En los albores de 2021 acabábamos de ver nacer el libro El Decame – Ron, crónicas hidrocálidas de la pandemia, en que desde la editorial Kaos se intentaron recabar las memorias de cómo se había vivido la pandemia por Covid-19 en esta tierra, me tocó involucrarme en el proyecto como coordinadora, junto con Rubén Díaz López. La mitad de quienes escribieron en esa ocasión fueron mujeres y sus textos tenían en común, que traslucían grandes historias de lucha familiar que desde lo íntimo llevaban a cuestas. Las estadísticas que emanaron después, confirmaron esa primera percepción; el trabajo se multiplicó para las mujeres durante la pandemia, como consecuencia de la perpetuación de los estereotipos de género, referentes a las labores de cuidado, que por supuesto, fueron desempeñadas mayoritariamente por mujeres, durante la pandemia.
Otros números no fueron más halagüeños, ya que tanto el Secretariado Ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública como el INEGI, respectivamente, dieron a conocer el alza de violencia y la pérdida de trabajos por parte de las mujeres durante ese período covideño.
La escritura, por supuesto, no resuelve por sí misma estos problemas sociales; hace falta un conjunto decidido de esfuerzos coordinados en materia de políticas públicas y normativas que le acompañen, pero definitivamente, la cultura debe estar siempre presente en la construcción definitiva y a largo plazo en las soluciones de la sociedad.
Por los mismos días se analizaba en el Ayuntamiento de Aguascalientes la posibilidad de generar un espacio público para el reconocimiento de la participación de las mujeres en la fundación de la ciudad; dado que la plaza de los fundadores, efectivamente, sólo reconocía a los hombres que se tienen en la memoria histórica del Estado como artífices del terruño, excluyendo la indudable participación de ellas en todo el proceso, sin duda era indispensable ese trabajo para abatir la violencia simbólica.
Un problema que se encontró en el camino, fue la ausencia de datos registrados sobre las mujeres que participaron de dicho proceso, lo que sin duda, se explica precisamente en el propio fenómeno que se pretende combatir, la invisibilización de las mujeres y la violencia simbólica que hemos padecido, tiene una larga data. Las mujeres raramente han formado parte de la historia de bronce, ya que, su lugar, por antonomasia, ha estado reservado en las cocinas, al interior del hogar, desempeñando labores de cuidado, no remuneradas ni reconocidas. Haciendo todo aquello, que aunque invisible a los ojos de la historia, ha sido el elemento esencial para la ocurrencia de los hechos que sí recordamos en las efemérides.
Por ello, sin duda, luego del Decame – Ron, lo siguiente tenía que ser un producto que reivindicara la lucha de las mujeres, desde el rescate de la micro historia y el reconocimiento de aquellas, que siendo de carne y hueso, hacen que las sociedades se movilicen. Mujeres que quizá nunca tendrán una calle con sus nombres o una efigie en los edificios o plazas públicas, pero sin las cuales, quienes sí las tienen, no podrían haber hecho aquello por lo que se les reconoce.
De estos motivos nace Más que un beso, historia de mujeres y feminismos en Aguascalientes, un libro con la pretensión de compilar esfuerzos de mujeres de hoy para rescatar las historias que den voz a muchas que en su momento no la pudieron tener, pero que también sirviera para poner sobre la mesa, los debates urgentes en torno a las condiciones de violencia y desigualdad, que todavía en 2022, siguen padeciendo las mujeres en nuestro Estado.
El título viene de un elemento representado en la heráldica de nuestro Estado, justamente referimos al beso, gracias al cual, se piensa que nuestro Estado alcanzó la independencia política de Zacatecas, por beneplácito de Antonio López de Santa Anna, luego de besar a Luisa Fernández de García Rojas. Discutimos que esa representación romantizada de un evento, que de haber ocurrido, en los términos que se dice, es decir, con la anuencia de ella, al menos se habría cosificado a Luisa, por utilizarla como una estratagema política, pero, si de lo contrario, la realidad se parece más a la representada en los murales del Palacio de Gobierno por Barra Cunningham, entonces se trató de un acto de violencia sexual, cuyo relato se ha romantizado de tal suerte, que incluso, forma parte de las representaciones de nuestro escudo, según la ley aplicable, en estos términos: “…y a su siniestra bajo un arco de eslabones de oro, una boca de mujer al natural, para significar con ello la extendida leyenda romántica del supuesto beso atribuido a una distinguida dama aguascalentense como medio para obtener la libertad, independencia y soberanía del Estado…”
Lanzamos la convocatoria por dos vías, la primera invitando directamente a las personas que conocidas directamente o recomendadas por las primeras invitadas, pensamos que pudieran simpatizar con el proyecto y su objetivo, luego, abrimos la convocatoria, para que también otras hidrocálidas interesadas en participar, pudieran hacerlo. Al final tuvimos 39 participantes, 38 que a instancia directa e insistente dijeron sí y pusieron manos a la obra y una más que desde el CIELA Fraguas conoció de la convocatoria y decidió participar. Muchas más fueron las invitadas, pero, claro, como con las llamadas a misa, solo algunas acudieron al llamado. Ana Acevedo Gallegos, Ana Cristina Dávila Peña, Ana Paola Vargas Rizo, Anabelle Chávez González, Angélica Medina Pérez, María Angélica Contreras, Ariadna León Luna, Brenda Macías de la Cruz, Brenda Martínez Loera, Claudia Rodríguez Loera, Diana Cárdenas Ornelas, Dulce Carolina López, Eva Villaseñor, Fabiola Mata Atilano, Gabriela López Trejo, Ingrid Pérez Tangassi, Katia Rodríguez Flores, Lizet Romero Guzmán, María Gabriela González, María Isabel Cabrera Manuel, Mariana Torres Ruiz, María Teresa Isabel Martínez Mercado, Marisol Gámez, Martha Elba Dávila Pérez, Miriam Fabiola Gutiérrez Muñoz, Nancy García Gallegos, Noemí Martínez, Madoka de la Rosa, Pilar González, Raquel Mercado Salas, Rocío Castro, Rosa Elena Anaya Villalpando, Socorro Ramírez, Tania Magallanes, Tonantzin García, Walkiia Torres, Wina Rosas Escutia, Yolanda Hernández y Zulaid Robledo Lozano son quienes aportaron sus letras para configurar Más que un beso.
En una próxima entrega les contaremos más de este proyecto de tantos corazones.