- Hay que retomar la vida e identificar los aspectos buenos que a veces no apreciamos: familia, hogar, trabajo, salud, escuela, considera Guadalupe Medina Hernández
- El próximo sábado 31 se realizarán los festejos con motivo de Año Nuevo, en la mayor parte del mundo
Aunque tradicionalmente cuando termina un año hacemos el recuento de lo vivido, y palomeamos o tachamos lo alcanzado y lo que no logramos, en cualquier momento debemos tener claras nuestras metas, incluso podemos replantearlas, afirma la académica de la Facultad de Psicología (FP) de la UNAM, Guadalupe Medina Hernández.
El único requisito para establecer propósitos es que siempre estén fincados sobre la realidad, porque construir “castillos en el aire”, es decir, crearse ilusiones, puede causar daño; las caídas son “duras y depresivas”.
Con motivo de la celebración de Año Nuevo, la experta menciona que, por supuesto, esperamos que 2023 sea un periodo bueno, de esperanza, en especial porque parecería que estamos saliendo de una pandemia que nos llevó más de dos años de vivir en confinamiento y con incertidumbres. “Eso ha tenido efectos a nivel emocional en todo el mundo; y en México lo veo reflejado en temores e inseguridad. Por eso, muchas personas esperan un ciclo diferente, positivo”.
La experta explica que es distinto “tener la esperanza de que mi vida cambie si consigo un trabajo más acorde a lo que me gusta o si me reconcilio con mi familia, todo ello fincado sobre una realidad, a tener la ilusión de que los virus van a desaparecer –porque han estado siempre–, o que ya no me voy a enfermar, porque mientras estamos vivos existirá la posibilidad de tener achaques o adquirir algún padecimiento”.
La incertidumbre genera demasiada ansiedad y hasta angustia. Los seres humanos buscamos tener certidumbre, caminar sobre seguro, sobre garantías y no tenerlas estos últimos años nos metió en un ambiente de mayor vulnerabilidad, y eso fue más riesgoso para la salud; sin embargo, si lo analizamos, nos daremos cuenta de que, a pesar de que buscamos certezas, nunca las tenemos, porque la vida siempre está cambiando y los planes que hoy tenemos mañana la realidad me presentará algo diferente y nos estaremos adaptando a lo nuevo. Estos años de pandemia también nos ayudaron a concientizarnos de que podemos morir en cualquier momento.
La gente se deprimió, sobre todo los jóvenes, y hasta la fecha continúan esos efectos; en especial ellos están enojados con la vida porque les quitó libertad, porque los planes que tenían les fueron arrebatados en varios casos.
Ante esta situación, es necesario sensibilizar a la población en el sentido de hacerle ver que la vida es un constante cambio, es movimiento, nos mudamos de casa, de escuela en cada etapa y eso nos genera duelos que causan un sufrimiento, pero luego nos adaptamos, encontramos nuevas personas en el camino, etcétera; el “para siempre” no existe.
Adaptarse
Aunque lo que pasó con la emergencia sanitaria fue delicado, seguimos vivos, y eso hay que agradecerlo; hay que retomar la vida e identificar los aspectos buenos que a veces no apreciamos, como son: familia, un techo, trabajo, salud, escuela, etcétera. Cada quien debe, de forma personal, hacerlos visibles.
Aún la gente con duelos no resueltos puede lograrlo, recalca la experta. A lo largo de la vida enfrentamos pérdidas; nos puede costar trabajo separarnos de alguien o de algo, pero salimos adelante cuando lo “soltamos”. Esa es la virtud del ser humano, adaptarse, hasta aceptar las pérdidas.
En la pandemia, por ejemplo, hubo gente que enfrentó el fallecimiento de seres queridos. En ese y otros casos, los “duelos hay que vivirlos, no podemos saltárnoslos, hay que llorar a la persona que murió, si así lo sentimos, sobre todo si la liga afectiva con ella era muy fuerte”. No se deben impedir las lágrimas, el sollozo, el recuerdo, sino vivirlos. La tristeza, la depresión o el enojo que se producen son parte del duelo, pero son transitorios.
Necesitamos un tiempo para reflexionar sobre la persona que falleció, lo que me deja, y aprender a vivir sin ella; entender que nuestra vida no será igual nunca, pero que vivirá en nuestro pensamiento y corazón, agrega Medina.
Cuando aceptamos que podemos continuar, también podemos agradecer lo que vivimos con ese ser querido que ya no está. Pero si no aceptamos la situación o tampoco nos queremos recuperar, y no salimos de la casa, o no vamos a la escuela, cuando nos resistimos a vivir, se puede tratar de un duelo patológico y es mejor buscar ayuda de un especialista.
Como propósitos de salud mental para el año que está por iniciar, puntualiza Guadalupe Medina, podemos proponernos cambio de actitud porque “si bien es cierto que las cosas no siempre salen como uno quisiera y no podemos cambiar el mundo, sí podemos reaccionar de manera diferente, con una actitud positiva”; es decir: ¿queremos ver siempre lo que nos falta? O por qué no mejor cultivar una mirada positiva y de satisfacción, que nos permita valorar lo que sí tenemos.
El estrés y la ansiedad surgen cuando no estamos posicionados en el presente, sino pensando en el futuro; la depresión inicia cuando tenemos la mirada puesta en el pasado. Vivir en el presente, en el aquí y el ahora, ayuda a disminuir esos estados emocionales.
Somos lo que pensamos y no hay que perderlo de vista, sobre todo cuando andamos por la vida con pensamientos negativos. Hay que quitar de nuestro vocabulario las palabras negativas, y en vez de decir “no puedo”, decir “me está costando trabajo, pero voy a resolverlo”. Hay que concentrarnos en lo que sí queremos: paz, respeto, comprensión, finaliza la universitaria.