Argumentar sobre asuntos de fe/ El peso de las razones  - LJA Aguascalientes
21/11/2024

Suele recurrirse a la argumentación para enfrentar racionalmente los desacuerdos, con miras a resolverlos. ‘Hablando se entiende la gente’, dice el refrán. A menudo se piensa que, al entendernos mejor quizá logremos superar nuestras diferencias (o hacerlas a un lado) y llegar a puntos de vista en los que podamos coincidir, de maneras que permitan la convivencia y promuevan la cooperación.  No obstante, cuando la gente de hecho argumenta esta clase de coincidencias son raras. En su lugar, suelen presentarse situaciones bastante peculiares. Por ejemplo, a veces una persona se mantiene inamovible en su posición inicial, incluso cuando reconoce la relevancia de las razones que se le ofrecen.  ¿A qué se debe que la argumentación tenga esta (falta de) influencia sobre lo que piensa la gente? ¿Deberíamos dejar de discutir con esa clase de personas? Quizá; pero puede que no sea debido a que tales personas actúen de manera irracional.

La filósofa Lara Buchak ha sugerido que podemos obtener claridad sobre lo que ocurre al argumentar sobre asuntos de fe empleando modelos de decisión racional. Ella sugiere que, especialmente al discutir temas controversiales e importantes, una persona parece comportarse de manera irracional si adopta y mantiene una creencia cuando surge contra-evidencia, incluso si le parece que frente a esta evidencia no habría sido racional adoptar esa creencia. En esas circunstancias, lo que esa persona cree no parece responder adecuadamente su propia interpretación de la evidencia. Buchak sugiere pensar que estas situaciones involucran ‘fe’ (secular o religiosa), entendida como cierta clase de resistencia sostenida frente a la contra-evidencia; también sostiene que esta actitud puede ser racional, bajo ciertas condiciones.

Alguien que ‘tiene fe’ hacia una afirmación (e.g., que un personaje político es una persona honesta) inicialmente la cree y le asocia un alto grado de convicción o ‘credibilidad’, acepta comprometerse a un riesgo sobre seguir creyendo esa afirmación en caso de que surja evidencia en su contra y cumple con este compromiso cuando de hecho se presenta contra-evidencia. Aunque esta situación es peculiar, no impide que quien tiene fe reconozca y evalúe correctamente la evidencia. Sin embargo, dado su compromiso inicial con una creencia, esa persona se mantiene firme en su convicción, a pesar de que reconoce que su opinión no es apoyada por la evidencia. Al discutir con una persona así, podemos ponernos de acuerdo en ‘lo que dice la evidencia’ sin llegar a coincidir en nuestras creencias. Dejando de lado otro tipo de ganancias que pueda obtener de su creencia, lo que hace que mantener un compromiso como este sea racional es que tiene asociadas algunas ventajas para que quien lo adopta obtenga creencias verdaderas. Esa clase de beneficios (epistémicos) a menudo aparecen (a) cuando creer continuamente algo que de hecho es verdad tiene un valor superior a dudar ocasionalmente (e.g., la confianza en relaciones interpersonales, con la divinidad, o con un grupo); (b) cuando la afirmación en cuestión está muy incrustada en el razonamiento (e.g., es parte del núcleo de una visión del mundo); o (c) cuando esa afirmación está en la base de un proyecto a largo plazo (e.g., buscar la verdad en ciencia, moral, religión, etc.).

Lara Buchak sugiere que esta manera de caracterizar a la fe también “puede ayudarnos a comprender un fenómeno importante que surge en la vida epistémica: la lealtad y la ruptura con una tradición”. Nos permite reconocer qué cosas intervienen –y en qué medida– cuando alguien se aferra a una creencia frente a la duda y lo hace de manera racional. También nos muestra que argumentar sobre asuntos de fe puede hacer que la gente cambie racionalmente de opinión: cuando el efecto de los beneficios de ‘anclar’ la creencia sea superado por el impacto de la evidencia. Sin embargo, ese puede ser un proceso largo y complicado. Además, quienes lo experimentan sienten cierta clase de tensión: reconocen que creen algo que, si tuviesen que decidir en ese momento, no les parecería racional creer.

Quizá no queramos discutir con gente que tiene fe. Puede que esto se deba a que es incómodo, a que el asunto no nos importa tanto o a que no tenemos tiempo. Pero también puede deberse a que reconocemos que tener fe puede ser una manera racional de buscar la verdad sobre asuntos importantes.

https://www.aguascalientes.gob.mx/ICA/editorialx/2022/Mas_que_un_beso_digital.pdf

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