Estimado lector de LJA.MX, con el gusto de saludarle como cada semana, quiero aprovechar la ocasión para dedicar esta columna a una persona que ha sido un gran ejemplo de vida, es menester que reconozcamos y agradezcamos a todas las personas que han influido en nuestra vida de manera positiva. Es por ello que quiero dedicar estas palabras a un maestro que conocí hace más de diez años y que en verdad es una persona admirable en todo el sentido de la palabra.
Un maestro es aquella persona que asume un liderazgo de manera natural, es la condición que escoge alguien para hacer más y con esto generar más. El verdadero maestro es el que inspira con las palabras, pero sobre todo el que ruge con sus acciones. De mi maestro aprendí que la vida no es fácil, pero que en todo momento debemos de tener el temple para levantarnos, recuerdo sus palabras “Los hombres de honor no podemos permitirnos ser mediocres, debes conquistar nuestras luchas y esperanzas”.
Los maestros tienden a inculcarnos buenos hábitos, es por eso que mi maestro por medio de su ejemplo, siempre me mostró la importancia de levantarse temprano, si se puede a las cuatro de la mañana, mejor aún.
Ese tipo de hábitos nos generan buenas costumbres y las buenas costumbres nos hacen rutinas de vida. Aun recuerdo la primera ocasión que me invitó a subir el picacho a las 5 de la mañana, hacía frío y pesar de que mi condición física era buena, él tenía un ritmo envidiable, ver el amanecer fue como un ritual y una gran enseñanza, la vida nos da muchas oportunidades, después de algunos años en viajes en conjunto logramos subir el cerro del quemado en Real de catorce, y años más tarde en una aventura sin precedentes, subimos una de las montañas más altas de México, el Iztaccíhuatl. El carácter es destino.
Los buenos maestros nos enseñan y nos inspiran con literaturas, con poesía, es por eso que, en mis momentos más difíciles, mi maestro tuvo a bien citar el poema de “No te rindas” de Mario Benedetti. Me permito citar un fragmento del poema;
No te rindas, por favor no cedas,
aunque el frío queme,
aunque el miedo muerda,
aunque el sol se esconda y se calle el viento,
aún hay fuego en tu alma,
aún hay vida en tus sueños,
porque la vida es tuya y tuyo también el deseo,
porque lo has querido y porque te quiero.
Porque existe el vino y el amor, es cierto,
porque no hay heridas que no cure el tiempo,
abrir las puertas quitar los cerrojos,
abandonar las murallas que te protegieron.
Vivir la vida y aceptar el reto,
recuperar la risa, ensayar el canto,
bajar la guardia y extender las manos,
desplegar las alas e intentar de nuevo,
celebrar la vida y retomar los cielos,
Los maestros son aquellos que siempre te dan aprendizajes con su ejemplo de vida, no con una instrucción, sino con el ejemplo, mi maestro me enseñó que debemos de ayudar al próximo, es decir al prójimo, y es por eso que cada año me puse la auto encomienda de hacer eventos de filantropía, pues eso es vivir mi darma y no mi karma. Mi maestro a pesar de todas las actividades que tiene siempre ayuda a todos, a su familia, a sus amigos, a sus hermanos, incluso a quienes se pronuncian como sus enemigos, en alguna ocasión dijo; “Así es como yo trato a mis enemigos, les ayudo”. Mi maestro coordina una organización para ayudar a los niños con quemaduras, y del mismo modo es un empresario exitoso, sus negocios están enfocados en ayudar a las personas, en curarlas, sanarlas y enseñarles.
Un maestro es el que siempre está contigo, en las buenas, en las malas, en las peores, pero también en los momentos que marcan la vida misma. Mi maestro me apoyó cuando tuve ataques políticos y personales, siempre me dio su consejo y todo su apoyo. Segundos después de que murió mi papá fue la primera persona a la que abracé, y también el día que me casé me ofreció uno de sus lugares para que ahí fuera mi boda, por supuesto fue el orador que dio un gran discurso en ese día tan especial.
Hace unos meses que publiqué mi tercer libro, le di un ejemplar, y en la dedicatoria le puse que él había sido la persona que más había influido en mi vida los últimos diez años. Mi maestro es Gilberto Alaníz, un líder con el carácter de un león, el pensamiento y la meditación de un sabio, y un fraterno como San Juan. Muchas gracias por todas tus enseñanzas querido maestro, tu vida ha cambiado la mía, gracias por todo, el carácter es destino.
In silentio mei verba, la palabra es poder.