos que las derrocaron. En varias partes comentó que el escritor de ficciones en el fondo es un rebelde y a menudo acompaña a los movimientos revolucionarios; pero cuando éstos triunfan, no es extraño que vuelva a ser rebelde. Sábato expresó sus opiniones sin consideración alguna a los grupos intelectuales argentinos. Nunca escribió para ganar premios o vender libros. Sábato no dio su libro La resistencia como gancho para que compararan su obra o darse a conocer. Lo hizo porque quiso, por hacer honor al compromiso del buen anarquista de compartir sus bienes. Sábato murió en 2011, pero nos queda su obra. Por eso tengo más esperanza en los libros que en los hombres.
Letras impostoras. Reflexiones sobre el plagio, de Camilo Ayala Ochoa pertenece a la colección De Libros, editado por la Universidad Autónoma de Aguascalientes, puede descargarse el archivo pdf, de manera gratuita, en este enlace: https://omp.uaa.mx/index.php/uaa/catalog/book/168